Guillermo Robles Ramírez

Un pueblo chatarrero

Guillermo Robles

La vida es cada vez más cara y con los años se puede observar simplemente con las viviendas construidas por el Infonavit, es decir, cada vez más chiquitas. Pero no solo eso sino también sucede lo mismo con las calles que a simple vista antes de ser terminada esas colonias aparentemente son suficientemente anchas pero una vez habitadas son insuficientes.

En esas calles de las colonias populares y nuevas colonias de clase media una vez que las familias viven ahí, se ven vehículos estacionados por donde quiera, siendo imposible encontrar un espacio más para poder estacionarse, siendo muy común las peleas entre vecinos porque están invadiendo la cochera o una parte del frente de su propiedad, y no siendo suficiente con ello el tránsito entre esas calles angostas es a tal grado que solo puede circular un solo vehículo.

Hay veces que cualquiera se puede cuestionar de dónde sale tanto carro ante tanta crisis que siempre se ha manejado por años en nuestro país, siendo incongruente a la vez una situación paupérrima en la economía de México, tal parece que cada hogar de ese sector de la población posee un vehículo propio por cada miembro que habita dentro.

Por años México fue inundado y saturado de chatarra automotriz procedente de los Estados Unidos, convirtiendo a nuestro país en patio trasero de los “gringos”.

La introducción de vehículos chuecos, “chocolates” o ilegales durante esos años, se estima en varios millones de unidades automotrices.

Los primeros en sentir esa intensa ilegalidad de la chatarra motriz fueron las entidades fronterizas con el vecino del país del norte, y al sur de México como Chiapas, Campeche y Tabasco que fueron saturadas con unidades “chocolates”.

La costumbre de la ilegalidad hizo a los mexicanos inmune a la vista de todos, incluyendo a las propias autoridades en que sin importar la hora estuvieron circulando y todavía a la fecha, esas unidades motrices “chocolates”, pasando por las fronteras del Norte de México y transitando por las carreteras de la República Mexicana.

Pocos agregaban que el contrabando automotriz era más que todo, por las autoridades corruptas que se tenía cuidando los puentes de la frontera Norte y las que supuestamente vigilaban las carreteras nacionales.

Autoridades federales, estatales y municipales, se pasaban la responsabilidad y culpas de un lado a otro, con el pretexto que no correspondía a esas jerarquías detener la pasada de los ilegales, siendo esto aprovechado por diferentes organizaciones dizque defensores del patrimonio familiar, refiriéndose a gente “jodida” que no tenía para comprar una unidad automotriz nacional.

El pretexto resultaba inapropiado, pues fue comprobado que resultaba más costoso pasar un “chueco” que un “legal”, si se sumaban los “moches”, extorsiones y “gratificaciones” pedidas por los “custodios” de los puentes fronterizos, luego los embutes a los policías federales de camino que junto con cuerpos policiacos estatales con “facultades” de cobrar “peaje” a todo quien conducía un “chueco” y más adelante, lo que tenían que entregar a las policías y agentes viales para permitir el paso de los “chocolates”.

Esto fue realmente un verdadero negocio, pero para los que pasaban por los puentes y trasladaban a los “ilegales” hasta su destino y dependiendo de la Entidad y ciudad a donde se tenía que “entregar la mercancía”.

El pretexto para seguir siendo el patio trasero de los gringos, fue pregonado por todos los niveles de autoridades, pues de haber actuado, terminaría con el jugoso negocio de pocos.

Algo que, si no se pudo corregir por muchísimos años, ahora tampoco se va poder así esté el partido político que este al frente del gobierno federal en turno. Simplemente hay ciertos vicios que nunca van a cambiar este quien esté, convirtiendo nuestras colonias en un verdadero chatarrero.  (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) 

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