Centralismo democrático, socialismo feudal y mainstream electoral
Por Francisco Tomás González Cabañas
«Libertad de discusión, unidad de acción” (Lenin, Vladimir. «Informe sobre el Congreso de Unidad de la R.S.D.L.P.» «VIII. El Congreso resumido». Marxists Internet Archive. Retrieved 14 February 2020.) Artículo 3. “Los órganos estatales de la República Popular de China aplican el principio del centralismo democrático. El Congreso Nacional del Pueblo y los congresos locales del pueblo en diferentes niveles se instituyen mediante elecciones democráticas. Son responsables ante las personas y están sujetos a su supervisión. Todos los órganos administrativos, judiciales y fiscales del estado son creados por los congresos populares de los cuales son responsables y bajo cuya supervisión operan. La división de funciones y poderes entre los órganos estatales centrales y locales está guiada por el principio de dar pleno juego a la iniciativa y el entusiasmo de las autoridades locales bajo el liderazgo unificado de las autoridades centrales”.
Este eje rector de las nociones comunistas del quehacer político tienen estricta relación con una frase conceptual, que semánticamente, podríamos comprar como políticamente correcta para nuestras experiencias democráticas. Se trata ni más ni menos de dejar hablar, expresar y relatar diversas vivencias a los actores políticos, siempre y cuando, la decisión, ya tomada y no discutida, se cumpla a rajatabla. En términos ordinarios, o duros o fácticos, podríamos decir en verdad que el centralismo democrático es en definitiva una práctica masturbatoria del materialismo dialéctico devenido en deseo de lo democrático que no puede exceder o fugar la experiencia capitalista (es decir seguir pensando en nociones marxistas reconociendo la imposibilidad de emanciparse de la hegemonía demócrata-capitalista).
Para observarlo desde otro dispositivo que funge de manera similar, iremos hacia otra frase conceptual que nos conduce al mismo sitio.
Así como en el manifiesto comunista pedido por encargo a Marx y Engels, se analiza el socialismo feudal es necesario que dejemos en claro, palabra por palabra como lo describieron los históricos autores:
“La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su puesto histórico, se dedicó, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la revolución francesa de julio de 1830, en el movimiento reformista inglés, volvió a sucumbir, arrollada por el odiado intruso. Y no pudiendo dar ya ninguna batalla política seria, no le quedaba más arma que la pluma. Mas también en la palestra literaria habían cambiado los tiempos; ya no era posible seguir empleando el lenguaje de la época de la Restauración. Para ganarse simpatías, la aristocracia hubo de olvidar aparentemente sus intereses y acusar a la burguesía, sin tener presente más interés que el de la clase obrera explotada. De este modo, se daba el gusto de provocar a su adversario y vencedor con amenazas y de musitarle al oído profecías más o menos catastróficas. Nació así, el socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna.Con el fin de atraer hacia sí al pueblo, tremolaba el saco del mendigo proletario por bandera. Pero cuantas veces lo seguía, el pueblo veía brillar en las espaldas de los caudillos las viejas armas feudales y se dispersaba con una risotada nada contenida y bastante irrespetuosa.Una parte de los legitimistas franceses y la joven Inglaterra, fueron los más perfectos organizadores de este espectáculo. Esos señores feudales, que tanto insisten en demostrar que sus modos de explotación no se parecían en nada a los de la burguesía, se olvidan de una cosa, y es de que las circunstancias y condiciones en que ellos llevaban a cabo su explotación han desaparecido. Y, al enorgullecerse de que bajo su régimen no existía el moderno proletariado, no advierten que esta burguesía moderna que tanto abominan, es un producto históricamente necesario de su orden social. Por lo demás, no se molestan gran cosa en encubrir el sello reaccionario de sus doctrinas, y así se explica que su más rabiosa acusación contra la burguesía sea precisamente el crear y fomentar bajo su régimen una clase que está llamada a derruir todo el orden social heredado. Lo que más reprochan a la burguesía no es el engendrar un proletariado, sino el engendrar un proletariado revolucionario. Por eso, en la práctica están siempre dispuestos a tomar parte en todas las violencias y represiones contra la clase obrera, y en la prosaica realidad se resignan, pese a todas las retóricas ampulosas, a recolectar también los huevos de oro y a trocar la nobleza, el amor y el honor caballerescos por el vil tráfico en lana, remolacha y aguardiente. Como los curas van siempre del brazo de los señores feudales, no es extraño que con este socialismo feudal venga a confluir el socialismo clerical. Nada más fácil que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista. ¿No combatió también el cristianismo contra la propiedad privada, contra el matrimonio, contra el Estado? ¿No predicó frente a las instituciones la caridad y la limosna, el celibato y el castigo de la carne, la vida monástica y la Iglesia? El socialismo cristiano es el hisopazo con que el clérigo bendice el despecho del aristócrata”. (Recuperado de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm )
Finalmente la última de las nociones enlazadas o hermanadas en la tríada en la que se compone nuestra experiencia de lo democrático, que acarrea la matriz unívoca planteada por la noción política que alumbró el marxismo como otras expresiones de neto corte anti-popular en el sentido de que no permiten expresiones, manifestaciones o deseos por fuera de lo sentado, ofrecido o establecido por las élites en vínculos con el poder y destinadas, en una suerte de privilegio mesiánico o victoriosas ante una guerra sin cuartel por demostrar ser los más aptos.
