Desafío: México no Quiere

*México no Quiere
*Ladrones Impunes
*Un Kilo de Carne

Está por finalizar 2016 y son pocas las alegrías que recordaremos, a nivel general, inmersos en una tremenda crisis de valores ante un entorno que los mayores difícilmente entendemos y los jóvenes reclaman con pasión total, despreciando a sus padres y abuelos a cambio de una existencia más desenfrenada. También tuve esos años y, fíjense, sigo soñando en que, algún día, saludaremos a la libertad y la justicia rompiendo las cadenas de la dominación política; pero será muy difícil si las generaciones por venir se convierten en esclavos de la cibernética.
Las redes sociales, sin duda, modificaron nuestra perspectiva y, aunque debiera ser lo contrario, cada vez nos incomunican entre nosotros. Hace unos días, en un automóvil familiar percibí que los muchachos que nos acompañaban sólo de vez en cuando musitaban algo para dar la apariencia de seguir el hilo de la conversación: cada uno de ellos, con su respectivo Ipohne –los adultos, por lo general, tienen celulares más baratos-, se encontraba en otro mundo, el virtual, sin poder especificar si hablaban con amigos o acaso con esos youtubers que encandilan y atrapan sin remedio a quienes les conceden a ellos la capacidad de ocupar sus propias neuronas. Un desperdicio inaceptable.
El mundo robotizado, cibernético, está encaminándose en la dirección contraria. Si bien las herramientas de Internet nos permiten defendernos de los abusos policiacos, por ejemplo, y estrecharnos en cuanto a la capacidad de informarnos sin las diatribas de los medios con maridaje oficial, también producen asaltantes de la razón dispuestos a tergiversar los hechos y descalificar a cuantos no piensan igual o tienen aficiones y preferencias distintas. Incluso, los nominativos prohibidos para evitar la permanencia del odio homofóbico son continuamente armas miserables de los visitantes en diversas páginas webs. Y a ello se aúna la intolerancia, las ofensas y la siembra de rencores repelentes.
Ahora mismo, la política obliga a tomar partido incluso cuando se rechaza al modelo decimonónico del viejo PRI. Y la catapulta de infamias grotescas, bajo interpretaciones falaces –juicios falsos a partir de hechos mal entendidos-, no sólo pinta los errores ortográficos –cada vez más escandalosos-, sino la profunda incultura de los emisores, derivada, insisto, de una pobre escolaridad dentro de un aparato educativo caduco e impregnado de lugares comunes, jamás revisados, impuestos a los maestros con sueldos miserables.
Una reforma educativa que no se ocupa de mejorar la calidad del aprendizaje sino sólo del linchamiento del profesorado –para obligarlo a regresar a los controles oficiales, incluso con fines electorales-, no es sino una panacea monumental cuyo análisis, sin remedio, nos llevará al desastre, tarde o temprano. Ahora mismo, no son pocas las multinacionales instaladas en nuestro país que rechazan a los egresados de la UNAM y admiten sólo a quienes demuestran tener posgrados en las universidades anglosajonas en donde la primera enseñanza es despreciar a México y los mexicanos como susceptibles a la dominación desde el norte.
De allí a la prepotencia de los funcionarios de alta graduación sólo hay un peldaño. Es imposible sostener sobre estas bases el concepto de igualdad ni, mucho menos, el de nacionalismo. De eso se trata, al parecer: más que un estado fallido, México es visto como una suerte de protectorado si bien con los disimulos suficientes para no asfixiar la tibia visión sobre una democracia enferma. No hay rectorías propias ni destinos coincidente con los intereses de la comunidad sino atados a los explotadores, lo mismo canadienses en las minas de Guerrero y Coahuila, que japoneses robando nuestra sal y estadounidenses embargando, de hecho, el abaratado petróleo… hasta que éste se extinga y la dominación del gobierno de Washington se extienda hasta el último confín.
Hemos perdido libertad y soberanía, a un mayor ritmo durante la administración federal actual, al tiempo que los gobernadores ponen en jaque al presidente de la República porque no les llegan las participaciones ni aceptan tener límites institucionales; y el ejército se solivianta porque no quiere hacer funciones de policía con la consiguiente crecida de su desprestigio. Lo grave, debo aclararlo, no es que tenga o no razón el general Salvador Cienfuegos Zepeda, en el sentido de preferir que sus soldados regresen a los cuarteles –o mejor dicho, carteles-, sino la ruptura evidente de la cadena de mando, alardeando de contradecir al “comandante supremo” quien cada vez se muestra menos, ríe en los sepelios y pone como ejemplos a las mulas y los huevos.
En todo caso, peña reiteró sus órdenes: el ejército debe permanecer listo a cumplir funciones de seguridad interna, esto es de gendarmes, ante las fallas evidentes de las corporaciones estatales y federales incluyendo la inútil, pero costosa, Gendarmería Nacional cuyos resultados, hasta la fecha, son nulos mientras el inventor de ella, el general Óscar Naranjo Trujillo, cada día es más segregado de la consejería en su país, Colombia.
