Charles Chaplin: cuando reír no cuesta nada

La Habana (PL).- Un 16 de abril Lope de Vega concluyó su obra La buena guarda y Michael Jordan se retiró del baloncesto activo, pero los incurables cinéfilos siempre recuerdan en esta fecha el nacimiento de Charles Chaplin.
El pequeño Charlie cumpliría la utópica edad de 126 años, aunque su legado va más allá del tiempo, porque para genios como aquel bebé que vio la luz en 1889, el único límite es la eternidad.
La vida de este londinense parecía predestinada al mundo del espectáculo pues sus padres se dedicaban al «music-hall», variante británica de la música popular y el teatro cuyo máximo apogeo coincidió con el nacimiento de Charles Spencer Chaplin.
Su infancia no fue nada feliz ni ortodoxa, ya que deambuló de una residencia a otra en gran parte debido a la personalidad depresiva de su madre y el alcoholismo de su padre, quien desde muy joven les abandonó.
Así Charlie probó la dura realidad de la Inglaterra de fines de siglo XIX, lo cual sumado a las constantes reclusiones de su madre en centros psiquiátricos le llevaron a pasar varios años en casas de acogidas para niños pobres o huérfanos.
Pensar que la trayectoria de sus padres en el espectáculo le sirvió de fácil trampolín al joven para hacerse un nombre en el medio sería terriblemente errado, un injusto cliché.
Antes de encontrar un hueco en la industria del entretenimiento tuvo que ganarse la vida como mandadero, soplador de vidrio o vendedor callejero, a la par que crecían sus ansias de recrear en un escenario o frente a las cámaras aquel vendaval de talento que aún no encontraba un medio para salir a flote.

EL ASCENSO DEL AVE FÉNIX

Es ampliamente divulgado el hecho de que Chaplin se presentó por primera vez en un escenario a los cinco años de edad, en una no planeada sustitución de su madre que sufrió uno de los muchos descalabros emocionales que su personalidad bipolar le ocasionó.
Pero en realidad los primeros años del siglo XX (1900-1905) fueron esenciales para el desarrollo de su carrera, ya que fue en esa temprana adolescencia que participó por vez primera en piezas teatrales como Sherlock Holmes y Clarice, entre otras.
De esta manera interpretó papeles menores en una compañía llamada Karno, la cual le sirvió de plataforma para debutar en los Estados Unidos en 1910, a raíz de una gira que dicha agrupación teatral haría en el norteño país.
Allí firmó un sustancioso contrato con los estudios Keystone, donde debutó como actor en 1914 con un papel en la cinta Ganándose la vida, año en el que filmó la nada despreciable suma de 35 filmes silentes, entre ellos Carreras sofocantes, donde nacería su personaje Charlot.
Este alter ego, también conocido como El Vagabundo, inmortalizó su típica indumentaria de pantalones anchos, inmensos zapatos, saco estrecho, bigotes y sombrero de bombín y se convirtió en una de las imágenes más emblemáticas de la historia del séptimo arte.
Con dicha apariencia, Chaplin en calidad de actor, productor y director rodó más de una decena de cortos y protagonizó varios largometrajes, entre los que destacan El chico (1921), La quimera del oro (1925) y Tiempos modernos (1936), última aparición del vagabundo ante las cámaras.
Charlot es considerado un personaje que esconde en su aparente simpleza la complejidad de los análisis y protestas que recurrían en los cortos y largometrajes de Chaplin, siempre en contra de la opresión de los más pobres, los inmigrantes y los marginados.
Fuera de los filmes rodados con la apariencia del vagabundo, merece mención especial El gran dictador (1940), donde Chaplin mediante situaciones cómicas e inteligentes (su habitual modus operandi) puso en evidencia los desatinos de los líderes nazis Adolf Hitler y Benito Mussolini.
Su forma liberal de criticar las injusticias de este mundo y otras actividades políticas llevaron al conservadorismo mccarthysta a mediados de la década de 1940 a tildarlo de comunista y querer apresarlo, por lo que decidió pasar el resto de sus días en la pacífica nación de Suiza.
Pese a todo el revuelo político que causó en suelo norteamericano el exilio del actor, en 1972 regresó a los Estados Unidos para recibir un Oscar honorífico en un acto tras el que el público le dio una ovación de 12 minutos, la más larga que se recuerde en la historia de los Premios de la Academia.
Años antes de su muerte en 1977, a la edad de 88, Chaplin resumió su vida y obra cuando escribió: «Mirada de cerca, la vida parece una tragedia; vista de lejos, parece una comedia. Nunca te olvides de sonreír, porque el día en que no sonrías será un día perdido».

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