Con la vara que mides…
Por Guillermo Robles Ramírez
Siempre me he preguntado qué pasaría si a los grafiteros se les regresara en carne propia, las “travesuras” que hacen en fincas ajenas sean privadas o públicas.
Me refiero a que sí, el mayor castigo para estos sujetos sería el de ir hasta su vivienda o lugar en donde viven y se les pintarrajeara como ellos lo hacen en monumentos, estatuas, edificios, etc., públicos, o bien en casas, edificios, etc., de propiedad privada.
Esto motivaría un hasta aquí o, un alto a su afición; mala por cierto, porque al menos en opinión de algunos, es bueno aplicar la regla de que con la vara que midas, serás medido.
Generalmente, a estos grafiteros enemigos de la buena imagen que se busca de cualquier ciudad, jamás se les detiene porque la mayoría hace sus “pintas” por la noche o madrugada y cuando lo practican durante la luz del día, buscan preferentemente estar ocultos por árboles, puentes, arroyos, etc.
Todo esto viene al caso porque cada vez es más frecuente enterarse en los noticieros o medios electrónicos o prensa escrita, el incremento de autoridades locales sorprendiendo a sujetos, generalmente menores de edad; pintarrajeando o “grafiteando”, y en donde lamentablemente solamente alcanzan o detienen a unos cuantos, pero logran escapar el resto, saliéndose con la suya al huir de las manos de las autoridades policiacas. Una situación muy recurrente y, como se había mencionado antes, en aumento; sin embargo, más frecuente en aquellas cabeceras municipales coahuilenses con mayor población urbana.
Las herramientas para estar cometiendo estos actos ilícitos, son una mochila o varias, en donde portan botes de aerosol, utilizados para su “diversión y travesuras”.
Lo más incongruente es que cuando son atrapados estos menores de edad, y reportados a sus padres, suelen molestarse con las autoridades y hasta ofenderse en lugar de reparar el daño. Tampoco cuestionan los padres de esos «Picassos», callejeros de dónde sacaron el dinero para comprar los aerosoles, ya que no son nada baratos, o económicos y sobre todo en qué negocio les vendió un producto que a mi criterio no se debe de vender a menores de edad por su alta peligrosidad y toxicidad de su contenido.
Es por eso que parte de la sociedad también cuestiona a esos padres de familias, si les resultaría gracioso o algo sin importancia, que vayan y les pinten los muros o paredes de sus fachadas particulares.
Claro que ahí sí, “respingarían”, pero en honor a la verdad sería interesante dar una probadita de su propio chocolate, sin que esto signifique que estamos incitando o invitando a que sean medidos con la misma vara con que se midió a su hija o hijo.
No se puede ignorar que de las “travesuras” de estos jóvenes o menores de edad, estuvieran enterados sus familiares, pues no es común que una persona cargue en todo momento una mochila con aerosoles no despierte la curiosidad o morbo de preguntar qué hace con esas pinturas, porque si algo tenemos los mexicanos es que somos curiosos hasta las cachas. Los padres de familia tienen mucha responsabilidad de lo malo que hagan sus hijas e hijos, al igual que sentirse satisfechos y orgullosos de lo bueno que llegan a hacer. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva) www.intersip.org
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