
El Sendero de los Iluminados: El Sabio Vagabundo
Por Alan Prado
Existía en mí un hombre que había fallecido y lo único que persistía en sus memorias; había otro hombre que estaba existiendo, y ese hombre debía ser yo, yo mismo, pero existía solo de la manera en que lo hace algo inerte como una piedra.
Así como la ciudad misma se había transformado en un gigantesco sepulcro donde los hombres luchaban por conseguir una muerte digna, así también mi propia existencia llegó a parecerse a un sepulcro que iba edificado con mi propia muerte.
La superstición es la progenitora de la ignorancia y la causante de toda desgracia. El ser humano que es libre no teme a la penumbra de los días, conoce la forma de existir tanto en luz como en tempestad, él no necesita de paraísos, vive con plenitud y no valora el día por la cosecha que ha recogido, sino por las semillas que ha plantado. Prudente es el hombre que jamás se siente decepcionado por nada.
El sencillo vagabundo sabio es un observador que contempla el ir y venir del mundo, su cuerpo es únicamente un lugar al que los recuerdos consideran hogar, el entorno se transforma y se quiebra la ilusión, todo lo que el viajero observa, son sus raíces en el mundo inobservable, en la sabiduría de lo eterno.
El cuerpo y la mente pueden reposar, pero el ser consciente está siempre en vigilia, la determinación y la sabiduría del sencillo vagabundo sabio se mantienen íntegras, en círculo, en el dominio de la luz.
El cristianismo se especializa en declaraciones engañosas, al igual que la fábula cristianizada; conduce al ser humano a existir encadenado a un aire de ataduras efímeras donde se siente como una criatura miserable cada vez que desea abrazar a la Bestia interna, a los fuegos vitales, al desdén hacia una multitud hipócrita que exhibe una apariencia falsa mientras de su interior surgen la mezquindad y la cobardía.
Los iniciados necesitan aprender a vivir con calma e indiferencia frente a los horrores del abismo y de la noche.
Sabras hermano que: El problema de sufrir en la vida padece por dos razones: porque no consigue lo que anhelas, O porque lo obtiene y tiene miedo de perderlo.
En cualquier situación, el destino del ego es el sufrimiento.
Por ello, a mayor identificación con el ego, mayor inestabilidad emocional y más sufrimiento innecesario.
Alan Prado (AMEP 11:11).
Deja un comentario