Desde su fundación como PNR en el origen, el PRI se apropió de dos símbolos patrios inquebrantables: los colores de la bandera nacional para hacer creer a los incautos que votar sobre sus siglas era hacerlo por México; y la patente de corso de los héroes y antihéroes nacionales, sin explicar, ni mucho menos justificar, que se hubiesen matado los unos contra los otros en pena rebatiña por el poder.
Los más puros contendientes revolucionarios, Zapata y Villa, por las veleidades de sus pasados, sufrieron, durante años, el desprecio de las oligarquías que también fustigan, hasta hoy, al Benemérito Juárez por haber puesto a trabajar, décadas atrás, los bienes de “manos muertas” en poder del clero católico. “Imperdonable” acción, de acuerdo a los sotaneros –quienes usan sotanas no quienes van al final de la tabla futbolera-, que salvó al país en un momento coyuntural a costa de colocar a los ambiciosos sin límites en su lugar.
Con frecuencia escucho que de vivir los mencionados, en esta hora trágica del peñismo corruptor, no habría lugar a tantos simuladores y ladrones de la política –Emilio Gamboa, Manlio Fabio Beltrones, Manuel Bartlett, carlos salinas y demás ex presidentes con calderón a la cabeza y peña listo a formar parte de la retaguardia; ustedes me entienden.
Pues bien, aquel PRI falsamente revolucionario dejó de utilizar el término al considerarlo caduco aun cuando pervive en las siglas mismas del partido con la absurda correlación con la institucionalidad, contra la que combaten los movimientos emancipadores, y arrojando los jirones de las banderas sociales para evitar compromisos aunque sin dejar de prometer compromisos que se diluyen con el viento de la demagogia más atroz o se convierten en motivo de enormes comisiones como las que han obtenido las hermanitas peña nieto con la construcción del ferrocarril de la capital a Toluca, o el yerno del señor Slim –pobrecito, había que darle una mano-, Fernando Romero, casado con Soumaya Slim en el 2000 cuando vicente fox ganó y buscó a los mismos cómplices del priismo al que tanto cuestionó… en campaña.
¿Cómo creer que, en estos días, las herencias revolucionarias perviven? Lo que se prolonga es el presidencialismo, y su dedazo, aun cuando elevados miembros de la “Cosa Nostra” priista siempre apuesten por el gatopardismo –la habilidad para hacer cambios que no cambian nada-. Una muestra es, sin duda, el “dedazo” –dicen- a favor de José Antonio Meade Kuribreña, quien no sabe ni cómo se metió en camisa de once varas, modificando las apuestas a favor de la militancia para tratar de hacer un acto de magia imposible: separar al candidato del PRI… del priismo. Ni a Houdini se le habría ocurrido. ¡Los operadores de peña son unos sabios!
En la efeméride del aniversario de la Revolución –debería ser el 18 de noviembre, por cierto-, sí que nos hacen falta Villa y Zapata para desnudar a los renacuajos multimillonarios, como el pederasta Gamboa, el bateador Beltrones o el traumado Bartlett quien no supera que su padre hubiera huido de Villahermosa, vestido de mujercita, cuando los estudiantes pedían su cabeza.
La Anécdota
Pancho Villa, el gran Centauro del Norte, flagelo del sur de los Estados Unidos, tiene un santuario. En una ciudad fronteriza se le venera, como a nadie, convertida su figura en leyenda que le reditúa a la urbe grandes ganancias con paseos turísticos y venta de souvenirs muy al estilo de los tiempos actuales. No hablamos de Ciudad Juárez, donde su audacia, al lado de Pascual Orozco –quien luego se volvió huertista para denigrar su carrera-, terminó con la renuncia del dictador Díaz; tampoco de Durango, donde están sus raíces primeras, ni de Zacatecas donde su leyenda impuso su ley, ni, mucho menos, de la Ciudad de México en donde sus restos, sin cabeza, descansan en el Monumento a la Revolución que estaba destinado a convertido en el Palacio del Congreso.
Dónde más lo veneran, y su historia sigue sumando un dineral, es en Columbus, Texas, donde se registró la única invasión formal que ha sufrido el poderoso e intransitable vecino del norte. Todo sea para seguir sacando dólares.
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