Se resisten en hacer su itacate
Por Guillermo Robles Ramírez
¿Será correcto que autoridades federales se acostumbren a ver la pobreza de los campesinos coahuilenses? Una respuesta demasiado obvia cuando se tiene un sentido humano y sensibilidad, sin embargo, los hechos hablan más por sí mismo que las declaraciones públicas ante medios de comunicación digan que todo está bien y se trata de calumnias de adversarios.
Pero confunden el acostumbrarse a vivir con limitaciones de pobreza, con el intento de una comunidad para sobrevivir, los estragos del calentamiento mundial siendo un gran culpable el continuo uso de los combustibles fósiles que además de contaminar el medio ambiente, en lugar de las energías renovables.
Más allá de ser considerado como un fanatismo a favor del planeta Tierra, o al medio ambiente, el efecto de este problema se ve reflejado en México con datos reales del Servicio Meteorológico Nacional advirtiendo que más del 66% del territorio nacional sufrirá sequías en el tiempo de estiaje que es en los meses de marzo y mayor cuando baja el nivel de agua en ríos y lagunas peligrando su sequía total.
Los efectos de la sequía crónica que padece esta entidad desde hace más de 22 años cada vez son más severos y amenaza la vida humana al secar arroyos, estanques e incluso presas en su totalidad.
Para los habitantes de ejido Hipólito, del Municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, ver cómo el subsuelo absorbió en su totalidad el espejo de agua es presagio de que el próximo verano las consecuencias serán diferentes a los últimos años y donde la vida humana está en un peligro muy serio si no se toman medidas a tiempo.
El año pasado habitantes del ejido Hipólito se acercaron a autoridades federales para suplicar más atención a la presa El Tulillo, misma que luce cada vez más abandonada y solo volean a verla cada vez que se sobrecarga en temporada de lluvias.
La presa El Tulillo, que en años anteriores diera vida a éste ejido, en donde vacas y chivas podían adquirir el vital líquido, así como la próspera siembra de maíz y frijol. Hoy parece advertirles que después de sucumbir con todo y su caudal ya nada será igual y siendo tiempo de ir preparando el itacate para buscarle en otro lado.
La atípica sequía de las últimas décadas ha extendido la zona desértica de Coahuila y mermado toda posibilidad de subsistencia en las comunidades más apartadas, donde la falta de agua ahuyenta toda posibilidad de vida.
En el 2002 el Gobierno del Estado fue el primero en el país en acogerse al programa de «borrón y cuenta nueva», mediante el cual, la Comisión Nacional del Agua deslindó de toda responsabilidad de pagos atrasados a los municipios de la entidad, su compromiso de ponerse al corriente, cosa que nunca se logró y que ninguna autoridad quiso asumir la responsabilidad.
Sin embargo, a la tierra no hay quien le pague los años de explotación y el desdén de cualquier dependencia para brindar el mantenimiento a que deben someterse por las cantidades de agua que contiene. Tal vez porque desde la capital del país persiste solo la Ley del Embudo.
Para los pobladores de estas áridas tierras el fenómeno nunca antes se había visto, cada vez peor y alejados de cualquier autoridad, pero lo que más les asusta es el asombro cómo se seca la presa, pues años anteriores solamente era la pura orilla, pero el centro, por donde están los «juncales» ahí nunca se había visto el piso, hasta ahora.
Las consecuencias de no haberla desazolvado cuando se podía, así como la explotación desmedida del agua, son las consecuencias que ahora tienen en vilo a casi 100 ejidatarios y más de 400 familias de Hipólito.
En aquella zona las lluvias han sido muy escasas y la poca agua la han bombeado para fines distintos a la agricultura, incluso se crearon estanques adjuntos para la llegada de patos silvestres, pero también se secaron hace años de eso y la cacería de esas aves jamás dejó recursos para los campesinos teniendo únicamente lagartijas o, cualquier otro reptil para poder cazar.
Los pocos pobladores que se encuentran todavía en aquella zona cada vez se hallan en situaciones muy desesperadas comparándose como los nopales que nada más cuando tienen tunas voltean arriba a verlos, pero ahora que ya no hay agua, nadie los visita, ya no van los cazadores de patos y los que acostumbraban a descansar en Semana Santa en las orillas de la presa.
Hipólito era otro, cuando el vaso de la misma estaba a reventar, entonces todo era felicidad. Un proyecto de hace más de 31 años de su construcción localizada en ese tramo de conectividad entre la carretera a Torreón y la vía 57 Ramos Arizpe-Monclova, y que en aquel tiempo se hablaba de hacer un proyecto para atraer al turismo tanto a la Región Sureste, y obviamente a todo Coahuila; ahora solo se visualiza la sequía y el desinterés de las autoridades federales en destinar recursos a las autoridades municipales y estatales para hacerle frente al fenómeno suscitado desde hace varios años. También esa misma presa ubicada en Ramos Arizpe, es decir, El Tulillo; mantiene la Presa Don Martín con unas capacidades de almacenamiento muy raquítica, aunada a la extracción de más de 15 metros cúbicos por segundo que tiene como destino el consumo humano de los habitantes de Anáhuac, en el estado de Nuevo León.
Pero el ejido Hipólito, del Municipio de Ramos Arizpe, se resiste en preparar su itacate para convertirse en un ejido fantasma donde las ilusiones, las esperanzas y sueños no quieren ser abandonados parabuscar nuevos horizontes de oportunidad de trabajo, pero sobre todo de sobrevivencia. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org
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