Con quiénes contamos
Por: JAFET RODRIGO CORTÉS SOSA
Te has preguntado, ¿con quiénes cuentas realmente?, es una verdad que para lo realmente importante estamos habitualmente solos. En los momentos decisivos, aquellos instantes donde la carencia nos muerde los tobillos, los problemas nos ahogan y la preocupación nos ha rebasado por completo, es cuando nadie extiende la mano, cuando todos se esfuman por completo o simplemente apuntan la vista a otro lado.
En cambio, cuando hemos pasado aquellas crisis y la fortuna vuelve a sonreírnos, no faltarán aquellos que se acercan para criticar lo que has conseguido, por mucho que parezca, nunca será suficiente para aquellos buitres de la tragedia, animales rapaces a la espera de cualquier resquicio de inseguridad, cualquier tropiezo por más pequeño que sea, para devorarte pedazo a pedazo.
En realidad, no les importa nada con qué partido converges, dónde militas, con quién trabajas, dónde vives, qué escribes, qué piensas, qué sueñas, con qué aspiraciones cuentas; no les importa tu existencia, si es que comes, calzas, vistes; vale un comino para ellos si tienes vida o si verdaderamente sólo sobrevives; todos son desconocidos a la luz de nuestro mundo, viendo y esperando que te tropieces, para sentir un poco de felicidad ante tu miseria, un poco de felicidad ante su insatisfacción.
A la gente, generalmente no le importas, lo que le importa de ti es observar para criticar, hagas lo que hagas, pero nunca observar para estar ahí contigo cuando te estás enfrentando al mundo. Cuando comprendemos esa diferencia entre lo que quieren con lo que uno aspiraría que hicieran por uno, se vislumbra un atisbo de la trascendencia de mandar al carajo todo y a casi todos para concentrarse en uno mismo, en la propia felicidad, en nuestra satisfacción, crecimiento, en nuestro proceso y no tanto en el proceso del mundo.
Tomes la decisión que tomes, la gente va a estar inconforme con el lugar donde estás, con tus sueños, con lo que te hayas ganado; no le importará nada, ni un céntimo todo el esfuerzo que tuviste que hacer para llegar a donde estás, para conseguir lo que tienes, para aspirar a lo que aspiras. Cuando te des cuenta de ello, sabrás que no te tienen que importar
aquellas infundadas opiniones que juzgan desde la imaginación e ignorancia, desde los miedos e inseguridades ensimismadas de propios y extraños que sólo miran.
Pese a la decisión que tomes, el lugar donde estés y el destino que transites, habrá gente insatisfecha con ello, que se quejará desde las sombras u oculta entre el tumulto, aludiendo que debiste tomar otro camino. El problema no es que lo hagan, sino que les tomemos en serio, porque la satisfacción no tiene por qué ser de quien no protagoniza la historia, la satisfacción debe ser principalmente nuestra, que somos quienes recibimos los embates sublimes o furiosos de la vida.
Al volverse nuestra aquella satisfacción, empezamos a caminar sin esa carga pesada que nos envuelve cada vez más, que estrangula con mayor fuerza si le dejamos hacernos daño, si bajamos la guardia, si permitimos que sus embates nos nublen la vista. Al volverse nuestra aquella satisfacción, comenzamos a ver.
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