A su majestad Felipe VI: A propósito de la resolución del parlamento europeo que considera una autocracia electoral a Hungría
Por Francisco Tomás González Cabañas
Por cargo de su antepasado Felipe III, Francisco Suárez descolló con su genio y talento, para ponerle palabras a la tensión entre poder real y espiritual. “…frente a la familia como sociedad embrionaria e imperfecta, hay que estudiar la sociedad civil o política como sociedad perfecta. Una sociedad que no tiene como fin formar hombre buenos, sino convertir a los hombres en buenos ciudadanos en la vida temporal, persiguiendo de consuno el bien común en justicia y en paz… para que esta sociedad se pueda desarrollar y cumplir sus fines, se hace preciso contar con la autoridad legítima con capacidad para legislar y de hacer cumplir la ley…¿quién es el depositario de la autoridad?…esa autoridad ha sido dada por Dios al pueblo o a la sociedad como su depositaria primigenia”. (Rábade Romeo, S. 1997. Francisco Suarez : 1548-1617. 1a. ed. Madrid: Ediciones del Orto., p. 46-47).
Tanto usted, como las instituciones o dispositivos establecidos e instituidos, no son más que intermediarios, ante el ejercicio de un gobierno, que por definición (en lo correspondiente a la democracia) le corresponde al pueblo.
En esta condición, o tal vez, incluso, reducidos a la categoría de horda, en dónde, producto de la diáspora de valores, sentidos y posibilidades, de un aspecto de lo común, nuestras vidas, no puedan ir más allá de la supervivencia mera y huera, cotidiana y constante, desde esta parte de las indias (que más luego fueron renombradas con claros ánimos de tutela y de dominio) le tenemos para decir lo siguiente:
La emancipación, incardinada cómo autodeterminación de pueblos, llevada a cabo siglos atrás, por grupos minúsculos, facciosos y con la impetuosidad de ejercer una representación de totalidad, absolutista e imposible, no liberó, ni libera a la mayoría estadísticas de los integrantes de nuestros «demos» a la pobreza y la miserabilidad a la que somos condenados y sometidos bajo la argucia de que habitaremos alguna vez en ese sitio inalcanzable que dan llamar democracias completas, acabadas o totales.
«El pasado no es algo que quede lejos, separado de nosotros. Sino que nosotros somos este mismo pasado…Justo en lo que ya no vemos, en lo que se ha tornado cotidiano, está actuando algo que una vez fue objeto del más grande esfuerzo espiritual…Comprender la historia no puede querer decir otra cosa que comprendernos a nosotros mismos, no en el sentido de que podamos constatar qué nos pasa, sino de que experimentamos lo que debemos. Apropiarse del pasado significa saberse uno mismo en deuda con él» (Heidegger, M. Phänomenologische Interpretationen ausgewählter Abhandlungen des Aristoteles zur Ontologie und Logik. Editorial Klostermann Vittorio GmbH. Pg.,19:11).
Atentos a la resolución reciente del parlamento europeo con respecto a la república de Hungría, a la que consideran un bajo un régimen de autocracia electoral, desde los otrora terrenos de ultramar, no somos menos los supuestos estados confederados, distritales, regionales o gobernancias de estas indias, los depositarios de la autoridad dimanada por dios, más allá de su condición religiosa, sino como su significancia de primera o última causa que padecemos, en nombre de formas de organización política, todas y cada unas de las defecciones (y más) de las que detalló la institución representativa recientemente: «On the proposal for a Council decision determining, pursuant to Article 7(1) of the Treaty on European Union, the existence of a clear risk of a serious breach by Hungary of the values on which the Union is founded» (C9‑0000/2022 – 2018/0902R(NLE).
Sea mediante una real cédula, o por las artes políticas y simbólicas que lo mantienen ejerciendo su poder (independientemente que el mismo se exprese en un plano real, simbólico o imaginario) le solicitamos que en nuestra calidad de súbditos de toda autoridad, menos de los que nos han dicho y nos siguen diciendo que nos van a emancipar para con tal promesa fortalecer la opresión, que pueda interponer en el ámbito del parlamento europeo nuestra idéntica situación que la húngara, empeorada por los indicadores sociales exacerbadas en cantidades industriales de pobres y miserables que más temprano que tarde, pretenderán en caravanas migrantes, ingresar por las puertas, las ventanas o cualquier hendija de «Hércules» a vuestros jardines y palacios. En el plausible caso de no ser considerados como integrantes de tal continente, que por intermedio suyo, se nos brinde la audiencia en el parlamento europeo, para interponer allí la violación a la carta democrática en estas partes del mundo. La Carta Democrática Interamericana es un documento aprobado y firmado por los miembros de la Organización de los Estados Americanos en la ciudad de Lima, Perú, en la Asamblea General de esa organización celebrada el 11 de septiembre de 2.001.
“La democracia y el desarrollo económico y social son interdependientes y se refuerzan mutuamente. La pobreza, el analfabetismo y los bajos niveles de desarrollo humano son factores que inciden negativamente en la consolidación de la democracia. Los Estados Miembros de la OEA se comprometen a adoptar y ejecutar todas las acciones necesarias para la creación de empleo productivo, la reducción de la pobreza y la erradicación de la pobreza extrema, teniendo en cuenta las diferentes realidades y condiciones económicas de los países del Hemisferio. Este compromiso común frente a los problemas del desarrollo y la pobreza también destaca la importancia de mantener los equilibrios macroeconómicos y el imperativo de fortalecer la cohesión social y la democracia” (Artículos 11 y 12 de la Carta Democrática).
A la espera de una respuesta favorable y una resolución positiva ante el requerimiento, le deseo lo mejor, independientemente de lo que signifique ello.
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