Afganistán: la guerra de nunca acabar

La Habana (PL) Centenares de miles de muertos, un país devastado por la violencia y una mayor beligerancia de la oposición armada son los únicos resultados de 14 años de ocupación militar extranjera en Afganistán.
La «aventura afgana», como la califican algunos políticos y militares en Washington, es la guerra más larga en la historia de Estados Unidos y hasta el momento consumió 600 mil millones de dólares y dos mil 200 vidas norteamericanas.
Supuestamente, la de Afganistán era una «guerra noble», para terminar con la organización Al Qaeda, una intervención que, al contrario de la guerra en Iraq, consiguió la aprobación de la comunidad internacional.
Sin embargo, con el correr del tiempo, la opinión pública en Estados Unidos comenzó a percatarse del verdadero dolor de cabeza en que se convirtió el conflicto, según Michael Kugelman, especialista en relaciones internacionales del laboratorio de ideas Wilson Center.
«El punto de giro -agrega Kugelman- llegó cuando el presidente Barack Obama decidió aumentar el contingente de tropas hasta 100 mil hombres, aunque la beligerancia de los talibanes no decreció, sino que aumentó a ojos vista».
De acuerdo con el investigador Dominic Tierney, del Foreign Policy Research Institute, tanto entre la ciudadanía como entre la sociedad política estadounidense se observa una sensación de fatiga, como si la guerra afgana fuera una carga que el país quisiera sacarse de arriba.
También existe un sentimiento de soberbia entre los políticos y militares norteamericanos, quienes pretenden una salida honrosa y no reconocer otra partida perdida contra la oposición armada afgana.
Según Tierney, la reciente ofensiva talibán contra la ciudad de Kunduz (norte), levantó ante el mundo el fantasma de los belicosos guerrilleros islámicos, como si no fuera suficiente para Estados Unidos con sus malogradas maniobras contra Siria, el auge del Estado Islámico (EI) y la creciente influencia de Rusia en la región.
La ofensiva del movimiento Talibán contra Kunduz comenzó en septiembre y culminó con la ocupación de la urbe, un hecho sin precedentes en 14 años de guerra.
En el intento por socorrer a las tropas gubernamentales, aviones estadounidenses bombardearon un hospital de Médicos Sin Fronteras (MSF) y causaron la muerte de 22 personas inocentes y heridas a otras 35.
Un comité internacional evalúa si el hecho fue un error -como pretextaron los altos mandos norteamericanos- o una acción intencionada.
De cualquier forma, el caso provocó una protesta internacional, ya que no es esta la primera vez que fuerzas de la OTAN matan civiles en Afganistán.
Para Kugelman el suceso mancha todavía más la reputación de Washington, pues además de ser un ataque contra una instalación no militar, ocurrió precisamente el mes en que se cumplieron 14 años de iniciada la guerra.
A raíz del bombardeo, crecieron voces críticas contra la violencia, la larga ocupación, el desastre económico y el auge de los nuevos grupos armados.
Entre ellas destaca la del expresidente Hamid Karzai, quien, en un inesperado giro, declaró el 18 de octubre que la ocupación extranjera logró como única consecuencia exacerbar a la insurgencia.
Karzai agregó que a la vuelta de casi década y media Estados Unidos incumplió el objetivo propuesto de 2001 -acabar con Al Qaeda – y más bien abrió el camino a la violencia con el auge de nuevas fuerzas en el país.
El exmandatario hizo referencia así al autodenominado Estado Islámico (EI), presente en 25 de las 34 provincias afganas y con no menos de dos mil integrantes, según revela un informe de la ONU publicado el pasado 22 de septiembre.
Naciones Unidas calcula que durante los seis primeros meses de este año murieron mil 600 civiles y más de tres mil 300 resultaron heridos; sumados a los 100 mil muertos y 150 mil heridos desde la intervención de la OTAN en 2001 bajo el pretexto de la guerra contra el terrorismo.
Para el representante del máximo organismo internacional en el país asiático, Nicholas Haysom, el fin del conflicto parece alejarse cada vez más desde que fracasaron las conversaciones de paz entre la insurgencia y el Gobierno, patrocinadas por China y Pakistán en julio de este año.
De acuerdo con Haysom, la captura de Kunduz demostró que la oposición armada está resuelta a expulsar los ocupantes extranjeros, al decir del jefe supremo del Talibán, Ajtar Mansur, en un comunicado difundido el 26 de septiembre.

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