Desafío
*Miserable Justicia
*De Niños Migrantes
*El Museo para AMLO
¿Habrá un sitio en el mundo donde podamos hablar de una justicia expedita, clara, respetuoso de las diferencias de clase, religión o raza, dispuesta a ejercer no como represora siempre sino dispuesta a conciliar las amarguras cotidianas con la necesidad de vivir en paz? Ya sé que, detrás de las rejas, no hay quien se diga culpable. Lo he constatado y eso, claro, es un elemento en contra de quienes son aprehendidos injustamente porque se presupone la culpabilidad antes de indagar la inocencia. Pero más allá de todo esto priva la tendencia a la desigualdad en todos los renglones imaginables.
La tensión del mundo moderno se ha traducido en un aislamiento, cada vez mayor, de cada uno de nosotros. Quizá por ello han desaparecido los liderazgos naturales dado que parece muy difícil entablar conversaciones con quienes son extraños a pesar de convivir en el mismo condominio o incluso en los hogares familiares. Con los excesos del mundo cibernético –desde luego no estoy en contra de la tecnología moderna que nos rebasa y plantea la creación de una comunidad global en donde las fronteras han cedido-, se hace más difícil la cercanía y más expedita la lejanía. Quienes nos rodean ni nos miran cuando están ocupados en la comunicación con amigos que confluyen hacia los mismos intereses y aficiones en lugares distantes de Australia o d África. Y si de hablar en español se trata, los niños ibéricos suelen estar listos todo el día, hasta en la madrugada, para recibir mensajes y jugar con los de otras naciones cuyos horarios llevan atraso de siete y ocho horas. A veces me sorprende cómo pueden ser tan comedidos cuando respiran el aire callejero, al fin, luego de “asesinar” a miles de partisanos en las pantallas de alta definición.
En fin, estamos entrando a otra era y debemos aceptarlo antes de que la caducidad nos haga ver como intolerantes o necios. Es preferible dejar hacer a los jóvenes y niños antes de imponerles prohibiciones que sólo les alejarán, no sólo en afectos sino sobre todo en cuanto a sus propios entornos, de quienes los someten a la fuerza a los criterios de otras épocas. Eso sí: deben entender que en cualquier atmósfera y época los límites marcan el talento; no considerarlos es tanto como pretender volar sin alas o arrojarse al abismo pensando que llegara Superman al rescate… o que el gobierno, presuroso, nos colocará una gran plataforma inflable para atemperar la rudeza de la caída. Lo último es menos probable que la aparición del “hombre de acero”.
Algo muy similar ocurre con la justicia, no sólo en México aclaramos. Ya les conté, hace algunos meses, mi experiencia en España… que aún no concluye tras más de dieciocho meses de atropellos, prejuicios y atentados contra los más elementales derechos humanos, esto es como si toda la humanidad –o quienes somos latinoamericanos por cuanto a la supuesta “fusión de dos culturas” con la hispana en ristre contra evidencias de la mayor grandeza de Mesoamérica y del Mayab, o de los incas en Perú-, tuviera la obligación de someterse a sus tribunales, en el tiempo y circunstancia por ellos marcados, sin importar distancias, ni condiciones, ni erogaciones. Sencillamente, una monumental estupidez.
Fíjense, y perdón por contarles una experiencia propia: bastó con una declaración infame, no verídica, para que se me juzgara, en Madrid, en ausencia –primero, además, sin ningún auxilio consular, mismo que me negó un tipejo vividor de nombre Álvaro Castro Espinosa-, y a pesar del reconocimiento de la supuesta “víctima” sobre haberse autolesionado con el foco de una lámpara, esto es reconociendo que todo había sido una parodia. Pues ni así: fui condenado, sin que se me escuchara porque nunca fui requerido y una abogada española se enteró, al visitar el juzgado, sobre la diligencia en curso-, a nueve meses de cárcel o de servicios a la comunidad; ya me veía yo barriendo la Gran Vía, situándome sobre las hirvientes básicas en las que fueron quemados los pies del Tlatoani Cuauhtémoc, el águila que desciende para salvar a los suyos.
