Desafío: El Prestidigitador

  • El Prestidigitador
  • Guardián Indeseable

Por Rafael Loret de Mola


Los magos de todos los tiempos, afinados sus trucos hasta el punto de hacer “desaparecer” la Estatua de la Libertad –como lo hizo David Copperfield- ante las atónitas miradas de más de un centenar de espectadores, han sido excepcionales en el manejo de las cartas y en todas las formas de mover los dedos con monedas, anillos y cualquier otro objeto. Otros hay que elevan sus dotes al nivel de los alquimistas para borrar huellas aun en el campo de la política donde los sufragios pasan de unas manos a otras como tanto hemos atestiguado.

Les llamo los prestidigitadores del establishment por sus habilidades extremas para la manipulación del colectivo y su reiterado afán de mover ficha sin permitir a los contrarios hacer lo propio llegado su turno porque, sencillamente, no encuentran la suya. Parecen volatizarse con el auxilio de un clan de incondicionales y aduladores capaces de trastocar sus palabras y acciones al grado de negar los derechos humanos elementales como la libre expresión; pareciera que ésta solo le corresponde al presidente-icono a quien solo le faltaba enfermarse con el coronavirus maldito bajo la soberbia de creerse que como “factor moral” no lo era de “contagio” como expuso el lacayuno Hugo López-Gatell para solidificar su alianza con el mandatario de “los pobres” que más bien ha resultado un pobre político.

Por supuesto, el señor López Obrador –cada día me avergüenzo más de haber sido su amigo-, llamó al mal desde distintos enfoques desde aquella infortunada sentencia sobre que la pandemia le venía “como anillo al dedo”, cuando apenas la desgracia comenzaba y no se sumaban sino a unas decenas de muertos, acaso para dar el equivocado mensaje acerca de que no debería exagerarse a cambio de mantener la costumbre de abrazarse y besarse. Todo ello nos llevó al abismo de ser la nación con mayor letalidad del planeta y también, aunque ahora lo nieguen como lo han hecho con otras situaciones, el de mayor número de decesos lo que exhibe la verdad dramática de un mal gobierno… para el peor momento.

Algunos majaderos insinuaron que, seguramente, nos alegraba la enfermedad de Andrés Manuel; otros insistieron en que no podría creerse en la misma dados los ardides frecuentes del personaje para evadirse de hechos y señalamientos basados en los mismos generalmente maquillados por sus estrategas de las medias verdades que son, simplemente, mentiras de alto grosor.

Lo cierto es la preocupante realidad acerca de las falsedades en la compra y, por ende, la distribución de las famosas vacunas sean estadounidenses, británicas, japonesas, chinas y rusas, porque desde que las hubo se dijo que México había adquirido dosis millonarias sin ser verdad; se aprovechó la barata del final del maniqueo gobierno trumpista para obtener regalos y luego se pretendió, sin el menor éxito, que fuese anotado nuestro país entre los “más pobres” y necesitados con miras a obtener donaciones.

Mientras, el prestidigitador de Palacio –ahora convertido en centro COVID con su inquilino tabasqueño-, se dio el lujo de advertir que nuestro país cedería millones de dosis a otros rincones del planeta siguiendo indicaciones de la ONU; por supuesto la organización señalada lo negó de inmediato y el icono de Macuspana volvió a queda evidenciado poco antes d enviar su mensaje sobre la enfermedad contraída sin haberse protegido ni cuidad a quienes convivieron con él en los días previos sobre todo en Nuevo León y San Luis Potosí a donde acudió a inaugurar cuarteles para la Guardia Nacional.

Buen prestidigitador sin duda: los edificios construidos están lo suficientemente lejos de los centros urbanos como para que nadie se entere de sus verdaderas operaciones en la nación de las simulaciones. México, el verdadero México, es otra cosa.

¡Alíviese, presidente! Y esperemos que asimile la lección… si de verdad fue víctima del Covid.

La Anécdota

En su retiro Pancho Villa, el gigante del norte, se atrevió a deslizar que él seguiría siendo guardián de los gobiernos para evitar desviaciones contrarrevolucionarias. Hoy, en plena cúspide del poder, López Obrador ha dicho que será “guardián de la democracia”, un papel que no tiene de modo alguno e insinúa que con ello se sitúa por encima de los órganos electorales y sus respectivos árbitros. Algo así como pretendió su admirado y ahora perdido Donald.

Recordemos al mandatario inculto que sus facultades están estrictamente asentadas en la Constitución y tales representan, al mismo tiempo, sus LIMITACIONES. El presidente no puede ser garante sino ejecutor del mandato del pueblo bajo la vigilancia del Congreso, por una parte aunque le sea fiel en su mayoría por ahora, y del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal correspondiente. No entiende de instituciones porque siempre las ha mandado “al diablo”.

Somos una comunidad sin rumbo por los vacíos creados por un Ejecutivo despistado.


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