Guillermo Robles Ramírez

A pesar de todo son incomprendidos

Por Guillermo Robles Ramírez

Aun cuando unos no los aceptan, son necesarios para el buen orden y tranquilidad de cualquier comunidad y si hay algún trabajo incomprendido, es el de ser policía, trátese del municipal, estatal o federal. Lo mismo es la incomprensión para el guardián del orden que se dedica a dirigir y organizar el tráfico vehicular del crucero más insignificante; que del gendarme que, arriesgando su propia vida, se enfrenta a los malhechores, especialmente y contra los narcotraficantes.

El hombre o mujer policía, si actúa bien, no hay quién se lo reconozca y si su trabajo es deficiente, y no se diga con corruptelas, todos lo quieren sacrificar.

Cada vez a las autoridades municipales, sucediendo lo mismo con las estatales y federales; les resulta difícil y problemático incorporar nuevos elementos a las corporaciones de seguridad.

Son muchos los argumentos: cuando no es el sueldo que se les paga, siendo generalmente muy poco e insuficiente, son las pocas prestaciones laborales que se les brinda, o bien cuando las reciben no vale la pena por el factor de alto riesgo que corre en peligro su propia integridad, así como la de su familia o familiares.

Hay quienes se incorporan a los cuerpos policiacos o de seguridad estatal o federal, como un simple trabajo honesto; aunque hay que decirlo que existe a quienes les nace por amor de servir y proteger, siendo un jenízaro, sin importar que no tengan tantas garantías o derechos laborales, pero sí a cambio muchas obligaciones.

Un ejemplo de la falta de compresión se encuentra cuando intervienen a disolver una revuelta callejera, entre pandilleros, por lo general resultan ser víctimas algún miembro de la pandilla, aunque ella o él, haya sacado alguna navaja, machete, piedra, pistola, o cualquier otra cosa para agredir al policía.

Sucede lo mismo cuando un policía da un golpe y se defiende justificadamente, no se deja esperar inmediatamente, recibe el estirón de oreja de la Comisión de Derechos Humanos y también, como si fuera poco, de su jefe inmediato, que lo menos que hacen es regañarlo por haber puesto las manos para defenderse de los “moquetazos” que recibía del delincuente.

Resulta incongruente que si un policía es golpeado, él no tiene Derechos Humanos, ni quien lo defienda y entonces se tiene que aguantar, sustentándose el criterio con esos señores que trabajan con cuestiones de derechos humanos, que el policía no es humano, por lo que no tiene derecho a quejarse y menos a reclamar un trato más humano porque no los tiene, total que puras pérdidas y si eso no es ser víctima de la incomprensión de todos los sectores, entonces la verdad, no conocemos otro camino.

El único reconocimiento que reciben, y no siempre, es cuando los matan en cumplimiento de su deber, en cuyos discursos durante los funerales, generalmente las autoridades ofrecen y prometen las perlas de la virgen para la viuda y los huérfanos, aunque jamás les cumplen. Eso sí, es ser incomprendido, ¿oh no? (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva) www.intersip.org

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