No hubo, claro, ningún respeto, ni siquiera la mínima lógica en las mentes medievales de una jueza obtusa, a la apelación presentada en donde se daba cuenta cabal de la burda contradicción de hechos y declaraciones realizadas sin otro propósito que el de una vendetta en estado de esquizofrenia. Así lo han diagnosticado médicos y profesionistas de prestigio. Mi problema, claro, es no contar con los recursos económicos suficientes para costear los onerosos gastos de un proceso inocuo al que se agregó otro, infundado, sobre supuestas amenazas mías a través de Internet. Por ello hablé del mundo cibernético que no está exento de trampas como la posibilidad de hackear cuentas y presentar como válidos los mensajes emitidos a posteriori través de estas cuentas o bien la de establecer, a la distancia y océano de por medio, que el referente a actuar bajo la jurisdicción de los tribunales mexicanos –porque el supuesto “delito” tuvo su origen en México en todo caso, en donde me encontraba-, debía considerarse una tremenda amenaza contra la integridad de la contraparte. Y, claro, la xenofobia aportó lo propio para armarme otro proceso paralelo sin la menor consistencia y basándose tan solo en un e-mail.
Les cuento esto para subrayar los riesgos de sobredimensionar la protección a un determinado grupo social, sean miembros de los movimientos lésbico-gays o mujeres a quienes se permite agredir a sus novios y maridos pero no toleran ni siquiera un grito de los mismos. No existe un solo caso, en esos tribunales viciados, en donde un varón haya sido escuchado sobre la violencia ejercida por una mujer fuera de sus cabales. Ni uno solo… salvo los asesinatos si bien se aminora la carga coercitiva cuando se alega que ocurrieron “en defensa propia” contra el hombre malvado que le condujo a la riña.
Las desigualdades, en fin, no se resuelven con una desigualdad mayor. Como sucede en España, tan dada a recuperar las peores versiones de la Inquisición –en vez de brujas ahora se persigue a los hombres dentro de sus hogares, amansados como si se tratara de bueyes de carreta-, en México comienza a darse la misma inequidad para juzgar los asuntos familiares, las denuncias de los gays y ahora incluso hasta a los circos con animales como si éstos hubieran pedido tal. Claro, como no pueden hablar, lo hacen por ellos quienes son incapaces, por ejemplo, de soltar a sus mascotas para que recuperen su libertad desde el doloroso cautiverio de los cuartuchos de lavandería, las azoteas o los peores rincones de cada vivienda; si bien, en algunos casos, cubren los papeles destinados a la pareja en el clímax del desamor respecto a sus congéneres. Sólo así puedo explicarme el odio y la ferocidad contra quienes exhiben sus fotografías cazando –no me seduce esta actividad pero es absolutamente legal-, o van a los circos y quieren ver animales a los que no se observa muy infelices o, peor aún para los “antis” de todo, asistimos a la fiesta de los toros con la seguridad de que accedemos a un rito, de elevado y varias veces centenario arraigo, no propio para las mentalidades negativas, cerradas, cursis y ominosas cuanto niegan derechos ajenos como si las fieras fueran equiparables a los seres racionales.
No hay justicia, no puede haberla, cuando a los seres humanos se les trata como animales –sin derecho incluso a defenderse en igualdad de circunstancias-, y a las bestias se les ofrece un nivel zootécnico que no les corresponde aun cuando nos produzcan ternura y cariño –lo que me parece muy bien-, pero sin que ello permute el raciocinio por los instintos y se privilegie a los irracionales sobre nuestros congéneres. A este grado, sencillamente, no puede llegarse.
Por desgracia existen tribunales y jueces detenidos en el oscurantismo de las modas pasajeras que moldean los derechos humanos de acuerdo a sus pobres criterios. Este columnista ya lo entendió y en carne propia; no fue sufrimiento sino aprendizaje y gracias al mismo, como periodista, puedo denunciar los atropellos feroces a los que dan lugar las nuevas desigualdades en el derecho y la interpretación del mismo para arribar a una justicia más bien tuerta y plagada de interrogantes y sospechas. ¿Se tiene que ser Maradona para perseguir a una esposa ambiciosa que pretende toda una fortuna no ganada por ella?¿Cuánto debe invertirse para que los encargados de dictar sentencia obren de acuerdo a sus propias conciencias y no siguiendo los lugares comunes?¿O debemos entender que quienes sí son culpables, pero cuentan con haberes, son aquellos que pueden rebasar a la ley?
