Desafío: Juego de la Canalla
*Juego de la Canalla
*No Admito Calumnias
*Democracia Destruida
Repiten en el célebre Hipódromo de las Américas, que merece ser visitado alguna vez por cada mexicano amante de la gastronomía, los caballos y, sobre todo, la vida en familia, una sentencia sustentada en los hechos: “caballo que alcanza, gana”. De aplicarse a las contiendas electorales, Donald Trump debe estar feliz del buen funcionamiento de sus complots, incluyendo la intervención inoportuna y rapaz del FBI para exhibir, apenas hace una semana, los mensajes de la señora Clinton en su poder desde hace varios meses, y así modificar los momios a última hora. Pese a ello, la moneda está en el aire pero la xenofobia se respira en tierra.
Sea cual fuese el resultado, el daño ya está hecho. El nacionalismo ramplón de los estadounidenses se ha vuelto, mayoritariamente, fobia contra los inmigrantes –pese a la propia historia de su nación fundada en buena medida por éstos, y un frenesí de rencores sin sentido, esto es como si los mexicanos hubiéramos sido los agresores y los vecinos norteños, las víctimas; es al revés, claro, si nos atenemos a las invasiones bárbaras de 1847 y 1914 –ésta última en la cúspide de la sinrazón-, además de la singular y rabiosa “expedición punitiva” en busca del Centauro del Norte luego de que éste entró a Colombus en busca de las armas ya pagadas que intentaban escamotearle. Con su cargamento a cuestas, Pancho Villa, el inmenso guerrillero, salió del territorio estadounidense –invadido sólo en aquella ocasión que debería ser efeméride patria-, y no pudieron dar con él, escondido como una fiera en la sierra de Chihuahua. ¡Un pequeño desagravio por tantas ruines ofensas!
El presente es bastante más aterrador que en aquellas jornadas revolucionarias. Imaginemos que el pronóstico amenazador del “pato” Donald Trump se cumpliera y fueran repatriados los quince o dieciséis millones de mexicanos, aún los residentes ya asimilados dentro de la maquinaria productiva de la Unión Americana, sin existir condiciones para brindarles las fuentes de empleos necesarias en su país –en donde apenas se reconoce la apertura de no más de 300 mil plazas por año cuando se requieren dos millones sin contar a la mano de obra en fuga-, ni un modus vivendi digno.
Tal enfrentamiento, en el terreno social, nos asfixiaría, sin remedio, dando cauce a todo tipo de expresiones subversivas, desde las criminales promovidas por los “capos” y sus padrinos intocables –dentro de México y, sobre todo, en los Estados Unidos-, hasta las revolucionarias de verdad que ya han esperado bastante optando, como ocurrió en Colombia en la terrible década de los ochenta y parte de la de los noventa del siglo anterior, por sumarse a las bandas criminales para poder mantenerse en guardia. No se trata de unos cuantos sino de, cuando menos, cien grupos de gavilleros extendidos por veintidós entidades del país.
Acaso, los pobladores de los estados afectados se han ido acostumbrando a vivir entre dos fuegos; como en Tamaulipas de donde salió, tan campante y sin persecución criminal, uno de los peores gobernadores en la historia de México: el descastado Egidio Torre Cantú, quien reemplazó a su hermano tras el asesinato alevoso del mismo, perpetrado por los mismos que le llevaron al poder, para luego pasar desapercibid, en la cúspide del cinismo, mientras las pesquisas se han concentrado en el sonorense Guillermo Padrés Elías y el grotesco veracruzano Javier Duarte de Ochoa.
En la frontera norte se han visto los escenarios de mayor corrupción –los Moreira en Coahuila, César Duarte en Chihuahua, Padrés y Beltrones en Sonora y los enjuagues de panismo con el hankismo en Baja California-, incluyendo los del otro lado del Bravo en donde sus gobernadores han llegado a extremos como los de “minuteman”, tolerados por el gobernador Rick Perry hasta el extremo más inconcebible — esto es repudiados como bestias mientras a los perros se les privilegia dotándoles de cobijo, alimentos y protección–, al tiempo de que las vendettas artificiales se volvieron, de pronto, negocios rentables con grandes cortinas de humo, digamos tan altas como los feminicidios estigmatizadores de Ciudad Juárez. No es por casualidad.
Mañana habrán de disiparse las dudas sobre quien encabezará el futuro gobierno de los Estados Unidos, no así acerca de las perspectivas de dominio de la gran potencia universal. De hecho, en este sentido el cauce final resulta de poca monta al medir, desde ahora, la exaltación del racismo y la xenofobia. ¿Cómo es posible que en entorno así haya podido gobernar, ocho años, Barack Obama, el afro de mayor relieve en la historia de los Estados Unidos? ¿Fue sólo un espejismo mientras detrás de su figura el verdadero poder se renovaba con tintes todavía peores a los que debió enfrentar Jack Kennedy en 1961?
Fíjense: al episodio de los Kennedy siguió la mayor recreación del belicismo norteamericano, con Vietnam convertido en un inmenso laboratorio –de armas y seres humanos-, que fue creciendo al paso de los años y no para bien de las naciones. La pregunta, ¿por qué el mundo odia a los Estados Unidos?, suele responderse con gráficas brutales cuya divulgación hiere profundamente la sensibilidad de quienes siguen resistiéndose a vivir bajo la cultura anglosajona repelente de la igualdad entre mujeres y hombres, las distintas razas y religiones, y la diversidad de cultura e idiosincrasia.
