México sí es de corruptos

Es fácil detectar aquellas noticias que sobre salen por un título fuera de lo normal o lo cotidiano. El día de ayer en una nota de un periódico de circulación nacional pone el siguiente encabezado “México no es de corruptos”, evidentemente mi primera reacción fue de risa y haciendo mofa por la originalidad del título captando total atención para continuar leyendo y saber quién fue él dijo tal aberración.

Sin ser negativo, pero si apegado a la realidad considero que todos los mexicanos sin excepción somos corruptos de una u otra manera. Por su definición de acuerdo al diccionario de la lengua española la palabra corrupto(a) “que se deja o ha dejado sobornar, pervertir o viciar”. En otra consulta corrupta se define como “a la persona que se deja corromper con dinero o regalos”. Partiendo de aquí no existe en nuestro país algún padre de familia que no soborne a sus hijos desde lo más sencillo e inofensivo como puede ser una paleta o cualquier dulce, juguete en el caso de los menores de edad y en los adolescentes desde ir al cine o una fiesta hasta lo más complejo como un viaje o un carro para conseguir cualquier beneficio de conducta o logro académico en donde al final del día se le está sobornando a los hijos por consiguiente es un acto de corrupción que se enseña desde la infancia.

Es más que obvio que esas escalas son pequeñas comparadas con las que estamos acostumbrados a ver en la vida cotidiana y tantito peor si se trata en la política.

Es por eso que afirmo que los mexicanos somos corruptos, unos chiquitos pero otros grandotes, aunque la aberración de su comentario lo hizo Luis Miguel Barbosa Huerta, al rendir su informe de labores como presidente del Senado de la República, al afirmar lo siguiente: “Tenemos que poner un alto definitivo a la corrupción y a la impunidad. México no es un país de corruptos. Falta mucho por hacer, pero se han dado pasos firmes que tendrán resultados en un futuro inmediato”.

Para el marco referencial tan amplio que tiene Luis Miguel Barbosa Huerta, en afirmar que los hechos ocurridos en Iguala, Guerrero, fue el culpable para la crisis que impactó la credibilidad del Estado mexicano dentro y fuera del país.

Empero, en contra parte de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2014 dice todo lo contrario poniendo a los mexicanos en el lugar 103 del ranking, es decir, sacó la calificación 35 de 100 puntos en donde más cercano esté en el cero, es mayor la percepción de corrupción entre sus ciudadanos y más cercano al 100 es peor, es decir, más corrupto.

No siendo suficiente con esto y solo para probar que no se trata de algo nuevo en el 2012 y 2013 mantuvo su ranking de 34 pero lo que fue el año pasado en lugar de bajar el índice de corrupción sucedió todo lo contrario subiendo un punto.

De los 175 países calificados el honroso lugar 103 empatado con Bolivia, Moldova, y Níger, ha hecho de México que se posesione durante más de una década en donde sus cambios al tratar de mejorar el nivel de corrupción han sido nulos y cualquiera pudiera pensar que se trata nada más algo que se ve en el sistema de gobierno de todos sus niveles, pero no es así ya que todos participamos en alguna parte en ello.

Lo que vemos como algo cotidiano, sin pensarlo lo hacemos parte de nuestra vida aun cuando sea algo malo. Posiblemente con el correr diario porque cada día nos ocupamos más en trabajar en uno o dos oficios o profesiones en distintos turnos para tener un mejor modo de vida aunque en realidad por más que se esfuerce uno, ganamos lo mismo, y la constante preocupante de salir adelante no nos permite detenernos en lo que ahora denominamos pequeñeces.

Uno de los grandes problemas es que la corrupción la vemos como algo normal habitual y parte de nuestra sociedad por lo tanto lo hemos adaptado en la vida cotidiana. Equivocadamente, pero es una realidad que nadie se ha escapado en practicarla en algún momento de nuestras vidas.

Pero la verdadera culpa la tenemos nosotros mismos porque inculcamos el chantaje, el soborno como parte de la educación de nuestros menores que ya se ha convertido algo tan normal o cotidiano que no le damos importancia y ante la falta de una explicación lógica del porqué, también se lo enseñamos a los extranjeros con nuestros actos simplemente con los agentes de tránsito que son los primeros en enseñarles la mecánica de la “mordida” para un refresco o un café pero con la diferencia que se los cobran en dólares. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org

Deja un comentario