Federico Martín Bahamontes, mejor escalador histórico del Tour
La Habana (PL).- La noticia corrió como pólvora, muchos se asombraron, pero especialistas y conocedores no, el español Federico Martín Bahamontes fue elegido el mejor escalador en la historia del Tour de Francia en su edición número 100.
Ni el local Richard Vierenqué, el belga Lucien Van Impe, el luxemburgués Charly Gaul, los italianos Fausto Coppi, Gino Bartali, Marco Pantani, el mítico Eddy Merckx o el colombiano Luis Herrera pudieron con el «Águila de Toledo».
Titular en seis ocasiones como el mejor en la clasificación de montaña de la Grande Boucle, Bahamontes recibió el voto de siete de los nueve integrantes de un jurado de profesionales y periodistas reunidos por el diario L’Équipe, que presidió el ciclista local Thomas Voeckler, ganador de la montaña en la versión 99.
Junto a él formaron el jurado el director del Tour, Christian Prudhomme, el responsable del equipo Europcar, Jean-René Bernadeau, el del Lotto, Marc Sergeant, los exciclistas Bernard Hinault y Jean-François Bernard, y los periodistas Thierry Adam, Philippe Bouvet y Éric Defalleur.
Según los historiadores, era un ciclista con una fuerza física especial, con un carácter explosivo, de un coraje extraordinario pero con una total falta de sentido táctico.
En sus inicios nada más pensaba ganar la montaña en cuanto certamen competía. La general individual no le interesaba para nada, solo demostrar que era uno de los mejores escaladores de su época, y eso le privó en múltiples ocasiones de ganar en las grandes vueltas.
Hasta que en 1959 conjugó su carácter explosivo y su fuerza, con la sabiduría de su ayudante Dalmacio Langarica, para erigirse como el primer español en conquistar el Tour de Francia.
Fede, como le llaman amigos y admiradores, considera que si en aquel entonces hubiera tendido un buen equipo habría ganado varias veces el Tour, pero no fue así, y se veía obligado a distanciar a sus rivales sin ayuda de nadie, algo que es más fácil cuando la carretera se inclina hacia arriba.
Con 85 años recién cumplidos, Bahamontes opina que es merecedor del galardón, que el luxemburgués Charly Gaul es el segundo mejor escalador en la historia del Tour, pero según él, Virenque, máximo ganador de premios de montaña en la ronda gala, no le llega «ni a la suela del zapato».
Si él es un escalador yo soy Napoleón, pues considera que el hecho de que el francés sea el que más veces ganó el premio de montaña en el Tour no es comparable con su récord de victorias en puertos, porque 40 de sus 53 triunfos allí fueron en ascenso.
Tampoco admite el expedalista manchego la comparación con el italiano Marco «El pirata» Pantani, de quien dice no corría con agua, mientras que él «nunca» tomó nada porque «la salud no tiene precio».
Cuenta la historia que el Tour de 1956 marcó su leyenda en la cima del Col de la Romeyÿre, en los Alpes, a mil 74 metros de altitud, entre el Isere y la meseta de Vercors.
Disputaba por segunda vez el Tour con la camiseta del equipo de España -entonces se competía por naciones- y sólo quería ganar la montaña; su estrategia no tenía nada que ver con la de los favoritos y en muchas ocasiones arriesgaba más de la cuenta para lograr largas escapadas y coronarse en los puertos.
Bahamontes era cabeza de carrera junto a tres corredores más. Estaban subiendo la col de Romeyÿre, cuando el coche de apoyo de uno de sus compañeros de fuga levantó varias piedrecitas del suelo que fueron a parar a su rueda y rompió varios rayos de la misma.
Pese a todo, el toledano continuó el ascenso y se coronó en solitario. Sin embargo, tenía claro que no podría afrontar el descenso con su rueda en tal estado; no era nada seguro.
Se paró en la cima a esperar a que el coche de la selección española llegara y como demoraba, se acercó a un carro de helados que había allí, y con el internacional lenguaje de gestos pidió uno con dos bolas de vainilla, hasta que mucho después arribó la ayuda.
La muchedumbre que se agolpaba en la cima del puerto no daba crédito a lo que veía. Ellos, al igual que la prensa francesa al día siguiente, tildaron a Bahamontes de prepotente, soberbio y orgulloso.
El ídolo de Santo Domingo-Caudilla en Toledo, como publicó un diario de la época, llevó al ciclismo espectáculo, fantasía y la anarquía, enseñó a levitar a varios de los mejores pedalistas de aquel entonces.
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