Vaticano 2014: Sínodo de Obispos de la Iglesia Católica

La Habana (PL) Si 2013 resultó un año crucial para la Iglesia católica con la asunción de Francisco como primer Papa latinoamericano, 2014 no fue menos, al celebrarse la III Asamblea General del Sínodo de Obispos.
El evento, calificado de histórico por el propio Sumo Pontífice y por los participantes, se desarrolló entre el 5 y el 19 de octubre, y constituyó, según publicó Radio Vaticano, el evento más importante para la Santa Sede en el año que termina.
De acuerdo con el citado medio, el encuentro, tal como se esperó desde su anuncio oficial, pasó a la historia, sobre todo por los temas debatidos, hasta hace muy poco considerados como tabúes y con escasas posibilidades de ser discutidos en una cita.
La prensa destacó con antelación que los católicos, célebres por las posturas tradicionalistas desde tiempos inmemoriales, prefirieron alejarse de problemas y cambios inevitables al interior de las sociedades.
Sin embargo, éste último Sínodo, bajo el título Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización, apostó por la necesidad de abordar con prontitud y la mayor franqueza posible temáticas relacionados con la familia del siglo XXI.
En la medida en que avanzaban los debates, los prelados dejaron ver sus criterios y las muy esperadas posturas divergentes sobre los tópicos llevados a la mesa de discusión.
Así, temas como otorgar o no la comunión a los divorciados católicos tras un segundo matrimonio y la actitud asumida en el trato a los homosexuales trascendieron por encima de otros, de acuerdo también con los intereses de los emporios comunicativos.
El cardenal Luis Tagle, obispo de Manila, negó con cierto tono de queja que los únicos temas afrontados con pasión fueran los dos antes mencionados.
Puntualizó Tagle que también fueron de amplio interés en el transcurso de las sesiones la situación de los refugiados, la paternidad y maternidad ejercida por personas con traumas post guerras, y la ayuda internacional a países pobres entregada bajo condiciones inmorales.
Lo cierto es que el Sínodo vendió montones de periódicos alrededor del mundo y ocupó más titulares que ningún otro anterior, aunque la intención no siempre fuera dar la imagen de una institución religiosa donde se apuesta por flexibilizar los dogmas.
En su discurso de apertura, el Santo Padre instó a expresar íntegramente lo que se pensaba, y a exponer las reflexiones personales y la de miles de creyentes en las diócesis de los obispos asistentes.
Desde el inicio de su pontificado, Francisco muestra una postura más abierta hacia temas antes rechazados por muchos fieles.
Descartó recientemente, además, cualquier tipo de censura previa a la información emitida sobre el Sínodo y defendió la apertura lograda en los intercambios en el concilio religioso.
Eso, tras las acusaciones de algunos medios de comunicación sobre el excesivo rigor por parte de la Santa Sede en el momento de dar a conocer lo planteado en el interior de las discusiones.
Claro, señaló el Papa, las etiquetas sensacionalistas alimentan el morbo y resultan más atractivas para quienes quiere vender y no transmitir verdades o conclusiones que aporten realmente y sean beneficiosas para las mayorías.
El Sínodo finalizó con la aprobación de un extenso documento donde se reflexionó sobre cuestiones relacionadas con los núcleos familiares.
En el texto se calificó a la pobreza, la emigración, la violencia y la injusticia social como grandes amenazas para la permanencia de la familia.
Se añade que muchas de las problemáticas causantes de la fragmentación de esos componentes de la sociedad se originan en la crisis económica mundial, la cual acentúa la brecha entre ricos y pobres.
Cierto es que, como planteó el Obispo de Roma, fue difícil llegar a un consenso en muchos temas, como el de dar o negar la comunión a divorciados creyentes tras segundas nupcias.
Pero, sentenció Francisco, los asistentes sí coincidieron en otros puntos, entre ellos la necesidad de acelerar procedimientos de nulidad matrimonial, para evitar mayores sufrimientos a las parejas.
De acuerdo con la oficina de prensa del Vaticano, prevalecieron dos líneas de pensamiento sobre permitir los sacramentos a quienes se vuelven a casar.
Una fue la de los partidarios de la doctrina y la prohibición de segundas nupcias, pues se considera pecado, al cometer adulterio.
Los defensores de la otra vertiente instaron a ver el problema desde la clave de la misericordia y a diferenciar entre cada una de las situaciones específicas.
También se reflejó en el informe conclusivo el interés general en no rechazar a los homosexuales, siempre y cuando su unión no esté equiparada al matrimonio.
Aunque lo expresado no sea todo lo que se necesita, como apuntaron los reportes más incisivos, sí es más de lo que se esperaba y constituye, además, un desafío de la Iglesia a sí misma para otorgar un espacio fraternal a quienes conviven con personas de su mismo sexo.
En un intento por rescatar los valores de la familia tradicional, las conclusiones de la III Asamblea General del Sínodo de Obispos dejan la puerta abierta y sirven de base, no para posturas definitivas sobre cada temática, sino para un próximo encuentro, previsto en octubre de 2015.
Para crear espacios de diálogos previos a esa cita, el Vaticano publicó al finalizar 2014 la lista de preguntas que se someterán a consideración y debate en todas las comunidades eclesiásticas alrededor del mundo.
Las últimas regulaciones no fueron tomadas, y resta esperar lo que dentro de casi un año pueda ocurrir cuando los prelados de casi todos los países vuelvan a reunirse, con la esperanza de encontrar puntos de equilibrio en temas complejos para cualquier ser humano, sea religioso o no.
Abrir canales para buscar el entendimiento, ya es un importante inicio para encontrar respuestas a cuestiones vitales de la Iglesia y del mundo.
Tal vez la prensa internacional se retracte de calificar al Sínodo como un «desencuentro» en vez de un encuentro, eso si se consigue combinar cuestiones doctrinales con el respeto a la vida en todas sus dimensiones y la pertinencia de atemperarse a condiciones humanas del presente.

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