Colombia: Tranquilos y listos
Bogotá, 2 may (PL) Si te guías por cada colombiano con los que conversas, tu apariencia es del ser humano más estresado del mundo. Todos te piden, casi te ruegan a primera vista que estés tranquilo. Tranquilo, tranquilo vecino.
La expresión tiene tan indiscriminado uso en este país que a veces esa palabra es usada de manera inadecuada, pero bueno, el asunto es estar tranquilo, a la colombiana, lo cual no significa exactamente solo eso, pues debes estar también siempre listo (atento).
Para entender el asunto hay que acudir a Cantinflas, en vez de citar al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, pues estar tranquilo, significa todo lo contrario, ya que en Colombia nadie está tranquilo.
Se vive a un ritmo vertiginoso, nada tranquilo. Y no sé si valdría la pena usar otra vez la expresión todo lo contrario, porque la tranquilidad es algo relativo en la nación andina.
Hay y no hay tranquilidad, esa es la cuestión. En ocasiones uno se sorprende andando por cualquier calle de Bogotá con la pasmosa tranquilidad que te rodea, pues realmente no pasa nada. Pero siempre hay algún elemento que acaba de repente con el panorama apacible.
Al instante dejas de estar tranquilo, pues un hombre que camina a tu lado por la acera, algo pasado de copas, tira literalmente a su pareja contra un acordeón metálico que hace las veces de la fachada de un negocio.
El estruendo y la mirada aterrada de la mujer hacia su hombre acaban de repente con toda tranquilidad. No obstante esa escena sorprendente de violencia desaparece tan rápido como llegó. Y todo de nuevo sigue tranquilo. Dale, tranquilos, no ha pasado nada, dice un policía que atiende el exabrupto.
En el argot nacional predominan de manera profusa dicha palabra y listo, a la vez, algo que la condición humana parece no compartir, no obstante las pretensiones de muchas personas que quieren a toda costa que uno esté al unísono tranquilo y también listo.
La solicitud de tranquilidad puede venir de una alta autoridad, de un político municipal, de una tendera no tan diligente, de un mal cocinero, de un áspero policía y hasta de una pandilla de ladronzuelos que atraca un bus.
Listo, tranquilos todos, desháganse de sus pertenencias. Mira tú, que manera de estar tranquilo, «man».
Y para estar tranquilo no hace falta andar por Bogotá. Tranquilo y también listo se está hoy en cualquier locación del país, ya sea en Guaviare, Vichada, Risalda, Montería o La Guajira. Supongo que en el Pacífico o en La Paz de Robles (El Cesar) también se esté igual.
Dicen que los caribeños de Barranquilla y Cartagena de Indias son los menos tranquilos, aunque no pocos piensan que son mas listos.
El mayor afán por estar tranquilo, lo provoca a todas luces la incertidumbre que generan como génesis los acto violentos e impunes del crimen organizado y también el prolongado conflicto armado que se mantiene ya por más de 50 años y que carga con el lastre de la muerte de ciento de miles de víctimas.
Por ello en Colombia la psiquis nacional lleva espontáneamente a que todos quieren estar tranquilos, pero lo cierto es que tienen que estar listos ante una realidad de violencia, de peligro impredecible y también de actos de agresividad desmedida y de brotes de intransigencia social.
Todo parece indicar que la solución para estar tranquilos radica en alcanzar algún día la paz y entonces será cuando comenzarán o estarán realmente tranquilos los colombianos, quienes tendrán que continuar, sin embargo, muy listos para conseguir de veras estar tranquilos.
Nada, que por cualquier «vaina» aquí hay que estar tranquilos y listos.
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