Privilegio eclesiástico
Por Guillermo Robles Ramírez
Pasan los años y siempre hay cambios; nuevas tendencias, modas, costumbres, todo aquello que conlleve a la revolución de lo contemporáneo o mejor dicho la adaptación de hábitos que se puedan adaptar para vivir acorde a la época en que se vive, pero dentro de esos cambios muchas de las veces son para mejorar, pero en otras para empeorar.
El ir a misa se ha deformado conforme pasan los siglos, se supone que la razón de éste precepto eclesiástico tiene claro su fundamento, en el derecho divino, es decir, la ley natural de rendir culto a Dios, y la Santa Misa es el acto fundamental del culto católico.
En un inicio el concepto los primeros cristianos entendieron que el culto más apropiado para esos días era la Misa, y la Iglesia no necesitaba obligarlos a asistir al Santo Sacrificio, puesto que ya ellos lo consideraban la realidad más importante de su vida.
Pero aquella época se fue acabando en la misma medida que se fueron reduciendo los ánimos de ir a misa, porque en la actualidad muchos sacerdotes aprovechan la tribuna de los feligreses para dar su opinión e influyendo, en temas políticos en lugar de concientizar en asistir con espíritu de fe y sentimientos de piedad para que pensemos que la misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz, para darnos cuenta que no puede haber nada más divino y digno de nuestro esfuerzo, ni más útil para conseguir el aumento de la gracia de Dios.
De igual manera el concepto de la limosna ha cambiado; anteriormente era el fervor de la Iglesia que llegaba en los fieles para deshacerse de sus bienes y depositar el precio en manos de los apóstoles para socorrer a los necesitados; pero ahora parece que es para socorrer a la misma iglesia, demostrándolo con la construcción de grandes iglesias; muchos de ellos con adornos recubiertos en oro superando lo necesario o indispensable para poder hacer llegar la palabra de Dios, exagerando la edificación de sus congregaciones hacia una ostentosidad, dejando la humildad fuera de lo terrenal.
Con eso de la manipulación de la fe le ha permitido construir un imperio, a base de limosnas, diezmo, o “donaciones”. Mientras que con sus votos de pobreza, lo demuestran con miembros eclesiásticos que ganan un sueldo mayor que el de un profesionista, hasta dándose el lujo de integrantes de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), de recibir regalos navideños, y algunos de esos “regalitos”, suelen ser hasta ostentosos o lujosos.
Pero también existe la nueva interpretación de la Iglesia católica que considera la limosna proveniente del narcotráfico, dinero que se purifican al momento de llegar a la iglesia, por considerarlo como una buena intención no siendo autoridad para cuestionarse o, investigar de dónde proviene el dinero.
La misma iglesia en su discurso dominical hace mención de pasajes bíblicos de cuando Jesucristo hacia milagros, pero que recordemos nunca cobró por esas maravillas. Sin embargo la iglesia católica mexicana cobra por cada uno de sus sacramentos y celebraciones, como bautizos, matrimonios, quince años, confirmación, velación, etc.
Todos estos recursos que reciben de sus fieles, no son fiscalizadas por la Secretaria de Hacienda y Crédito Público, y ni tampoco el Instituto Mexicano del Seguro Social, ya que la mayoría de los miembros del clérigo reciben su dinero por su trabajo, en otras palabras reciben un salario por lo cual cumple con los requisitos de un trabajador con derechos y obligaciones constitucionales. Tal parece que todo referente a lo que hace la iglesia está permitido porque es cosa de Dios o porque tus pecados serán perdonados o realmente existe un «Fuero Eclesiástico». (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org
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