DEBERES Y OBLIGACIONES DE CIUDADANO

Concepto de deber y obligación.

Todas las sociedades políticas tienen su fundamento en la actividad conjunta y cotidiana, pues el hombre aislado es incapaz de sobrevivir y además en soledad, pierde toda su libertad. En este convivir cotidiano, a menudo nos parece que los deberes y obligaciones son sinónimos y, sin embargo, la filosofía distingue estos dos conceptos.

Para la filosofía, el deber es un término que nos remite a dos conceptos ideológicos distintos: material y formalmente; el primero es la acción u omisión que se impone la voluntad, por ejemplo: «respeta a tus mayores»; el segundo es la fuerza de obligación o necesidad moral que impone y obliga a la voluntad, a la acción u omisión, pero quedando a salvo su libertad física, por ejemplo: «honra al lábaro patrio, símbolo de nuestra nación».

El deber es una acción u omisión conforme a un orden racional o a una norma, se reduce por tanto a determinadas acciones u omisiones o a ciertas disposiciones permanentes de la voluntad con respecto a objetos precisos; por ejemplo: el deber de pagar los impuestos (cosa concreta); el deber de educar a los hijos (disposición habitual).

La obligación (del latín ob-ligare) es una relación o vínculo que impele y constriñe un comportamiento prescrito por una ley jurídica o por una norma moral en una relación interpersonal, en razón por la cual se nos obliga a dar una cosa o ejecutar u omitir una acción, por ley o por pacto; y por eso la obligación suele definirse como: «La imposición o exigencia moral que nos exige el cumplimiento del deber».

Deberes del individuo para con sus semejantes.                            

Independientemente del tipo de sociedad política en que se viva, y hasta de los vínculos familiares, todo hombre tiene obligaciones hacia sus semejantes; cuya razón la encontramos en el hecho de que el hombre no pudiendo vivir solo, necesita del auxilio de los demás; y satisfacer nuestras necesidades no es posible si cualquiera puede maltratarnos y no tiene ninguna obligación de socorrernos en caso de necesidad.

Esta ley moral es una condición indispensable para conservar la existencia, de suerte que en caso urgente el impulso natural se adelante a la reflexión: ¿quién, por ejemplo, no avisará cuando advierta que en la calle un distraído está a punto de ser atropellado por un autobús? ¿Serán necesarios tener vínculos de familia con la posible víctima para sentirnos obligados con este deber?

La razón y la conciencia nos dicen que igual lo haríamos con seres humanos de otras naciones y aun de raza distinta; por eso les llamamos actos de humanidad. Estos deberes y los derechos correspondientes están presentes en el hombre como hombre y no como individuo de una sociedad organizada; se forman en todo ciudadano como una fuerza de una ley de sociedad universal.

Deberes del hombre en sociedad.

El hombre, en tanto individuo de una sociedad, debe subordinar su actividad al bien común, superior al particular, el hombre que se considera ciudadano de su comunidad, está obligado a sacrificar su interés individual temporal al interés social, a sacrificarse, por ejemplo, por su familia, que resulta entonces obligatorio, debiendo sólo negarse a cumplir el deber social cuando le desviase de su fin último personal, por ser contrario a la ley moral que a él le conduce.

El valor social que damos a estos actos no siempre resultan agradables al individuo; pero, a pesar de esto, ellos motivan un sentimiento positivo y una gran satisfacción moral en quien los realiza. Todo ciudadano bien nacido luchará por alcanzar unos principios morales, aunque esto implique renunciar a su bienestar personal inmediato. El individuo que tiene claridad en su importancia, encuentra plena satisfacción moral en situaciones que le producen un malestar inmediato, puede incluso arriesgar la vida para cumplir un deber moral.

Para comprender el porqué de ciertas conductas, es necesario conocer la esencia social de las emociones morales, inexplicables desde el punto de vista de la teoría que intenta explicar todos los actos humanos por la tendencia hacia la satisfacción sensorial. Los sentimientos morales muestran de una manera muy clara que los sentimientos humanos están condicionados por la manera de vivir de la sociedad, por las costumbres de la sociedad. De ahí la importancia de convivir con civilidad (Civismo), es decir, respetando el derecho de los demás.

El origen de los sentimientos morales hay que buscarlo en la vida y la actividad conjunta de los hombres y mujeres que conviven en la misma ciudad, la generalización de los fines que se plantean y las tareas en común que llevan a cabo para alcanzarlos. Todo lo que está de acuerdo con los intereses generales de la sociedad se siente como obligación y moral. Todo lo que perjudica al bienestar de la sociedad se siente como una inmoralidad.

La amistad, una esperanza para la buena convivencia

La amistad que debe caracterizar a todo ciudadano, tiene una base de principios éticos y morales profundos, que no son obra de la casualidad ni coincidencia de intereses personales, sino que resultan de la unidad de fines de amplia significación social, que promueven la ayuda mutua, el sentimiento de camaradería entre vecinos, en el trabajo, en la vida y en todos los órdenes de actividad. Este sentimiento estimula a presentar al amigo y al vecino altas exigencias morales, sin detenerse ante la crítica y censura en la conducta, cuando se violan los principios de civilidad.

El más alto sentimiento moral es el de deber y de la responsabilidad, y el sentimiento del honor personal y social, del honor de la colectividad y de todos sus miembros. El deber, la responsabilidad y el honor no solo se reconocen conscientemente, también se experimenta emocionalmente. Cumplir con el deber, las obligaciones, y la observancia del honor motivan una satisfacción moral. Su incumplimiento se siente como algo indigno, como algo incompatible con los rasgos de un ciudadano bien educado.

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