Desafío
Juan García Ábrego, capo del Golfo, y Amado Carrillo Fuentes, jefe del “cártel de Juárez”, fueron durante las décadas de los ochenta y parte de los noventa, las figuras claves del narcotráfico en México, muy por encima de los hermanos Arellano Félix quienes llegaron a la Nunciatura Apostólica, luego del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, a refugiarse y solicitar la bendición de Monseñor Girolamo Prigione, representante del Estado Vaticano en México, asegurando que ellos no habían sido capaces de atentar contra “un príncipe de la Iglesia”.
Prigione, con quien llevaba una amistad que no ha terminado con los años, me confió haber visto a Benjamín, uno de los fraternos criminales, ostentan un crucifijo de plata impresionante, pendiéndole del cuello; un lujo que, desde luego, no se da el Papa Francisco quien, tras su periplo por Brasil, dejó constancia de sus buenas intenciones contra la desigualdad sin el carisma de Juan Pablo, el Magno, controvertido por su cercanía con México y su escasa reacción al crimen relatado y a los de otro sujeto, el padre Marcial Maciel, proveedor de grandes fortunas para el Banco del Vaticano y otrora también para el Ambrosiano al que puso en jaque el arzobispo Paul Marcinkus; igualito que en la tercera cinta de “El Padrino”, de Puzzo y Coppola.
Pero tampoco las autoridades judiciales han avanzado un ápice en materia de indagatorias sobre la proyección de estos hechos ominosos, delictivos, y la posibilidad de que algunos de los personajes de la trama, incluyendo a mi amigo Prigione –lo siento, Monseñor-, estuvieran en parte involucrados; para fortuna de éste, ya vive en Alessandria, en el Piamonte italiano, los días postreros de una larga ancianidad. Y fue él, en sus conversaciones y explicaciones, quien sembró mis dudas sobre la posible participación del clero en el peor y más dañino negocio de nuestro tiempo: el narcotráfico. Y ello, claro, nada tiene que ver con el amor de Jesús y su sacrifico en bien de la humanidad toda. Los hombres, aún con sotanas y hasta solideos, son quienes se corrompen aunque siempre me pregunto por qué el Ser Supremo lo tolera. ¿Acaso para diferenciar a las almas? Pero si es así, ¿no éste igualmente un acto discriminatorio?
Me viene a la mente un episodio que lleva como protagonista al otrora célebre cacique de la Huasteca, Gonzalo N. Santos, dominador de gobernadores por él impuestos, y por quien mi padre, Carlos Loret de Mola Mediz, gran periodista, decía:
–Si hay vida eterna, ¡pobre de Don Gonzalo, porque expiará sus pecados en el infierno!; pero si no es así, ¡qué vida la suya, tan plena en dominio, mando y bienes inacabables!
Pero así y todo, un día los campesinos se alzaron y derruyeron cuanto encontraron a su paso en “El Gargaleote”, esto es en Tamuín, San Luis Potosí, la finca del cacique, incluso los toros de lidia, para tratar de igualar las cosas; no fue así porque sus descendientes, comenzando con el artista-rejoneador Gastón, siempre han vivido espléndidamente, jamás preocupados, como casi todos los mexicanos, por el día a día. En México jamás ha existido, por ello, la justicia social, la bandera más pisoteada de la Revolución, sin vindicación posible. Desde luego, para Santos –fue más bien el demonio y a éste lo tenía, en madera, en su despacho como he narrado en otras ocasiones-, nunca hubo justicia y sí una divina impunidad a pesar de la expropiación de sus tierras que le costó la vida por la rabieta de la soberbia jamás sometida.
Pero hay otra crónica más fresca, del horror. La esbozaba hace unos días en ocasión de la captura del Z40, gran rival del “cártel del Golfo” y en plena disputa territorial por Tamaulipas y otras entidades del país en donde los primeros, es decir los Zetas, todavía no tienen dominio pleno, mucho menos donde manda –por no decir gobierna- Joaquín “El Chapo” Guzmán –olvídense, el único peor que “El Chepo” para los dolidos futboleros mexicanos-.
