Desafío: Peores Funcionarios

  • Corrupción, el Signo
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  • Peores Funcionarios

Durante muchos años creí que los ladrones actuaban por necesidad y el imperativo de llevar alimentos a sus casas empobrecidas por las grandes desigualdades sociales; algunos eran víctimas de su entorno y otros, los violentos, estaban guiados por el tremendo rencor de las injusticias de clases vehemente exaltadas por las inevitables telenovelas de las cadenas privadas en competencia. Estos “culebrones” –así les llaman en España en donde son bien cotizados este tipo de productos mexicanos-, representan una renta muy alta para las empresas de Ricardo Salinas Pliego, emperador de la plata, y Emilio Azcárraga Jan, el heredero de la gorra de béisbol.

Mi visión añeja, muy atrás en el tiempo –es terrible pensar que me refiero al segundo y no al actual tercer milenio-, fue opacándose, poco a poco, ante el conocimiento periodístico que nos rebota en las neuronas cerebrales por atascadas por la obligación de conservar en la memoria hechos y filiaciones, felices o no –por desgracia es más abundante lo negativo-, capaces de habernos cambiado la existencia cuando aprendimos a ver detrás de las cortinas de humo y las tantas hipocresías.

Alguna vez, mi viejo inolvidable –amigo entrañable sobre todo que me arrebató una inmunda consigna oficial refrendada por miguel de la madrid y operada por el asesino silencioso manuel barlett-, me dijo:

–Cuando, hace años, viajé a Veracruz escuché a un elemento de la Marina señalar a un jovencito al tiempo que decía: “allí va el hijo de un ladrón”. Era un junior: el hijo del ex presidente Miguel Alemán. Desde entonces me juré a mí mismo que nadie podría ni tendría derecho a calificar así a un hijo mío.

Y lo cumplió a cabalidad aunque no faltan los esbirros de echeverría, incluso de los difuntos Sansores y cervera, o los hijos de p…, perdón de bartlett, quienes se animan, de vez en vez, a pretenden rozar mis fibras sensibles sin otra osadía que la de intentar inútilmente igualarse política y moralmente con quien les dio lecciones de gobierno a su paso por la titularidad del Ejecutivo de Yucatán. Y lo demostraré cuantas veces pueda.

Por cierto, respecto a la ética familiar el incidente reciente de Pedrito, seguramente gestado en un OVNI a cuya exploración dedicó buena parte de su vida su padre, Don Pedro Ferriz Santacruz, tuvo a bien responder, con injurias, a un joven alumno de la Universidad Autónoma de Nuevo León quien, con mal gusto sin duda, escarbó algunos pasajes turbulentos del matrimonio del ponente.

Luego, el conductor que aspira a llegar a las alturas sin más mérito que ser conocido por sus apariciones por televisión –en donde tanto elogió a su mecenas, Manlio Fabio Beltrones, por cierto-, ofreció disculpas, la actitud de moda –pega y pide perdón porque quienes te escuchen olvidarán la afrenta y elogiarán tu falsa humildad-, y explicó que procedió como lo hizo porque era su derecho defender su vida íntima y a su familia.

Al comentarlo no faltaron quienes se lanzaron igualmente a pregonar que este columnista actuaba con la misma furia cuando había referentes a los míos; no quiero ahondar en el asunto sino sólo recordar que la conducta de Pedrito, una infidelidad convertida en escarnio público, no coincide con la de quien responde a las falacias e infamias contra la figura inmensa de mi padre o escupen envidia al referirse al trabajo de mi hijo mayor. Defiendo, sí, lo que me consta es justo y no un traspiés –que también los he tenido en distintos renglones-, muy infortunado por cuanto a que marcó a un colega para siempre. Punto final.