Hablamos del neologismo “Mainstream” al que le agregamos electoral que tiene que ver con las tendencias mayoritarias que generan en la opinión pública, una predominancia de la que es casi imposible desentenderse y mucho menos enfrentar. Lo electoral no escapa a verse arrollado por esta fuerza magnánima y termina replicando, como tótem sacro, la única experiencia aprobada por nociones mayoritarias en relación a lo democrático que es lo electoral. Seguramente el poder ir a votar (que es optar y no elegir) es sino lo único, lo prioritario que valoren las mayorías en el caso de ser consultadas acerca de en qué son beneficiadas por la democracia. Simbólicamente podría implicar también que el valor de la urna, cesta o canasta electoral, aleja los fantasmas de la violencia política en muchos sitios y en nombre de la democracia mal entendida, hubo de ser aplicada décadas atrás. La réplica viral, que se profundiza en tiempos de pandemia, de las ciber campañas, las campañas bajo protocolo de distancia, en donde cada vez se reconoce más que se dice o se propone menos o casi nada. Las usinas de pensamiento de un determinado lugar, alumbraron por ejemplo la dislocación de la morfología de las palabras, para dotar de sentido, a una supuesta finalidad política, que es ni más ni menos que otro intento de edulcorar lo amargo de la experiencia política de los últimos tiempos. Creer que nos van a convencer que tenemos políticos y políticas, que hablen invocando a los géneros colectivos y colectivas, por mencionarlos al finalizar con las letras O y A, en su defecto con la E o la X, es reafirmar el desquicio presente en el que vivimos.Sí proyectamos, así como las generaciones anteriores, iban armadas para saldar diferencias o entenderse mejor con los otros, probablemente a nuestros nietos, les sirva más el tener conocimientos en el manejo de armas que en el uso de las palabras. No porque quien suscribe lo desee, nada más lejos de esto, sino porque todo indica que vamos camino a ello. La oligofrenia de la ratificación. El horror al entendimiento. La autoafirmación de lo mismo que excluye, cada vez más violentamente la experiencia del otro. El presente de esta sectorización en lo simbólico y virtual, el mañana que nos despertará con el doloroso e inconmensurable pasaje al acto. La democracia, subsumida y consumida en la faz agonal, que permite solamente una faz arquitectónica para perfeccionar los ejércitos de las facciones en disputa. Lo electoral sacralizado, bajo la supresión de los otros, al consagrar una mayoría por una mínima diferencia, impuesta en muchos sitios por una segunda vuelta sangrante y desgarradora. Hasta las campañas, que antes fugaban con la posibilidad de debates, de la incógnita, de trasuntar los pasos de lo posible, es simple y sencillamente, un copiar y pegar de un par de actos o de acciones, carentes de sentido, de espíritu, pero válidas y validantes que permiten que digamos que vivimos democráticamente, cuando en verdad, estamos sumidos en experiencias totalitarias, investidas bajo una semántica de lo democrático, como ya lo hicieron los comunistas, como lo hace el capitalismo con sus excedentes y como lo hacemos nosotros, cuando no pensamos, no reflexionamos, no indagamos, no exigimos, ni le reclamamos algo más que el mero testimonio electoral a nuestra actual experiencia de lo democrático.
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