Guillermo Robles

Me gustaban más mis tiempos

Por Guillermo Robles Ramírez

Por cuestiones de necesidad, más que por ganas y tratando de seguir los lineamientos de las autoridades de salud para prevenir y/o evitar contagio del coronavirus; tuve que salir por mi cita programada para renovar la credencial del INE.

Pude observar mucha gente a fuera en las calles de la capital de los coahuilenses y se sintió el ambiente de las fiestas decembrinas en donde conductores de ambos sexos que en lugar de disfrutar o hacer más ameno las compras con espíritu navideño, solo salía un aura de amargura o como aquel personaje “Grinch”, mal humorados conduciendo.

Pude observar a muchos padres de familia que con caras desconcertantes porque no sabían qué comprarles a sus hijos y asustados por lo precios de los juguetes.

En ese momento recordé mi infancia de cuando estaba diciendo qué juguete quería que Santa Claus, o los Reyes Magos me trajeran, pues todavía fui de esa generación que se me inculcó esta creatividad de creer en el señor regordete, de barba y vestía de rojo para todos los niños y niñas que se habían portado bien durante el año.

A su vez tuve esa nostalgia al comparar los nuevos juguetes a los que fueron de mi generación, considerando que han cambiado mucho, es decir, los juegos eran más sencillos, más básicos y sobre todo baratos, pero realmente divertían más dejando que la imaginación y la creatividad floreciera a flor de piel para poder complementar o hacer esa magia de conexión entre el juguete y tú.

También recuerdo que no podían faltar los soldaditos de plástico con diferentes posiciones de acción tomándome la mayor parte del tiempo en acomodar los dos bandos que se enfrentarían entre sí; y con la frustración de no saber cuál bando iba a ser el vencedor, pero de algo sí era seguro que en menos de tres minutos eran todos desordenados y arribados por el bando ganador, cuando en realidad tomó más de una hora en acomodarlos y decidiendo cuál soldadito tenía que estar al frente.

Otro de los juegos más populares eran las canicas que entre los amigos del barrio era el típico dar tres “quemis” o golpe al rival para embocarla en el “opi”, para poder tener la victoria y quedarte con la mejor canica o la favorita de tu amigo como trofeo haciéndola parte de tu colección, eso sí te dejaba un callo en la cutícula en el dedo pulgar, siendo este motivo de orgullo como buen jugador.

Pero el juguete supremo o de ricos era la famosa pista de autos que se jugaba entre dos y en una pista haciendo la forma de un ocho y aunque todos ellos sufrían del mismo defecto de fábrica no importaba que tuvieras que darle un ligero empujoncito para desatorarlo de su riel y por más vueltas que diera la imaginación te transportaba adentro del carrito del coche ilusionándote que ibas adentro de él manejándolo a toda velocidad.

En el caso de las niñas tampoco había tanta complejidad porque no faltaban la muñeca, la bebe y el sueño de todas la “Barbie”, o en su defecto la famosa cocina en donde las pequeñitas terminaban haciendo pasteles de lodo para acabar su juego con un llanto porque su hermanito no quería comerse su pastel que con tanto esmero hizo.

Estos eran los juguetes de antes con los que por horas se podían entretener los niños del pasado, además de que eran más económicos, pero en la actualidad son más caros, sobre todo complejos e indistintos entre varón y niña, es un videojuego, un Wii, PlayStation o cualquier videojuego de consola, teléfono inteligente, entre otros más equipos electrónicos.

Definitivamente eran mejor los de antes que los de ahora, pero son otros tiempos, otro tipo de infancia, en la que sin interesar eso, lo más importante es sacar una sonrisa cuando abran los regalos que tan esperados han estado debajo de ese árbol de navidad. ((Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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