Se trata del asesinato, el 6 de diciembre de 1996, de Yolanda Figueroa, quien escribió el libro “El Capo del Golfo” –uno de los clásicos de la literatura de las mafias-, además de los perpetrados contra su esposo, Fernando Balderas, ex asesor de la procuraduría del Distrito Federal y entonces arraigado en su domicilio, y los tres hijos del matrimonio. Por principio de cuentas, se culparía, como siempre que desaparece una pulsera, al servicio doméstico del atroz multihomicidio. Para nadie es un misterio que Balderas fue el informante y a quien Yolanda dedicó el libro señalado antes de otra, burda, que le recriminé cuando me invitó a presentar su obra, precisamente el jueves 1 de agosto de 1996 –hace justamente diecisiete años- en el Centro Cultural Coyoacanense, en el Distrito Federal:
–“A Ernesto Zedillo Ponce de León, por su honestidad; a Fernando Antonio Lozano Gracias –entonces procurador general-, y José Antonio González Fernández — en funciones de procurador capitalino-, por su gran responsabilidad”.
¿Era acaso de fabricarse con ello un escudo para lo que podría venir? De cualquier manera de poco le sirvió, como, hasta ahora, de nada sirven los recordatorios sobre el derecho de todos a ejercer la libre expresión. (Por cierto, el viernes 26 de julio, a la una de la mañana con ocho minutos, telefoneó a mi celular, Erwin Lino Zárate, secretario particular del presidente Peña; por la hora y mis pastillas contra el insomnio, no atendí a tiempo aun cuando dejó recado; luego intenté devolver la llamada sin éxito. Lo anoto por lo que vendrá, seguramente, luego de la publicación de “Despeñadero”, mi obra más crítica, en un ámbito cargado por las vendettas.
Yolanda fue muy amable al invitarme, sin conocerme de antes, y acepté tras leer sus denuncias aun cuando percibía que podría ser un chantaje de Balderas, arraigado en ese momento en su domicilio, contra quien se pusiera el saco. Pero fui y aquello fue como una explosión. Yolanda me mandaría después una carta-agradecimiento sin siquiera pensar en lo que podría sucederle… hasta el bárbaro 6 de diciembre, apenas cuatro meses después de la presentación. Si consideramos que García Ábrego había sido aprehendido en enero del mismo año y luego extraditado, bajo el supuesto de una falsa acta de nacimiento que lo acreditaba como estadounidense pese haber nacido en Matamoros, entregándose tras una concertación de altos vuelos, es factible deducir que los autores intelectuales de los crímenes laboraban en el “cártel de Chapultepec” , para no hablar directamente de la residencia oficial. Puros chapulines saltadores y obviamente muy sensibles.
Pese a la historia tremenda, se supone que García Ábrego permanece en una prisión de Colorado en donde sufre condena por ¡once cadenas perpetuas! ¿Y los delitos cometidos en México jamás serán motivo de que el sujeto fuera igualmente juzgado en nuestras Cortes, sin soslayo de la soberanía nacional? No en los tiempos de Zedillo, el gran simulador, y traidor, quien ahora encabeza una comisión contra el hambre, bajo los estandartes de la ONU, sin reparar que durante su lamentable gestión presidencial y sus aplicaciones neoliberales, ha sido el mandatario más empobrecedor de nuestra historia. Pero se le honra… como a calderón –minúsculas-, ahora en Haití, bajo un solo argumento: la impunidad es como el jabón y el agua en donde Poncio Pilatos lavó sus manos antes de ejercer el poder para mandar al Calvario a un inocente que luego sería la inspiración para millones de católicos en el mundo. A veces, para ganar la historia, se requiere del propio sacrificio pero son muy pocos los llamados a cumplir con este rito inexorable.