No me queda duda que difamar, arrinconar y desacreditar a un periodista es bastante más sencillo, con las amenazas judiciales consiguientes, que exponer denuncias periodísticas contra los intocables, esos mismos a quienes el señor peña juró su inexistencia y aseguró que no volverían –y lo cumplió porque nunca se fueron-; y mucho más complejo será siempre señalar a uno de los cómplices del presidente en turno, protegido por la dimensión de sus comisiones, a quienes no se les toca ni con al aire de un ave volando, mucho menos si es el águila vista como emblema nacional cuyas alas fueron cortadas por los fox y luego vueltas a reparar sólo para vindicarlas en el papel.

Hace poco más de una semana enfrentamos, todos, otro drama producto de la negligencia. Una empresa, cuya razón social es Mexichem –un extraño nombre con pretensiones acaso de remendar el nominativo patrio-, y su accionista principal es Arturo del Valle Ruiz, consejero de enrique peña nieto desde que formó parte del equipo de transición en 2012, destinada a fabricar tubos de plástico, en principio, hasta que le fue vendido, más bien entregado a precios de regalo, el complejo petroquímico de Pajaritos, en Coatzacoalcos -¡pobre Veracruz tan crucificada!-, para expandirse gracias a sus buenas relaciones cupulares –no copulares, señores correctores-.

El negocio fue redondo. Para empezar la planta laboral de PEMEX en este sitio era de dos mil doscientos trabajadores y los Del Valle la redujeron a sólo setecientos sesenta dejando, por ello, muchos aspectos severamente descuidados, esto es sin el debido mantenimiento. Cabe agregar que ahora la jefatura pasó a manos del hijo de Antonio, Juan Pablo Del Valle Peñalosa, de quien se aduce que fue él el responsable original del drama al dejar al descubierto la manutención de las torres destinadas a quemar los ácidos de alta peligrosidad y cuyo olor enferma y destruye los pulmones de la población, no sólo la relacionada con la empresa.

En fin, la explosión del pasado miércoles 20, a las cuatro de la tarde, es tan misteriosa como la que se dio en las Torres de PEMEX el 31 de enero de 2013 –el año en que Mexichem compró Pajaritos mediante “una asociación” privada con el aval de PEMEX, en los días cuando los sabios de la institución no preveían –los poco visionarios, se entiende-, la caída brutal del precio de la mezcla mexicana de crudo.

Recuérdese que entonces dirigía a PEMEX el imberbe Ignacio Lozoya Austin, hijo de la triada más cercana de amigos de carlos salinas, Ignacio Lozoya Thalman, quien había de ser removido en mayo de este año para favorecer, nada menos a José Antonio González Anaya, concuño del ex presidente salinas, quien no hace mucho se apropió de un predio de diez hectáreas, valuadas en 500 millones de PESOS –para no confundir las divisas-, gracias a las atingencia de la Suprema Corte de Justicia en donde los ministros impuestos por el propio señor salinas actuaron como los esbirros que son. Por cierto, el “terreno” en cuestión está situado en la llamada Zona Dorada… de Coatzacoalcos, claro. Las minas de la bienaventuranza no sólo se encuentran en donde operan las de oro, en Iguala sobre todo, región cuyo común denominador son los asesinatos y la “construcción” al vapor de fosas clandestinas para enterrar a quienes dejan de ser útiles.

La historia es dolorosa y conmovedora. Demuestra la febril fidelidad del señor peña con sus mejores aliados. A ninguno ha dejado suelto y sin cumplirle aunque sea a costa de traicionar a los mexicanos ofertando, a sus espaldas, el patrimonio nacional. No se puede perdonar tal felonía aunque el concuño del intocable salinas pida disculpas, como es la moda, para amortizar los daños mediáticos, que son los que les importan, mientras las cifras de muertos varían –en principio sólo se habló de tres y unos sesenta heridos-, de acuerdo al origen de la fuente; para la oficial son mínimas las pérdidas humanas y para los testigos presenciales se esconde la realidad detrás del trapecio de Mexichem, tan redituable para el amigo y su cómplice de Los Pinos.

