TRAGEDIA QUE NO SE OLVIDA
Hace unas décadas, el escuchar o saber de personas perdidas resultaba poco escuchado y probable de suceder a cualquier familia. Por lo general era algo que si llegara a suceder era un familiar de la tercera edad que por su problema de la vejez o bien sin avisar salía de su casa y le daba el alzhéimer en la calle, no pudiendo recordar nuevamente el camino de regreso a su casa.
En la actualidad este problema de las personas perdidas ha aumentado y sumado a la indiferencia de las autoridades y en la mayoría de los casos a los fracasos de éstas mismas, ha hecho de la situación como parte de la vida cotidiana, extendiéndose cada vez más alrededor del mundo en donde millones de padres, hermanos, cónyuges e hijos que buscan a un familiar desaparecido, cuyo hueco en el seno de un hogar nunca más podrá ser llenado y donde los miembros se ven afectados psicológicamente, social y económicamente ante el desgaste que genera la ansiada búsqueda de aquel que no sabe si se encuentra aún con vida y de quien nunca aceptarán su muerte mientras su cuerpo no sea hallado en algún lugar.
Es de tal suerte el duelo e incertidumbre que viven las personas que rodean a la persona extraviada que vienen a convertirse en víctimas también, donde su derecho a ser informados sobre los avances del paradero de su ser querido lo llevan a un vía crucis al tener que enfrentar día a día tanto a las autoridades jurídicas, gubernamentales y sociales que les causa un trastorno en su vida emocional por la ansiedad no aceptada que los dirige a una especie de coraje contra el sistema que los hace incapaces de emprender un proceso de readaptación y reconciliación a nivel personal y comunitario mediante la no aceptación o la negación.
Muchas interrogantes existen por saber el número real de cuántos desaparecidos en nuestro país o en Coahuila. Hay veces que se manejan números, pero en realidad nunca va existir una estadística que permita conocer cuántas personas se encuentran en esta situación.
Pero para estas familias quienes han sufrido la desaparición de un ser querido, se sabe hoy que afuera hay mucha gente que ve esta sed de esperanza e ilusiones como una mina para oportunidades que negocian y juegan con el sufrimiento humano, desde el momento de quienes sufren publican algún número telefónico en los diferentes medios de comunicación dando aviso a los escrupulosos delincuentes que tratan de sacar provecho recurriendo a la modalidad más común de llamar para decir que tienen información sobre su familiar y que si quieren saber más compre una tarjeta para celular y les dé la clave, porque según ellos disponen de muy pocos minutos de crédito.
Otros dicen saber dónde se encuentra la persona buscada y piden que acuda un familiar amigo u otra persona a un lugar determinado, esto es previo acuerdo de una gratificación, dicen que sólo recibirán dicha recompensa, si es que efectivamente se trata de la persona desaparecida.
Tampoco pueden faltar en las dependencias policiales el aprovecharse de la situación dándose casos en la solicitud de dinero para combustible de las patrullas o el famoso “moche”, para aceptar la denuncia.
Hay organismos que ante dicho problema han tratado de dar solución a las personas pérdidas o extraviadas porque muy difícilmente la autoridad tiene capacidad para ello y aún para aquellos casos en donde por el temor de la denuncia no lo hacen o simplemente la falta de credibilidad de los diferentes cuerpos policíacos los familiares no lo hacen pero siempre tendrán en la mente buscarlos hasta el fin del mundo y de sus días. Hay que tener cuidado siempre de cómo actuar en caso de una desaparición pero sobre todo es mejor prevenir con una nueva cultura de precaución la información que se sube en las diferentes redes sociales ya que de ahí es de donde se nutren los malvivientes o enamoran falsamente a quienes buscan el amor por Internet para después convertirlo en una tragedia que no se olvida. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org
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