Mientras tanto, me quedo sin ir a España. Cinco años me dicen, siendo inocente lo que puedo sostener ante quien sea. Pasado el lustro, seguramente, no tendré ánimos para seguir gastando euros en un país tan lleno de hipocresías. ¿Habrá similar reciprocidad para los españoles que defraudan en México o corretean a nuestras mujeres y las avasallan como Cortés a La Malinche y a la más pequeña de las hijas del gran Moctezuma, Tecuichpo Ixquixócitl de quien descienden, para colmo de vergüenzas, los afamados Condes de Miravalle actualmente viviendo en Granada como supuestos herederos del “imperio azteca”?
Contemos la historia auténtica y entonces la (in) justicia quedará exhibida. Ya les hablaré de los casos de algunos abogados de allá.
Debate
Sigue hablándose –y qué bueno- de los horrores que padecen nuestros niños migrantes. No así, en cambio, de los pequeños cuya audacia les permite vadear los obstáculos aduanales y a los cazadores de hombres –“minutemen”, así debe escribirse en plural-, dispuestos a guardar sus propiedades dándose a la tarea de contar con licencias libres para matarlos a mansalva… como si fueran animales predadores. Es increíble: en las redes sociales despierta más furia y un mayor número de respuestas cualquier referente a la muerte de un animal por arma de fuego –lo que está permitido-, que acerca de la suerte corrida por los pequeños quienes se introducen en los campos minados de la frontera norte. ¿No es ésta una monumental distorsión?
Hace unos días volví a leer un texto de Bernal Díaz del Castillo sobre la toma de la gran Tenochtitlan. Los horrores que se atrevió a describir suenan a poco. ¿Sabían los amables lectores que los invasores –no conquistadores- de Mesoamérica solían despedazar a los niños aztecas para alimentar a sus bravos perros de caza? No dudo que, en estos tiempos de desórdenes mentales, haya quien justifique la tremenda perversidad por cuanto a salvar a los canes preparados para la guerra. Ya lo he corroborado, varias veces, entre muchas personas, las más solitarias, que encuentran en sus mascotas la compañía que no alcanzaron a tener con una pareja. Sólo lo señalo.
Mientras nos ponemos de acuerdo, no sabemos cuántos niños mexicanos siguen siendo usados como carnes propias para las mayores desviaciones sexuales, o para explotarlos con trabajos forzados o para “donar” forzosamente sus órganos vitales para salvar las vidas de viejas octogenarias millonarias al otro lado de la frontera. Cuando se habla de modificar el orden mundial, ¿se referirán a estas atrocidades quienes tanto debaten sobre el cambio necesario?
La Anécdota
Hay puntos en común entre el presidente peña nieto y Andrés Manuel: los dos han adelgazado una barbaridad en el semestre reciente. Pero, además, el icono de una parte de las izquierdas –otras comienzan a aborrecerlo aun cuando reconocen sus aportaciones-, asume que su MORENA va a ser la que nos redima. Un discurso similar, muy parecido, a la de tantos priístas demagogos que han pasado por las tribunas ofreciendo, sobre todo, salud, educación, justicia, ingresos decentes y libertades. Los hemos escuchado hasta el cansancio.
Un amigo de esta columna sugiere:
–Sería estupendo que AMLO fuera a Córdoba, España, a visitar el Museo de Julio Romero de Torres. Allí tendría “morenas” para escoger a gusto
Pero, mientras, se queda con la suya, elevada a la condición de partido político, sin privilegios como los otorgados al PES y al Frente Humanista –financiado éste por felipe calderón-, y aduciendo que no recibirá salario. Quien lo vea que le done un pastelito. No será limosna sino una aportación.
– – – – – – – – – – – – – – – – –
Web: www.rafael-loretdemola.mx
E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com
UNO DE LOS CAMBIOS QUE ESPERÁBAMOS CUANDO TRIUNFÓ LA PRIMERA ALTERNANCIA CONSISTÍA EN LA NECESIDAD DE REVISAR, A FONDO, NUESTRA HISTORIA. PERO NI SIQUIERA A ESO SE ATREVIERON LOS FARSANTES. AL CONTRARIO, APROVECHARON EL VUELO PARA ARMAR FESTINES CENTENARIOS A COSTA DE LOS MEXICANOS CON TODO Y ESTELAS DE LUZ TOTALMENTE DESCOCADAS. Y NADIE LES HA PEDIDO CUENTAS.
Deja un comentario