Fíjense, amables lectores, de la cronología de los hechos y de los beneficiarios de todos estos crímenes. ¿Quién fue el mayor de ellos tras el asesinato de Colosio en marzo de 1994? Obviamente quien aspiraba a la Presidencia y la conquistó de rebote, con la campaña más reducida de la historia y colectando diecisiete millones de sufragios, nada menos, lo que lo colocó como el mexicano más votado de la historia hasta que llegó Peña, con sus millones de bonos y vales, para la colecta electoral de mayor envergadura en la historia del país. Jamás pagamos tanto por una elecciones. ¿Y de esto nadie más volverá a ocuparse? Este columnista, sí.
Debate
Desde hace dos días, el presidente Peña convalece en Los Pinos, su residencia hasta 2018 si no sucede ningún acontecimiento que lo evite. Es una lástima que un mandatario tan joven, apenas al finalizar su octavo mes de gobierno, se sume a otros presidente latinoamericanos afectados por diversas enfermedades con orígenes cancerosos o posibles derivaciones del terrible mal: desde el ya anciano Fidel Castro hasta el venezolano Hugo Chávez, el colombiano Juan Manuel Santos Calderón – esta vez, para el segundo apellido no hay minúsculas-, el paraguayo, Fernando Lugo, destituido de su cargo, la argentina Cristina Kirchner y la brasileña Dulma Roussef, entre otros, Una verdadera epidemia presidencial.
Insisto, si no creyéramos en el poder de la CIA y el FBI, inmiscuidos siempre en las crónicas negras, todo sería más especulativo. Pero me preguntaba, sobre todo en 2011 cuando se desató la “epidemia”, por qué se había librado el presidente de México. No fue exactamente así aunque felipe calderón –ahora sí, minúsculas-, pareciera librarse de la cadena. Pese a ello, al dejar el gobierno del Estado de México en septiembre de ese año terrible, Enrique Peña Nieto, a hurtadillas, fue operado de un cáncer incubado en la próstata y, para bien, detectado a tiempo. Y la curación se dio entre dos lapsos importantísimos: la salida del Palacio de Gobierno de Toluca y su nominación como candidato residencial. No creo en las coincidencias; sí, en las advertencias.
No sirve fantasiar ahora sino sumar evidencias y éstas nos indican que algo huele mal en Dinamarca. Para cuándo los gobiernos latinoamericanos se reúnen para crear una comisión que investigue la secuela sospechosa que parece no terminar: en Uruguay, el presidente considerado “el más pobre del mundo” –así honra su condición de socialista de a deveras y no de burgués disfrazado como tantos mexicanos-, también intenta ocultar sus males.
La Anécdota
Alguna vez, un viejo sabio me dijo:
–“Los presidentes –se refería a los de México-, debieran, luego de haber recibido tantos honores durante sus sexenios, conformarse con ponerse ante el paredón. Así expiarían sus males y dejarían en paz a sus sucesores y a los mexicanos”.
De haberle tomado en serio, no habríamos padecido los excesos verbales de Fox, la burla abominable de calderón, el cinismo de Zedillo y la estulticia de salinas –también en minúsculas por su mandato ilegítimo-.
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E-Mail: loretdemola.rafael@yaqhoo.com
ESTÁ POR SALIR “DESPEÑADERO”, PRECISAMENTE EL 9 DE AGOSTO CUANDO EL COSMOS Y LA LUNA DE LOS AZTECAS SE RENUEVAN. POR ESO ESPERAMOS UNA SEMANA. PARA CONTAR CON MÁS ESCUDOS QUE NOS PROTEJAN DE LAS AMENAZAS QUE NO CESAN Y DE LA TREMENDA DISPARIDAD DE FUERZAS: UNA PLUMA CONTRA TODO EL PODER DEL ESTADO. PERO SALDREMOS BIEN… PORQUE SIEMPRE IMPERA LA JUSTICIA DIVINA.
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