El susto se lleva el alma
Desde que el hombre fue comprendiendo el cómo, el por qué, el cuándo de las cosas y tuvo la capacidad para inventar sus propias herramientas para facilitar su trabajo, la ansiedad por el conocimiento se fue convirtiendo en adrenalina en seguir venciendo y retando a su creador para semejarse más a él y en ocasiones muchos hombres se sintieron superiores a Dios.
Toda esta creencia tuvo un inicio durante la revolución médica con el uso de la penicilina y las vacunas las tasas de mortalidad disminuyeron y las expectativas de vida se alargaron.
En la actualidad existen especialistas para todo, encajonando a una gran parte de médicos generales que por cualquier causa ya no siguieron preparándose para ubicarse ahora a consultorios miniaturas contratados por las farmacias para promover medicamentos de algún laboratorio en específico.
Pero ni el mejor médico del mundo ha encontrado por medio del método científico uno de los padecimientos tan antiguo como el hombre como ser viviente. Son aquellos que tienen que ver con lo espiritual, lo místico, la brujería o lo esotérico cuyo mal es el susto o el espanto.
El escepticismo del médico no alcanza a comprender que sus conocimientos universitarios y posgrados no son aptos para brindar salud y que un curandero en lugar de ayudar empeoraría al paciente. Para ellos lo catalogan como un simple espanto o susto creado por la ignorancia e idiosincrasia de los mexicanos.
Pero dentro del mundo esotérico hay de todo como en toda profesión. Los hay charlatanes, embaucadores y estafadores, como también existen los buenos, honestos y éticos. Igual para quienes tienen verdaderos dones especiales como los videntes y espiritistas dependiendo cada quien de sus propias creencias religiosas que pueden determinar cuando una persona está pasando por un espanto que algunos le dicen embrujados o poseídos por fuerzas oscuras y que solamente por medio de un ritual se puede devolver el alma que se escapó de ese cuerpo al experimentar un acontecimiento ajeno a su patrón de vida.
En algunas culturas se tiene la creencia que cuando el susto es fuerte la persona se le escapa el alma y en ocasiones su aura pierde fuerza. Es entonces cuando viene un ciclo de depresión acompañado de una semblanza de tristeza y palidez encerradas en una fortaleza que no es capaz de levantarse ni de la cama. Así se manifiesta el mal de espanto, el que no encuentra cura ni con los más avanzados métodos científicos de la medicina moderna.
Se trata de una de las enfermedades de mayor antigüedad, tal vez extravagante, pero sí existe. La pérdida del alma asociada al susto en las culturas indígenas aún es tema y origen de personas que tienen el don de curar de espanto, aunque quienes pueden regresar el alma a su cuerpo original parezcan charlatanes ante los ojos de la medicina.
Científicamente se ha dicho que el alma sólo escapa del cuerpo cuando la persona muere; sin embargo, está comprobado que un susto repentino ahuyenta el alma que navega en el limbo, hasta que las personas que tienen el don de la sanación puede regresarla a través de rituales que van desde las limpias con huevo, barridos con ramas de pirul o con rezos ancestrales y quien estaba espantado vuelve a la normalidad.
El temor a lo desconocido a visiones fantasmales y a la muerte misma, en caso de accidente, conforman una liga entre lo emocional, espiritual y temeroso, porque a ello han estado expuesta la humanidad desde su origen.
Para los tiempos modernos, hay quienes se niegan a creer que aún existan este tipo de males, sin embargo, para los curanderos el abandono del espíritu es una cosa muy natural cuando la persona ve amenazada su vida por algún accidente o por la visión de un espectro sobrenatural y cuando una de esas razones las experimenta un ser humano su alma vuela como si fuera una paloma que acompaña al cuerpo. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013) www.intersip.org
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