Guillermo Robles

La parcialidad de Lolita

Por Guillermo Robles Ramírez

He sostenido por largos años que los refranes, adagios, proverbios o como se les quiera llamar a frases sabias de los viejos, no son gratuitas. Siempre, no hay excepción, llevan un mensaje tan claro como el agua y tan acertado como lo fueron quien o quienes crearon esos aforismo o máximas, que insisto no hay una que falle.

En esta ocasión recurriré a uno reconocido por una gran cantidad de mexicanos y que dice: “Orden dada y no supervisada, vale para pura chingada” y precisamente eso sucede con múltiples acciones, campañas, disposiciones que dictan o giran las diversas instancias gubernamentales.

Lo peor de todo es que en esa falta de vigilancia o supervisión para comprobar si se están haciendo las cosas como fueron ordenadas, se incluyen las cuestiones económicas como suele ser en cumplimiento de reglas fiscales.

En días pasados, tuve oportunidad de viajar a algunos pueblos mágicos de Coahuila, así como en una de las playas del caribe del país.

Desde la partida de Saltillo hasta el recorrido a diversos municipios incluyendo la capital de esa Entidad, hasta mi destino final en las playas de Quintana Roo, pude comprobar que, a Dolores, la de Hacienda, le importa menos que un comino si los causantes cumplen o no cabalmente con sus obligaciones fiscales.

Sobretodo cuando a las Entidades les vale sorbete hacer su parte conforme a los convenios de coordinación hacendaria que tienen suscritos con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

El SAT o Hacienda, no cuentan con gente que salga a las calles a verificar si la industria, comercio o cualquier lugar en donde se hacen compras y ventas de artículos de cualquier tipo, por lo que dejó desde hace muchos años la facultad de que esas supervisiones o visitas domiciliaras las hagan las Secretarías Estatales de Finanzas de los Estados, lo que tampoco hacen, al menos con la regularidad que se requiere.

Ante esas circunstancias, los negocios hacen su “agosto” en los doce meses del año, pues no hay quién y quienes les obligue a cumplir con la ley, por tanto, los comerciantes en lo que sea, hacen y deshacen a su antojo, siendo la víctima y el perdedor eterno, el comprador o consumidor que se pone verde de coraje cuando encuentra, por cierto en muchos casos, que pide una factura y no están registrados en Hacienda, que piden copia y lo engañan con que la factura la enviarán por correo electrónico, etc.

En este viaje placentero, en algunos restaurantes quise pagar con tarjeta bancaria y, a las personas quienes me atendían, con toda simpleza me hicieron saber que en ese negocio no se aceptan tarjetas de débito o crédito de ningún tipo. El motivo era porque no contaban con terminales, así es que todo es en efectivo que, si bien el consumidor puede pedir una factura, no tiene caso, pues las disposiciones del SAT y Hacienda desde año 2015, es muy concreta: Ningún viático o gastos de representación serán deducibles de impuestos, si se paga en efectivo, o bien si es con tarjeta de crédito tendrá que tendrá que pertenecer a la cuenta fiscal.

Pueden llenarse cuartillas completas de ejemplos claros y reales para reiterar una y otra vez, que  las autoridades hacendarias de México son buenas para ordenar, más no supervisar, mientras que a las Secretarías Estales de Finanzas, no les interesa en absoluto contratar gente para habilitarlas de supervisores o inspectores, ya que los porcentajes que ofrece Lolita porque los Estados le hagan de cobradores y supervisores, no compensan por el porcentaje que se les ofrece para hacer el trabajo de Hacienda y el SAT.

El personal de las oficinas hacendarias del ramo federal, cuando algún causante se queja y lamenta el motivo de que no le dieron factura o bien no aceptan tarjetas bancarias, los empleados de Lolita, solo se concretan a “insistir y recomendar: “Usted tiene el derecho de que le cobren con tarjeta bancaria o bien exíjales”; reclamó que jamás tiene eco porque quienes evaden al fisco de esa manera, están conscientes de que es más fácil ser atendido por el Papa Francisco, que en las oficinas fiscales del SAT o Hacienda.

Por otro lado, las quejas ante la falta de una factura tendrán que ser primeramente por la CONDUSEF y bien proporcionar el Registro Federal de Causante de la Persona Moral o Persona Física que omitió dicha factura, algo que es imposiblemente humano tener la información porque por carecemos de todo comprobante. Total, que como siempre, el consumidor las lleva de perder. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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