Desafío: Cuentos con Nieve

*Cuentos con Nieve
*Redes y Anonimato
Por Rafael Loret de Mola


Las Navidades serán felices en Moscú. Allí, los cánticos auspiciados por la Iglesia Ortodoxa –la menos evolucionista aunque Roma está dispuesta a imponerse en este renglón-, suenan fuerte al ritmo de los bailes estridentes, en todas sus modalidades y de acuerdo a cada región de las estepas, motivados por el vodka claro y la exaltación de Baco al igual que en los pueblos del occidente. Son ellos quienes, al fin, tras el finiquito de la Guerra Fría, digamos en 1989 cuando cayó el Muro de Berlín y la perestroika de Gorbachov, acaso ideada desde Washington, van recuperando espacios hasta situarse en el más alto nivel, como en el pasado, en un contexto minado por el espionaje, la cooptación de figuras relevantes y la expansión de las bandas criminales, la mafia sobre todo, hacia casi todo el orbe.

Si la Guerra Fría la ganó Estados Unidos, en apariencia, con los sucesos descritos y la pulverización de la Unión Soviética, en el mundo contemporáneo, sin duda, se reaniman las doctrinas del Tercer Reich unidas al modelo socialista que muchos creyeron vencido y sólo sobreviviente en la Cuba del extinto Fidel Castro Ruz. No es así, porque suele ocurrir que los sistemas –salvo el de México- se transforman y van adaptándose al devenir de los pueblos sea para amancebarlos o guiarlos hacia un destino sólidamente controlado. De allí el éxito del gobierno de Rusia luego de la extirpación de gran parte de su territorio dando paso a una decena de nuevas naciones con el origen común del sufrimiento.

Habrá nieve en esta Navidad. Frío en las almas e incertidumbre hasta en la naturaleza porque la gran potencia del norte, desde hace casi dos años, habrá de alejarse de los proyectos anticontaminantes, apenas esbozados por el maniatado Barack Obama, más solitario comparado con las mafias Bush y Clinton sobreprotegidas por los consorcios financieros… a los que pertenece, de lleno, el señor Trump, como miembro y no mero aliado en el poder; una diferencia, en verdad, sustantiva y altamente peligrosa. Ahora Trump quiere seguir los pasos de AMLO y su fantasmagórica “presidencia legítima” bajo la idea de un fraude, en USA no en México, que nunca existió.

En fin, antes de los festejos de Navidad, se coloca al dirigente ruso, Vladimir Putin –cuyo apellido enciende risas entre quienes no conocen los trasfondos y en aquellos dispuestos a reducir al ridículo a cualquiera por el mínimo detalle-, como el hombre más poderoso del mundo… y es el octavo año consecutivo en el que se reconoce tal liderazgo. No es cualquier cosa. Desde luego, desde la Plaza Roja de Moscú, desde donde brilla la Catedral de San Basilio con sus cúpulas redondas y doradas, se observa al mundo de otra manera, acaso desde el filtro de una política que incluso resiste la mayor secesión de la historia… sin afectar a la “madre” Rusia, ya sin zares pero con presidentes cuya firmeza y decisión desplazan a los demás líderes del mundo e incluso manejan con hackers los comicios de USA como sucedió en 2016 y se evitó en 2020. Si de fraude hablamos quien debe responder es el espurio Trump.

Ni quien se acuerde de la nonagenaria Reina Isabel II, de Gran Bretaña, otrora jefa del “imperio” que tanto exaltaban sus súbditos hasta llegar a los desprendimientos, como el de la India, que mostraron la atrocidad de los ingleses engreídos y matones cuyas razones jamás fueron justificadas; Gandhi las deshizo con un taparrabo hilado con sus propias manos. Ahora, la Reina es noticia por los devaneos de sus herederos –qué mal gusto el del Príncipe de Gales que relegó a Diana por Camila-, y lo será con su muerte cuando rebase los cien años de edad.

La Anécdota

Las redes sociales –lo repito- son el mejor instrumento para la comunicación en un mundo cubierto por las barricadas del poder. Por desgracia, miles de usuarios las han hecho plataformas para sus desfogues personales, la exaltación de la envidia y la manifestación más oscura de sus conciencias, tales como la misoginia, la homofobia, el egoísmo, la intolerancia, partidista o personal, y hasta las amenazas de muerte como si se tratase, en muchos casos, de tentativas de homicidio.

Lo sufrió, hace tiempo, Ana Gabriela Guevara, a quien observo por sus logros olímpicos y sus campeonatos mundiales en los que logró airear el pabellón tricolor; lo de su actuación senatorial es un truco de mercadotecnia y nada más. Pero es inaudito que se haya convertido en una muestra más de la corrupción, digamos, desde el duro incidente sufrido en la carretera entra la capital del país y Toluca en 2016. Lo que no se vale es el anonimato cobarde de quienes usan las redes para desfogar su mediocridad.

Por desgracia, los hackers nacen en el seno del poder o de quienes lo ambicionan; ahora, también, como contrapeso en México y el mundo en ausencia de liderazgos opositores y de un mayor caudal de resistencia como la propuesta ahora por FRENA, vista ésta libre de radicalismos que pudieran encerrar al movimiento dentro de una pequeña elite en este turbulento final del año de la pandemia.


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