Aulas vacías, maestros trabajando

por Claudio Adrián Montaño Mier

“No son los títulos los que honran a los hombres, sino que los hombres honran a los títulos”
Nicolas Maquiavelo

Recuerdo los días sin clases cuando era niño, no había consolas de videojuegos ni internet y los canales de televisión se limitaban a los que se podían captar de la señal publica. Recuerdo que mi hermana y yo nos acercábamos a mamá y le decíamos que estábamos aburridos, su famosa frase “se aburren los tontos” nos obligaba a encontrar nuevas formas de pasar el tiempo: inventábamos juegos y juguetes, leíamos, escribíamos o nos molestábamos uno al otro.

Recientemente me preguntaba ¿cómo habría sido mi niñez si en ese entonces se hubiera desarrollado una pandemia? Me es difícil pensar las estrategias que hubieran tenido que inventar mis profesores en un tiempo donde el teléfono era solo para unos cuantos, TELMEX era una paraestatal que tenia una oferta limitada y te mandaba a lista de espera por meses, y este era el avance tecnológico mas sobresaliente de la época.

El presente confinamiento ha obligado a los profesores a encarar una serie de obstáculos, cada uno con diferente grado de complejidad y con un origen diferente. El primer obstáculo fue adaptar las habilidades propias a las necesidades, a los recursos que tenia y a los que podía adquirir. Muchos maestros compraron un mejor teléfono o computadora, contrataron internet o subieron de plan, se enfrentaron a aplicaciones tecnológicas que no habían necesitado antes, sobre todo, a las que involucran cámaras web. Donde no hubo internet los maestros invirtieron en equipo de perifoneo para invitar a los alumnos, entregaron cuadernillos y muchos se acercaron más ofreciendo las clases en los hogares a pesar del riesgo de contraer el COVID-19.

El segundo obstáculo se presento ante la gran diversidad de circunstancias que cada uno de los estudiantes viven desde sus particulares situaciones. La caída de la actividad económica trajo consigo la pérdida de empleos, crisis económica y mucha incertidumbre. Muchos estudiantes perdieron contacto con la escuela ante la falta de recursos económicos que les permitieran adquirir el equipo y la conexión a internet, la situación se complico aun más porque en la familia había mas estudiantes que requerían adquirir equipos adicionales u organizarse para el uso de ellos. Las complicaciones emocionales a causa de la perdida del contacto social con sus compañeros, a casi un año de confinamiento, han generado estragos en el comportamiento y en el rendimiento académico.

El tercer obstáculo es la falta de una verdadera estrategia centrada en la escuela. En un afán de demostrar la capacidad de hacer frente a la situación, se implemento una estrategia centrada en un panorama general donde el eje rector es un programa televisivo a nivel nacional. En el papel es buena idea, sin embargo, no tomó en cuenta la gran diversidad de circunstancias que vive nuestro país, urgía, en cambio, una estrategia centrada en la escuela, donde se permitiera a cada docente establecer estrategias diversificadas.  Las escuelas y los maestros necesitaban de un impulso mucho mayor: inversión en equipamiento, infraestructura, convenios con las proveedoras de servicios de internet para ofrecer conexiones accesibles a toda la población. Estrategias de este tipo habrían tenido un mayor impacto.

Los maestros viven en la raya, invierten gran parte de su tiempo y recursos económicos en cumplir con amor y dedicación la tarea de atender a los niños, niñas y adolescentes, trabajan sin horario y muchas veces incluso el sábado y domingo, modifican su automóvil para salir a invitar a sus estudiantes, esto es una gran victoria del magisterio y una gran derrota para el sistema.

“Hombre, pueblo, nación, estado: todo está en los humildes bancos de la escuela.” Domingo Faustino Sarmiento

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