Ni Clinton, ni mucho menos Trump, son capaces siquiera de la menor autocrítica al respecto que se cierne al desprecio sobre el reguero de cadáveres que las infiltraciones guerreras de los Estados Unidos han dejado por todos los sitios; a cambio de ello, también cuenta su calculada inmovilidad cuando proveen de armas lo mismo a los satánicos de Rwuanda o a los terroristas del Estado Islámico (ISIS), sin que les importe el destino de las balas y las muertes de miles, millones tal vez, de inocentes. ¿Quiénes son, entonces, los brutalmente salvajes?
Pues a la conservación de este status apuestan, de distinto modo pero igualmente firmes, la señora Clinton y el señor Trump. Entre ellos no hay ganador posible si bien es aterrador considerar que cualquiera de ellos se sitúe en la Casa Blanca como será desde el 20 de enero de 2017. Lo es porque tal es, al fin, un triunfo de la mafia militar enfrentada entre distintas agencias de inteligencia, la CIA, la DEA, la NSA y, por supuesto, el FBI. Unos están con ella; otros con él, pero en cualquier caso todos confabulan contra el mundo suponiendo que así garantizan los intereses de su país y preservan su modo de vida. Una tontería que ha costado millones de muertos por el mundo. Negarlo es también una insensatez porque este argumento es el único, escúchese bien, capaz de frenar a sinrazón de los líderes del norte quienes creen de firma que América es de ellos y así osan divulgarlo sin el menor rubor.
Y como lo aseveran así, insisten en su injerencia, cada año mayor, y en el derecho a expandirse liquidando a las empresas al sur de sus fronteras, esto es desde México a la Patagonia, o creando conflictos irresolubles para posibilitar e arribo de sus tropas. Este es uno de los grandes peligros que se nos avecinan: demostrar que México es un estado fallido por su ingente corrupción y la creciente violencia, para ser ellos quienes impongan el “orden”, a su manera, recorriendo los veneros del petróleo y hasta la extinción de nuestros abaratados yacimientos. Este es el fondo de la reforma energética promovida por el traidor de Los Pinos, el señor peña nieto, quien dice no amanecer con deseos de “joder” a México aunque lo haya hecho por la noche.
En fin, el volado de mañana en los Estados Unidos no podemos sino atestiguarlo de lejos aunque los mexicanos dependamos, y mucho por desgracia, del mismo. Esperemos que el águila sea mexicana y el sol azteca pero es mucho que desear porque hasta eso nos quieren arrebatar, la grandeza de nuestra historia, nuestro pasado glorioso y firme, contrastantes con las matanzas raciales y las invasiones enfermizas que han convertido a Estados Unidos en la gran ladrona universal, como cada imperio sobre la tierra.
Dicen que si los norteamericanos devolvieran todo lo hurtado… se quedarían con la Estatua de la Libertad, regalo de Francia.
Debate
Insisto. Me resulta difícil imaginar a Trump, de ganar mañana lo que no es tan improbable, recostado sobre el sillón principal de la oficina oval con sus piernas sobre el escritorio, dialogando con Andrés Manuel quien le quedaría grande el traje porque no acepta –dice- comprar a la medida por pura sencillez. ¿Podría haber buenos cauces para nuestro hollado México en la relación bilateral entre sendos personajes? Más me parece una pesadilla.
En otro escenario, ¿es posible visualizar los encuentros entre Hillary y Margarita, ambas ex primeras damas aunque la primera con una base cultural mayor, tratando los conflictos bilaterales como quienes se asoman al balcón de las vanidades mientras aprietan por dentro para desquitarse de las afrentas sufridas de manos de sus respectivos consortes? La lucha de género variaría, sin duda, y esto no es una broma si observamos los antecedentes. ¡Dios se apiade de los varones!
Y en el peor de los casos, ¿se les ocurre observar una relación entre el entreguista Osorio y la ruda Clinton, quien dice estar dispuesta a modificar las políticas migratorias? Como el hidalguense es, además, chino, sería doblemente víctima del racismo en crecida. Y la senda de la continuidad posibilitaría una mayor y agobiante intervención de los Estados Unidos.
La perspectiva no puede ser más dramática.
La Anécdota
Recordatorio para Andrés Manuel quien acusa a los demás de cuanto en él es una especialidad: la difamación hacia cuantos no opinen como él, sin aportar prueba alguna –salvo el “me dijeron”. No puede ponerse en la misma línea a los verdaderos traidores y empresarios abusivos que a quienes, en ejercicio de la libre expresión, le cuestionan por sus medias mentiras como es deber hacerlo con cada una de las figuras públicas, no sólo él. Recordémosle cuáles son los postulados de la democracia:
1.- Tener el aval de la mayoría, no sólo el del treinta por ciento de los votantes.
2.- Actuar conforme dicte la soberanía popular, no únicamente siguiendo las consignas superiores.
3.- Asimilar las críticas en contrario para hacer valer la pluralidad indispensable en una comunidad nacional rebosante de contrastes.
Luego hablamos de lo demás.
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Otra vez, como diría Spota, estamos en “la víspera del trueno”. No salimos de esta condición. Basta citarlo para señalar el nivel de un gobierno putrefacto, incapaz de ofrecer, por ende, salidas viables.
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