Abraza a la sabiduría con dignidad

“Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!. Cuando quiero llorar, no lloro…y a veces lloro sin querer.”, frase de Rubén Darío. Así es la juventud, pero cuando se tiene nunca pensamos que algún día llegaremos a viejos.

Parece que hay una gran cantidad de miedo que rodea el tema del envejecimiento. Hay quienes cumplen 25 años de edad, definido como una de las mejores y comparado a un capullo de rosa a los veinticinco es cuando se convierten en una flor completamente abierta y hermosa.

Los cumpleaños son una paradoja de la vida. Causan alegría estando en la niñez esperando siempre más edad para tener más libertad y dejar de ser niño, pero en la medida que vas cumpliendo más años ya no es tan agradable y causa una sensación de temor para la mayoría de la gente.

Recuerdo claramente que alguna vez tuve una discusión sobre los cumpleaños con mis amistades, hace muchos años, y los comentarios repetidos me llamó la atención: “No quiero llegar a viejo”.

Temas como la vejez y la muerte son algunos de los asuntos de los cuales le sacamos la vuelta o simplemente le restamos importancia, pero cualquiera que sea su situación, los mexicanos somos de los países en donde muy poco nos preparamos.

Pero desde el más encumbrado hasta quienes trabajan para comer por día, todos tienen la misma condición de llegar a un momento de la vida en que las habilidades físicas y mentales se mermen perdiendo la lucidez, al igual que una veladora que ilumina hasta lo más oscuro de un lugar, aunque al momento que se va consumiendo tarde o temprano esa pequeña luz llega a su fin.

Pocos son los bienaventurados que cuenten con una familia que les está dando en estos momentos un techo, abrigo y sustento al final de su camino por éste mundo. Pero no todos contaron con la misma suerte hay quienes no tienen a nadie quien vele por ellos. Esperanzado a que un alma de buen corazón vea por ellos, siendo por lo general personas externas a la familia, como un vecino o los nietos de alguna vieja amistad.

Es triste que las reflexiones para las personas de la tercera edad solo vengan en el caso de su muerte. Pensamientos que no se tomaron en cuenta a tiempo de nuestros ancianos sabedores de su débil condición humana que con el tiempo se deteriora más con el transcurrir de los meses y años. Y en cuanto a su calidad de vida son de las últimas cosas que se piensa en ellos.

En la actualidad estamos en un punto de la sociedad en donde todo es cuestionable y por hoy también ante ésta situación la pregunta. ¿Es la calidad de vida en la vejez responsabilidad de cada quien en su juventud?, o ¿Acaso es nuestra vejez responsabilidad de cada quien en su juventud?, pero la pregunta que toda familia se hace. ¿Quién debe cuidar de un viejo?

Muchos han intentado dar respuesta a éstas preguntas y no hay más conclusión de que cada caso tiene su propia tonalidad y solución. A unos les vendrá la vejez acompañados de sus seres queridos que los aman y atienden bien, con comodidades, buena salud y lucidez mental hasta el último suspiro. Otros más deberán soportar sus últimos días en casas con los suyos siendo motivos al olvido e ignorados por el resto de los integrantes familiares.

En los casos más tristes están los ancianos que terminan sin nada, ni nadie que vele por su bienestar. Es en ésta parte en donde a todos los lectores deben de preocuparse y hacer conciencia de que algún día todos llegaremos en ese punto de la vida.

Hoy en día hay pocas instituciones dedicadas a la atención de nuestros viejos, pero por supuesto que estas instituciones son públicas, no podría ser de otra manera.

Cualquiera que se entera de la condición ajena es partícipe de ella en sus emociones, se cumplan o no, esas emociones son el lenguaje con el que nuestra conciencia nos llama a la acción.

Para quienes tienen liquidez para pagar una asistencia o atención integral en un asilo de ancianos resulta una comodidad, pero hay muchos familiares desalmados que prefieren dejar abandonados en albergues para gente de la tercera edad a quienes en alguna vez de su vida fueron motivo de admiración y respeto ahora resulta un estorbo y gasto.

En Coahuila es necesario abrir ese espacio de reflexión tan necesario. Sobre todo, por el presente, que ya necesita velar por los viejos, pero también por nuestro futuro, porque para allá vamos sin ningún freno o “fuente de la juventud” o “el Santo Grial” porque la vejez viene para todo sin cambios de rumbo.

El mejor principio para ello no es ahí sentado en un lugar, asustado y paralizado a sí mismo con su miedo, que de todas maneras a donde corra la vejez te va abrazar. Abrazo de que envejecer es parte integral de la vida. Por qué no al revés; abrazar ustedes primeros porque las líneas se van a formar, su cuerpo físico se va a deteriorar, y lo más probable, la muerte va llegar.

En lugar de luchar en contra de ella, aceptarlo con dignidad primero para poder aceptar a los demás, sobre todo a tus familiares. Cuando se llega a este acuerdo consigo mismo le aseguro que su perspectiva va a cambiar a un nivel completamente diferente. Porque ahora, en lugar de atraparse a sí mismo con pensamientos negativos y temeroso nada constructivos, usted se concentrará en lo que es realmente accionable.

En lugar de pensar en lo que podría haber hecho antes, ahora puede pensar en el que hacer ahora. Recuerde que al envejecer desarrollamos una capacidad de comprender más a la vida y eso te convierte en sabio por cada una de tus vivencias.

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