Desafío: Castidad o Demagogia
*Castidad o Demagogia
*La Herradura o la Ch…
Por Rafael Loret de Mola
En México el dinero desaparece sin dejar huella o dejándola volviéndolo invisible. Hasta ahora nadie supo el paradero de los sobornos millonarios que pagó Odebrecht al junior Emilio Lozoya Austin –no Thalman como dicen quienes lo confunden con su padre-, ahora detenido en Madrid, tampoco el dineral pagado por la casa blanca de Las Lomas, ni los miles de millones que componen la “estafa maestra”, el acto de simulación fraudulenta de mayores dimensiones de nuestra historia, ni igualmente los miles de millones desviados por los ex presidentes, desde el señor de la madrid hasta peña, sin la menor explicación ni rastro alguno. Nos han saqueado miserablemente.
En la misma línea podemos anotar a la misteriosa residencia “Soledad Orozco”, llamada así por la mujer del general y ex presidente Manuel Ávila Camacho, que poco tiene que envidiar a los palacios de Europa y los jardines del Bosque de Bolonia; salvo por los torreones alberga riquezas muy semejantes a los castillos del viejo mundo como éste del viejo régimen con joyas invaluables dentro de sus paredes gigantescas y sus pilares atenienses… como los de aquel “partenón” que se construyó el célebre Arturo Durazo Moreno, tío en segundo grado de Alfonso Durazo Montaño el actual secretario de Seguridad Pública situado entre dos fuegos.
Casi tres meses tardó el presidente López Obrador para percatarse de la inmensa residencia de Huixquilucan, patrimonio de la nación y por supuesto inajenable; esto es no susceptible de formar parte de uno de los tianguis favoritos del mandatario en curso en donde se han incluido hasta los vehículos destinados al uso de mandatarios y visitantes distinguidos extranjeros pero sin tocar a los jets privados de la Fuerza Aérea cuya misión más conocida fue el rescate de Evo Morales, amén de servir para trasladar a la comitiva presidencial cada vez que AMLO aborda un avión comercial en plena parodia.
Al paso que vamos sólo querrá venir a México la Condesa de Miravalle… para reclamar las “pensiones caídas” que el gobierno les daba por su linaje Moctezuma y que fueron canceladas desde la era de Abelardo Rodríguez con buen criterio.
Recuerde el presidente que él mismo alegó que ya no se pertenecía sino que era el pueblo de México el recipiendario de su existencia, en una arenga idéntica a la que lanzó e extinto Hugo Chávez al asumir su cargo presidencial en la hoy lacerada Venezuela envuelta en el maremágnum de contar con dos jefes del Ejecutivo, uno autoproclamado con la bendición de USA y el otro arrinconado con su ejército tras un fraude electoral escandaloso. (Los mexicanos sólo nos atrevimos a montar un plantón desde el Paseo de la Reforma hasta el Zócalo provocando los exabruptos de la burguesía molesta por los embotellamientos de tráfico en la capital sin que hubiera un solo asesinato).
Los partos históricos, como lo naturales, son siempre dolorosos. Y es por ello, además de otras mil razones, por las que el presidente está OBLIGADO a cuidarse y no vender a precios de oferta automóviles blindados para exhibirse aún más vulnerable a los ojos de sus enemigos. Recuerde: si tiene 30 millones de simpatizantes, otros dos tantos todavía lo repelen aunque parezca otra cosa; y entre éstos últimos no faltan los radicales –como también él los tiene- que tuercen la ruta y amagan los gatillos.
López Obrador debe comprender que su deber es gobernarnos por cinco años y diez meses de los que ya pasaron quince; ni más ni menos.
La Anécdota
El caso del rancho “La Herradura” debería formar parte del pomposo Museo de Ripley –sito en la calle de Liverpool en la ciudad de México-, en donde hasta el agua sale de abajo hacia arriba, exactamente al revés de como se propone el presidente combatir a la corrupción aunque, por el momento, los grandes predadores parecen muy tranquilos y algunos, como Ricardo Salinas Pliego –un auténtico y patético ladrón-, se sienten confortados a su sombra.
Entre “La Herradura” y “La Chingada”, dos ranchos presidenciales, hay hondas diferencias, entre ellas el lujo rocambolesco de la primera frente al aire campirano de la segunda; pero en extensión es mayor la segunda donde, al término de su mandato -sin reelección posible salvo que se desate una guerra civil- habrá de retirarse “Andrés Manuel” como llama gran parte del “pueblo” a “su presidente”.
¿También será destinado a un centro de cultura y arte como Los Pinos o las Islas Marías? Al rato tendremos el pulso acerca de los mexicanos que se asomen a tales sitios a recrearse con las obras maestras de los grandes genios mexicanos en paredes tan amplias que obligarán a introducir una gama de pinceladas para aprovechar los inmensos espacios.
Esto es México y culturalizarlo no será obra de una sola mujer, Beatriz Gutiérrez Müller, aunque no sea primera dama.
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