El consumismo nos consume

Por Jafet Rodrigo Cortés Sosa

Te has preguntado si realmente adquieres lo que compras por utilidad, o sólo lo haces porque la marca es “buena” según las grandes campañas publicitarias que constantemente bombardean para convencerte y vender.

De cierta forma comprar se ha convertido en una actividad para “definirse”, pasando a un segundo plano si lo que estás adquiriendo es útil para tu vida o no.

En este punto es donde se empieza a cocinar una de las frases que define el entendimiento de la publicidad, el hecho de que no adquirimos un producto, sino el “status” o la “experiencia” que nos otorga, los dos, elementos ficticios.

El negocio de la publicidad se ha vuelto un ejercicio, por decirlo de alguna forma, engañoso y poco ético, desde la idea de darle piso a una realidad distinta a la del producto que buscan comercializar.

Lo anterior no es una crítica al ahora, sino al objetivo de esta actividad, desde siempre, que nos “vendió” la idea de que Coca Cola es sinónimo de familia y convivencias decembrinas; comprar cierta marca de tenis nos hace “ser mejores deportistas”; fumar y tomar alcohol nos hace vernos “bien”; o comprar un IPhone o tener lo último en tecnología y sobre todo lo más caro, nos hace ser “Premium”.

Casi siempre, el deseo subliminal que buscan alimentar las campañas de éxito, es el ser parte de algo, llenar ese vacío con el que lamentablemente cuentan muchas personas en la faz de la tierra, y que nos hace ser presa del consumismo.

Nos muestran en el gran escaparate mundial, productos con las etiquetas “Premium”, de alta calidad en cuanto al aspecto de diseño y especificaciones técnicas, y desde aquí tendríamos como consumidores que hacer una pausa antes de dar un salto de fe.

En un primer momento, una pausa serviría para revisar a detalle si lo que nos están tratando de vender es en realidad lo que compraremos, en cuanto al precio y lo ofrecido por el producto a través de la publicidad, las presentaciones y páginas oficiales.

La pausa, en un segundo momento, serviría para pensar si realmente necesitamos adquirir el producto porque este satisface nuestras necesidades de manera completa. La gente piensa erróneamente, en muchas ocasiones, que un buen producto es el más caro o el de la marca mejor puntuada, y no, la compra en sí no viene de que nos ajustemos nosotros, sino que el producto se ajuste a nuestras necesidades.

En ocasiones solemos gastar de más, llegando a no explotar de forma óptima nuestras compras. Adquirimos un celular con una “súper” cámara, que no ocupamos realmente; grabamos videos en 4K que no podemos reproducir ni exportar a ningún lugar por incompatibilidad; tenemos memorias internas de 1 Terabyte que nos resultan notablemente sobradas de espacio.

Vamos siempre por más, creyendo de manera equivocada, que más es mejor en todos los casos, ciegos por gastar y mostrar de cierta forma el poder que tenemos, buscando definirnos de alguna manera, hasta que el consumismo nos termina consumiendo a nosotros mismos.

Así, nos tropezamos con las mentiras que nos cuentan, los relatos ficticios producidos desde la promoción del derroche; viendo lo que quieren que veamos, y consumiendo lo que quieren que consumamos. No necesariamente productos, sino principalmente ideas.

En sí, lo que importa no es la satisfacción de una necesidad, importa más definirse por medio de la compra, no sólo de celulares y computadoras de última generación, sino también acudir a ciertos lugares; vestir ropa de ciertas tiendas, hasta escuchar ciertas canciones o ver ciertas películas; modas.

En realidad, la única defensa que tenemos como consumidores es dejar de comprar, ser muy críticos y castigar los productos incompletos; que mienten en sus especificaciones; que su rendimiento es realmente malo; que están a un precio mayor de lo que nos están dando.

Esa única defensa que tenemos se ve mermada cuando validamos todo lo que nos dan las empresas y creemos todo lo que nos dicen, pasando de consumidores a “fans”; fieles seguidores que pierden toda capacidad de distinguir entre lo que el mercado ofrece y lo que es justo; comprando, al precio que sea, el pase de abordar al tren de la moda del momento.

Consumir de manera inteligente, pensando en nosotros y nuestras necesidades para no resbalarnos en las trampas, minas que el mercado pone a nuestro paso en forma de comerciales, mensajes subliminales o Ads en redes sociales. La clave está en evitar esas minas a toda costa, adquirir responsablemente, sin que este consumismo, a la vuelta de la esquina, nos termine tragando por completo.

Datos del autor:

Licenciado en Derecho por la Universidad Veracruzana

Consultor Político y de Comunicación/ Humanista/ Escritor y poeta/ diletante de la fotografía.

Xalapa, Veracruz; México / Twitter e Instagram: @JAFETcs / Facebook: Jafet Cortés

Colaboración de Latitud Megalópolis

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