¿Todos culpables por los suicidios?

Cada vez aparecen más seguido notas informativas en los periódicos y en otros medios de comunicación encabezados sobre personas que se suicidan. Un acto de cobardía o un acto de valentía son las dos vertientes por las que serán juzgados por la sociedad, sin embargo, la sorpresa ya no es una alternativa porque la sociedad ya lo convirtió como un fenómeno que forma parte de la cotidianidad.

Así de escalofriante y deshumanizado suena la triste realidad, pero el suicidio es un fenómeno complicado. Hay tantas razones por las cuales las personas toman sus propias vidas, ya que hay gente que lo hace. Pero mientras que los factores físicos, psicológicos y sociales pueden ser desencadenantes de todo, el sentimiento que subyace con frecuencia esta acción es el aislamiento.

Mis padres al menos me daban en ese sentido una explicación del por qué se quitaban la vida en mis años de adolescencia en donde la misma soledad los empujaba a eso.

Pero muy a pesar de ello y de ser un acto de una sola persona aislada, el suicidio tiene sus raíces en la sociedad, porque existe la depresión, la soledad, la vejez, entre otros y también el más reciente causa el bullying.

Muy independiente sobre la apreciación personal o de mis padres que tengas sobre el suicidio, hay otras perspectivas a considerar sobre la misma, por ejemplo, en la Biblia, en la parte de los mandamientos, lo dice muy claro: No matarás. Aunque evidentemente nos ha gustado darle múltiples interpretaciones. Que si se trata de un violador múltiple, que si es por un embarazo riesgoso, que si se trata de un deporte con toros y hasta hay quienes aseguran que Dios no manda a nadie a matar, sino que nos dice que una vez conociendo la palabra de Dios, seremos personas que no matan.

Tanto en las diferentes productoras de cine, pero las películas más taquilleras de terror o thriller, la muerte es tema común y porque no hasta como cosa sabrosa. Casi se puede asegurar que no hay película con un premio de Oscar que no contenga una dosis de muerte. No importa si es la sangre del enemigo como el “El señor de los Anillos”, la famosa pelea de los espartanos “300” o si es la del protagonista, como el papel que encubrió a Leonardo Di Caprio en Titanic. La idea es que se muere alguien.

La cultura popular también toma la vida y la muerte como cosa de tradiciones. Celebramos el Día de los Muertos y vamos al panteón en el aniversario de nuestro luto, la muerte de Jesucristo la lloramos y la cantamos. La muerte está presente en múltiples celebraciones incluyendo en donde matamos animales para alguna ocasión en especial como cuando se hacen los tamales o un lechoncito para navidad o cualquier otra ocasión o simplemente para comer y poder sobrevivir.

La ciencia ve la muerte también como parte relevante de su trabajo. La psicología estudia las reacciones de la mente respecto del tema. Los doctores hacen cuanto pueden para poder evitar la muerte, pero ya muerto el paciente le hacen necropsia.

Hay muchas formas de ver la muerte. Pero existen dos vertientes y preguntarnos qué pasa cuando la muerte es la propia, es decir, por decisión de Dios y no provocada y la otra qué pasa en Coahuila con el índice de incremento donde tanta gente se suicida.

Obviamente los distintos puntos de vista, desde los religiosos hasta los historiadores, científicos y artistas, cada uno, ve el suicidio desde su perspectiva. Por mencionar dentro de la religión los hebreos, sujetos a los diez mandamientos grabados en piedra, el suicidio era poco frecuente entre los judíos de la antigüedad. Luego, en tiempos de guerra servía para librarse de las consecuencias de la derrota política o militar.

En el cristianismo, la Biblia habla del suicidio como una forma de llegar antes a la “nada” o como la forma de salir de una habitación llena de humo. En ésta religión primero se aceptaba y luego fue un pecado capital en donde los suicidas tenían funerales aparte, sus nombres no se mencionaban en misa para pedir por sus almas, no había plegarias e incluso la familia era objeto de escarnio. La tentativa de suicidio era comparable a la locura, de ahí el que se ocultaran esos casos.

Por otro lado, la sociología define tres tipos de suicidio en tres tipos, el altruista, el egoísta y el anómico. El primero son los grupos primitivos, por necesidad de la comunidad los más viejos y enfermos preferían quitarse la vida a permitir ser una carga para los demás, para no estorbar.

Los segundos son propios de la sociedad moderna, pese lo individual sobre lo colectivo y es el exceso de individualismo lo que lleva al desapego al grupo social, familia y la colectividad motivando un estado en donde el individuo se queda “sin nada de qué agarrarse”.

Y por último, el suicidio anómico que habla de problemas de armonía social, desajustes familiares y económicos, la falta de reglas sociales y no se logra influir en los miembros. El suicidio no se liga a factores económicos sino más bien a tener riqueza y luego no tenerla o que el exceso de recurso lleve a la insatisfacción personal por lo que en los países pobres habría menos suicidios.

Y pese a que cada visión es muy distinta, hay una coincidencia: Nadie responde con autoridad plena y conocimiento irrefutable el asunto. Estamos ante una gran pregunta sin respuesta.

Aunque vemos preocupaciones de las autoridades por el asunto, los académicos nos han señalado a los periodistas como portadores de algo de la responsabilidad en las siniestras estadísticas y aunque mucho habrá de conocerse durante el año, parece simplemente, que los responsables podemos ser todos.

Es difícil definir un comportamiento tan homogéneo en una sociedad heterogénea, pero de alguna forma encontramos que las cosas de la ciudad, con sus problemas de falta de dinero, sus crisis emocionales y las cosas que aquí ocurren, así como los asuntos individuales de todos aquellos que se han quitado la vida, forman un caldo de humores propicio a mantener viva la estadística de suicidios.

Efectivamente algo hay que reflexionar en todo esto, porque no debe seguir pasando. No más suicidios.

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