No es que deba darse razón o no en el sustento –el general tiene razón en cuanto a que las policíacas no son funciones castrenses y que actuar en otro sentido es inconstitucional-, sino poner el dedo en el renglón de las grandes advertencias: desde el mando del ejército se le leyó la cartilla al mandatario en funciones y tal sólo debe dar paso al retiro de Cienfuegos o a la revocación del mandato presidencial en aras de una transición militar que, con seguridad, abrevará en la dictadura como enseña la historia. No es cualquier cosa la que está en juego.
Y en esta tesitura, la sociedad mexicana se entretiene con las compras para la Navidad y trata de ignorar la avizorada e inevitable, si acaso más empinada que antes, “cuesta de enero”, apenas dentro de doce días. Mal nos irá en 2017, en todos los ángulos de la existencia, por causa de una larga acumulación de cobardías que nos inhiben, nos dejan en casa, nos envalentonan en las redes sociales y nos atropellan cuando se trata de tomar acciones, en el finiquito real del tiempo de las instituciones y el inicio de una protesta destinada a romper las cadenas ominosas que nos maniatan irremisiblemente. México, todos los mexicanos con la excepción de la casta delictiva integrada por políticos y demás ladrones y asesinos, está perdiendo la batalla de la dignidad… y por el futuro.
Hace una semana, en la Plaza México, surgió, tres veces, el grito que incendió nuestra mente: ¡Viva, peña nieto! No sé si, como me dijeron, se trataba de ironizar o de provocar una reacción multitudinaria; lo que percibí, para desgracia de nuestra fuerza interior, fue una tenue silbatina, casi desinteresada, de un auditorio ahíto y distante. Me costó un enorme trabajo contenerme ante el ultraje porque es inadmisible, tras las corruptelas y genocidios registrados, permanecer tibios ante un desfogue individual tan desproporcionado. Es asombro, no intolerancia, porque con un solo aullido no se debate sino se provoca y mancilla fuera de cualquier defensa posible.
De allí que me pregunte ahora si los mexicanos quieren un cambio verdadero de sistema o prefieren seguir atados a las viejas estructuras que explotan, manipulan y degradan la vida democrática nacional. Porque quienes optan por la comodidad del continuismo son todos, sí, traidores dispuestos a vender todo con tal de cuidar sus espaldas y las de sus descendientes quienes sólo sabrán ser ociosos especuladores a costa del hambre de millones. ¡Vaya cuentas que se llevarán cuando les llegue la hora final!
Creo que México ha madurado lo suficiente para entender cómo se le sobaja a través de los malos gobiernos; no hay ya el pretexto de la ignorancia ni la condescendencia para formar parte del poder aunque sea a costa de dignidad, honra y valor civil. No hay justificantes, por tanto, para la inercia. La respuesta está en cada uno de nosotros.
Debate
En cada entidad hay una o diez o cien denuncias contra la clase gobernante; y tal es consecuencia, no sólo del mal hacer de los gobernadores –con escasas excepciones-, sino igualmente del reflejo de cuanto acontece en el fuero federal. El hecho es que el rencor social aumenta a medida que la impunidad se cobra con la dignidad del colectivo.
No basta con las órdenes de aprehensión emitidas contra los Duarte –el de Veracruz y el de Chihuahua-, ni con la tolerancia al cinismo extremo de los Moreira –Humberto quiere ser diputado para alardear de su invulnerabilidad política-, ni con los rastros de ladrones como los Borge, los Murat, los tamaulipecos ex gobernadores, los de Sinaloa –MALOVA llega a su fin-, la desvergüenza de panistas como el autoritario Rafael Moreno Valle, de Pueblo, o la ingente Margarita de los siete colores, defensora del calderonismo atroz, ni con la hipocresía de quien se proclama el candidato de los pobres y mantiene al lado suyo al execrable y criminal manuel bartlett díaz, ex gobernador poblano con una larga cauda de dinosaurio y matón.
Me preguntan, a cada rato, cuál es mi “candidato” a un año y poco más de seis meses de la elección presidencial; y me conduele alegar que no he resuelto, e mi fuero interno, por quién sufragar contando a los supuestos independientes que copan este espacio con el financiamiento de carlos salinas. Y si no tenemos clara la perspectiva, ¿por qué hacerle el juego a quienes han manipulado la conciencia nacional, una y mil veces?
Esto es lo que me agobia.
La Anécdota
Hebert Clark Hoover, presidente de los Estados Unidos entre 1929 y 1933, entre las dos guerras mundiales, acuñó una sentencia que, por desgracia, se cumple:
–A México no tendremos problema en conquistarlo mientras la mayor parte de los mexicanos no tengan ingresos para pagar por un kilo de carne al día.
Hoy, con el salario mínimo, millones están en esta situación. Se pasó de ganar cuatro dólares cuarenta centavos a obtener sólo tres dólares con noventa centavos, medio dólar menos por jornal aunque en pesos suene como un aumento a poco más de ochenta pesos al día. ¿Cuánto vale un kilo de carne? Entre ciento diez y ciento treinta pesos, esto es muy por encima de los ingresos de una inmensa mayoría de compatriotas.
Hoover es el precedente de Trump y éste lo sabe.
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Si los mexicanos no se colocan la armadura del valor y detestan los escudos de la cobardía, no será posible pensar en un mañana sin atadura; menos cuando falta tan poco para que un fascista de cepa ocupe la oficina oval en Washington.

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