En mi 60 lo sabré

Por Guillermo Robles Ramírez

El tiempo obliga a la reflexión, a recordar cosas del pasado, a repensar y remarcar los cambios que da la vida, los años, la vejez que para muchos cada vez es una carga más pesada.

Aunque no me considero una persona vieja porque todavía no llego a la tercera edad, si lo tengo muy presente porque me gusta experimentar en cabeza ajena, y recuerdo algo que le sucedió a mi papá cuando cumplió sus 60 años de edad como se le iban apagando y desapareciendo beneficios logrados a través del tiempo.

Alguna vez me platicó un anécdota que le sucedió al salir de un supermercado en Saltillo, al cual mi padre se refirió en específico, al HEB; y que ahí había un cubículo que la empresa tenía en los pasillos ubicados, y  tan pronto salían los clientes de las cajas, una joven se le acercó para ofrecerle una tarjeta de crédito de ese negocio.

Sin perder tiempo, mi padre me platicó que acepto la tarjeta por pura vanidad, porque a final de cuentas a su edad era poco lo que pudiera comprar en un supermercado, fuera de productos alimenticios, pero en aquel entonces se le hizo buena idea la famosa tarjeta de HEB, pero a su vez me añadió a su anécdota que desgraciadamente la vanidad mata al humano y eso fue lo que le sucedió, por andar de “ambicioso”.

Mi padre se expresó muy bien de la jovencita por ser tan amable y pidiéndole como único requisito la credencial del Instituto Federal Electoral, pues todavía no existía la imagen de la actualidad, es decir, el INE. Esa tarjeta que ahora en estos tiempos, abre puertas al menos para cambiar cheques, a los chavos para que los dejen entrar a los antros aunque no tengan realmente los 18 años, para conseguir licencia para conducir, etc.

Prestó su IFE a la jovencita que le ofreció la tarjeta del HEB de inmediato se la pasó a su compañera, que al parecer era la “jefa” o supervisora y con un dedo entre desprecio e indiferencia, le hizo un ademán y como la primera joven no entendió la seña, le preguntó “qué, no pasa” y en respuesta con la cabeza de su compañera recibió un rotundo no.

En ese entonces me dijo mi padre que le había dolido hasta el alma porque le preguntó directamente entre broma si no se la habían autorizado por viejo y para su sorpresa la respuesta fue: “sí, por viejo”.

Ya antes le había sucedido algo similar cuando había cumplido sus 60 años, pero fue en el banco Scotiabank que le habían cancelado dos de sus tarjetas de crédito y no porque fuera un cliente moroso, sino también por la edad o al menos eso fue lo que le explicaron el gerente que estuvo en ese entonces.

Recuerdo muy bien que llegó molesto e indignado conmigo para platicarme lo sucedido agregando que tenía no menos de  35 años de contar con ellas cuando era el Banco Comercial Mexicano, ya que antiguamente le otorgaban al cliente una para moneda nacional y otra para dólares que pomposamente la identificaban como la “Master Card”, y que por cierto era todo un orgullo y razón para presumir con los parientes ricos y pobres, con los compadres, los vecinos, etc.

Y su tercera desconocida que le dieron por ser “viejo” de 60 años de edad, fue cuando estuvo buscando en diferentes agencias automotrices un vehículo a plazos y el cual recibió la misma respuesta: no, por viejo.

Le comenté en ese entonces que si quería podía firmar como aval,  a lo cual y para el orgullo de mi padre, no aceptó y me dijo que iba a tener que hablar con un gerente conocido de él que desde el año 1989 le compraba los vehículos a crédito y añadiendo a su anécdota que en aquel entonces ni peros le ponían y ahora, por viejo le cierran las puertas, al menos para seguir haciéndose de sus bienes por medio del crédito.

Estoy seguro que la situación de mi padre no ha sido una excepción o algo aislado, sino es algo muy recurrente cuando se llega a esa edad en donde se le niega no solo crédito, sino hasta no son candidatos para donar sangre por considerarlos viejos.

Así es la edad dorada, que en contrapartida tiene también sus grandes ventajas y es el respeto del prójimo cuando se sabe ganar al conjugar algunos factores, aunque ya en algunos negocios, que “por viejo”, no son considerados garantía para ellos, el pago del crédito que se solicita.

Solo espero que para cuando yo llegue a esa edad ya se tenga otro cambio de mentalidad entre algunas empresas, y bancos institucionales pero cuando llegué a mis 60 años, lo descubriré y en este mismo espacio se los hare saber a mis lectores. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org

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