Islotes sin dueños, ¿la gran disputa?

La Habana (PL) Aunque parezca increíble existen islotes apartados en todo el mundo que en la actualidad generan una gran disputa por su posesión, como signo distintivo de estos tiempos donde el dinero todo lo quiere comprar.
Son sitios maravillosos en muchos casos, y tan distantes de la civilización que generan la atención de los más aventureros; lugares paradisíacos, con una vegetación distintiva o atractivos muy particulares.
En momentos que el turismo de aventuras y naturaleza, historia o cultura destacan por encima de otras modalidades, estos lugares, que deberían dejarse bajo una razonable administración para el disfrute, simplemente están en el medio de una batalla por adueñarse de ellos.
En uno de los puntos más septentrionales del planeta, en el canal ártico entre Canadá y Groenlandia, existe un islote de no más de un kilómetro cuadrado de extensión. Se llama Hans y no hay prácticamente nada en él, excepto una estación meteorológica.
Ese islote carece de habitantes, ni siquiera tiene recursos naturales que se puedan aprovechar y está sumamente apartado de la civilización, sin embargo Canadá y Dinamarca se lo disputan (Groenlandia aunque región autónoma está bajo control de Dinamarca).
Ambas naciones en su momento realizaron varias expediciones al lugar con la finalidad de reivindicar la soberanía de la isla Hans, cuando en 1984 las fuerzas canadienses colocaron una bandera en ella junto a una botella de whisky.
Pero una semana después, el ministerio danés para Groenlandia llegó a retirar la bandera canadiense y la sustituyó por una botella de schnapps, un aguardiente de más de 32 grados de alcohol de ese país.
Y aunque en ese islote no hay absolutamente nada, las tensiones entre ambos países estuvieron en un punto crítico.
Sin embargo, al parecer, como las aguas del Ártico tienen menos hielo por el calentamiento global, y la navegación aumenta por allí, se transforma en un punto estratégico de alguna manera.
Otro ejemplo está en North Rock, una roca del Atlántico cerca de Canadá y Maine, Estados Unidos, escenario que ambos países reclaman, sin llegar a un acuerdo.
También aparecen islotes en el mar de Japón o mar del Este, conocidos como Islas Dokdo. Desde 1952 están bajo el control de Surcorea, pero Japón las reclama, aunque solo en el plano diplomático.
Otro caso es el de la isla Migingo, situada en el lago Victoria, en la zona centro-oriental de África, rodeada por Uganda, Tanzania y Kenya. En su tiempo estuvo sumergida, pero hoy tiene una superficie de unos cuatro mil metros cuadrados.
El gobierno de Kenya denunció en 2004 que la policía de Uganda colocó una tienda de campaña en el islote, además de izar una bandera nacional. Tanto los funcionarios de un país como de otro lo ocupan desde ese momento, indistintamente. Sin embargo, tal disputa está relacionada con los derechos a pescar en el lago.
Si son islotes y lugares apartados, con poca o casi ninguna importancia, ¿qué atractivo particular fomenta dichas disputas?
Para el director de Estudios de Seguridad Internacional en el Royal United Services Institute (RUSI) de Londres, Jonathan Eyal, el problema muchas veces no se trata del reclamo sobre el propio territorio, sino tiene que ver con quién tiene el poder sobre cierta zona de pesca.
En ese caso el experto se refiere a pesca exclusiva, o la licencia para explorar si hay petróleo o gas en el lugar.
Pero no solo naciones nuevas, con fronteras recién demarcadas, se ven involucradas en estas disputas, como podría suponerse; también lo hacen las grandes potencias.
Pues en estos casos se trata de sacar provecho a la falta de definición legal de la propiedad sobre un territorio.
El entendido recuerda que si Estados Unidos terminara entregando una roca de mala muerte del Ártico a los canadienses, otros argumentarían que ese país aceptó cierta interpretación de las leyes del mar y lo usarían a favor en su disputa propia.
Agrega que si como político resuelves la disputa y todo termina con un compromiso, podrías ser acusado de traicionar a tu país o de abandonar parte del territorio de la nación.
A veces estas islas o territorios son nuevos y se forman cuando algún volcán hace erupción o se derrite el hielo ártico, por lo tanto tal elemento geográfico puede generar nuevas querellas.
En otras ocasiones, se trata de antiguos conflictos, latentes durante años que terminan por volver a la palestra.
Quizás muchos de esos asuntos se ponen sobre el tapete debido a los cambios de la naturaleza, el comercio internacional, los trayectos de viajes, la exploración de recursos naturales, o el turismo, que en realidad sería el punto más significativo para el ser humano, desde estos sitios.
En definitiva, estamos hablando de lugares que tendrían un amplio aprovechamiento para la recreación, lo que beneficiaría a las partes por igual, siempre que los arreglos fueran amistosos, y de esa manera corroborarían a la industria de los viajes como de paz.

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