Lo dicho: en ninguna otra administración se habían alcanzado cuotas tan elevadas de corrupción, tan cínicamente además, y en medio de una batahola de intereses cruzados que compromete a los pretensos a una candidatura presidencial, sobre todo luis videgaray caso, de Hacienda, y miguel ángel osorio chong, de Gobernación, quien no dejó de tartamudear ante el desastre de las Torres de PEMEX cuando el régimen en curso terminaba de cumplir dos meses y comenzaban a venirse abajo promesas, decisiones presidenciales y ofertas sin cálculos a cambio de una demagogia feroz, la mayor de nuestra historia, que por ahora arropa a los falsarios y habladores quienes ya han perdido el juicio histórico.

Ahora bien, ¿a quién beneficia la sostenida y paulatina destrucción de PEMEX? Obvio: a las trasnacionales que pretenden comprar a precios todavía más reducidos. Y seguimos montados en la misma mula.

Debate
Hace algunos años, cuando menos una década completa, percibimos e informamos que la distensión hacia los tráileres cargados con droga, a su paso por las autopistas de los Estados Unidos, sólo podía tener una explicación: el visto bueno de los aduaneros y los agentes de la Border Patrol estadounidense. En efecto, a partir de este punto, fue descubriéndose que la estabilidad del mercado estadounidense de estupefacientes deriva en buena medida de la capacidad de las agencias de inteligencia para mantener los equilibrios y simular la persecución de los cárteles mexicanos, con los que se entienden, sembrando cadáveres como rastrojos inútiles.

Al gobierno le molestó enormemente que se hablara de nuestro país como un enorme cementerio de fosas clandestinas en voz de algunos mandatarios centro y sudamericanos acaso molestos por la intromisión de los cárteles en sus propios países, digamos en Colombia en donde la paz pende de un hilo pese a los esfuerzos mayúsculos para detener a los narcotraficantes de Cali y Medellín sobre todo –la historia de Pablo Escobar ya se convirtió en leyenda telenovelera-, y ahora se percatan que son los capos mexicanos quienes mantienen el comercio envilecido. ¿Qué se puede esperar en el futuro?

Pero más brutal aún es la ausencia de capacidad de nuestros gobernantes para hablar claro en la Casa Blanca y exigir, con pleno uso de la soberanía nacional, que se proceda en la Unión Americana con la misma rudeza con la cual se persigue y mata a los agentes del mal y sicarios en territorio mexicano. ¿Para eso es para lo que les permiten a los policías de extranjero portar y usar armas sobre territorio nacional? Me temo que sí.

Ahora, la denuncia ha crecido sobre la propensión de aduaneros y agentes fronterizos a corromperse no sólo por dinero sino igualmente por su inclinación por las ofertas sexuales de primera línea. Las deformaciones sobre las costumbres estadounidenses, mil veces difundidas por la televisión, crecen sin remedio; pero la basura la siguen arrojando sobre México.

La Anécdota
De acuerdo al Comité de Protección de Periodistas, en México se ha asesinado a sesenta colegas en los últimos tres años. A este ritmo, de veinte crímenes cada doce meses, al final del sexenio –con o sin peña-, tendremos más de cien cadáveres de colegas silenciados, más de los anotados durante el execrable régimen de miguel de la madrid y de su testaferro manuel bartlett díaz, ahora cobijado bajo los pantalones de Andrés Manuel.

Por lo anterior, aparecemos ahora entre las naciones con mayores índices de represión contra los informadores, que encabezan Eritea, Corea del Norte y Arabia Saudita. Pero no se explica la razón de ello: en las naciones mencionadas sí se contabilizan a los “desaparecidos” como muertos y en México el tema es obtuso y con frecuencia mentiroso. Hay más “levantados” que ensangrentados… pero los primeros rara vez regresan.

Otra medalla, la de la simulación de asesinatos, para el pecho de peña nieto.

Decían que la corrupción no se extendía hacia los Estados Unidos.
Era como un estigma para México lo mismo que la supuesta democracia de allá.
En 2000, fue mayor la limpieza comicial en México sin que llegara a ser inmaculada;
y en este 2015 queda claro que los agentes de allá son tan corruptos,
o más, que los mexicanos. ¿Miramos al sur?

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