Guillermo Robles Ramírez

Cualquiera puede serlo

Por Guillermo Robles Ramírez

Los amantes de lo ajeno han cambiado con los años, teniendo lo único en común el robar aquello que no les pertenece y que con mucho trabajo honesto tuvo que hacer aquella persona despojada de su propiedad.

En nuestra sociedad son mejor conocidos con el termino de rateros, o bien, “rata de dos patas”, canción escrita por el compositor Manuel Eduardo Toscano, pero interpretada por la cantante Paquita la del Barrio.

Las ratas, pero de dos patas de años anteriores o bien de la vieja ola, eran todos ellos de edad madura. Pero de unos años recientes a la fecha los rateros contemporáneos cambiaron no solamente las modalidades, sino también las edades ya que fluctúan entre los 12 a 15 años de edad y también los rangos de 16 a 30 años.

Equivocados como sociedad nos hemos acostumbrado a verlo como algo normal cada vez que son publicados en los diferentes medios de comunicación cuando milagrosamente son atrapados por elementos de seguridad pública. Las imágenes lo dicen todo en donde es más que evidente la juventud de esta nueva generación de rateros.

Cada vez hay más en las diferentes entidades federativas del país en donde gracias a las magníficas leyes penales, no pueden ser juzgados para ser castigados encerrándolos en los “Ceresos”, es decir, a las cárceles porque son considerados indefensos y pequeñas víctimas para los reclusos adultos en enseñarles peores mañas de criminales. Pero; ¿acaso será verdad eso?

Para quienes tenemos esta estupenda profesión del periodismo tenemos la oportunidad de conocer diferentes ángulos de la verdad, y aquellas que ni siquiera los políticos se atreven a decir públicamente por intereses evidentes ante la presión social y Derechos Humanos que los ponen contra la espada y la pared.

Aquellas personas adultas que se encuentran dentro de un penal pagando alguna condena, opinan todo lo contrario a lo que se puede pensar ya que afirman que las nuevas generaciones de las ratas de dos patas, ya están más que instruidos en la materia de apropiarse de lo ajeno.

Si se preguntan en dónde aprendieron estos menores de edad a robar, la respuesta se encuentra con la apertura de la comunicación, el Internet, redes sociales y todo aquello que tenga que ver con la tecnología y ciberespacio.

Existen tutoriales para todo; permitiendo el acceso a cada vez más jóvenes a convertirse en un delincuente a tan temprana edad y no solamente a cometer hurtos, sino a convertirse hasta en verdaderos asesinos.

Es duro y lastimoso que en la vida real nos encontremos con “pequeños” criminales y avezados sinvergüenzas, siendo más doloroso señalarlos directamente con estos calificativos para delincuentes menores de edad, pero no puede llamárseles de otra manera, además de que la sociedad debe de alguna forma mostrar su desacuerdo y rechazo de la cada vez mayor generación o nacimiento de estos pequeños “monstruos” del mal.

No hay, hasta el momento una línea, área o ramo de la delincuencia en la que no estén involucrados menores de edad y lo peor de todo es que ya no se trata de chamacos o jóvenes del sexo masculino, sino han surgido y de eso nos dan cuenta los medios impresos y electrónicos, una gran cantidad de mujeres como “jefas” de bandas de secuestradores, asaltantes de tiendas de conveniencia y comercio en general, así como metidas hasta más no poder en el medio de la delincuencia organizada como distribuidoras de drogas o “comandando” a un grupo de esos forajidos.

La pregunta predominante es ¿qué hacer? y entre el círculo gubernamental de procuración e impartición de la justicia, al igual que en los legislativos de inmediato se responde: Endurecer nuestras leyes penales.

A esta idea o sugerencia, surge inmediatamente la respuesta, en el sentido de que se escapa de la memoria a muchos coahuilenses el hecho de que hasta hace unos años atrás, la constitución política de Coahuila, establecía la mayoría de edad, a partir de los 16 años, solo que los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, haciéndole un “favor” a los jovencitos delincuentes, cambió las reglas y emitió un dictamen para que constitucionalmente en todo México la mayoría de edad fuese a partir de los 18 años.

Correcto o incorrecto, pero en los tiempos actuales, un chavo no de 16 años, sino desde los 13 años, está más despierto que en el pasado.

No por nada, los “jefes” de las bandas de delincuentes o bien, crimen organizados, contratan a chavos menores de 18 años de edad, conscientes de que al ser sorprendidos en flagrancia delictiva será enviado a un centro de rehabilitación de menores de donde con toda facilidad se escapan quienes son enviados a esos lugares.

La otra opción es endurecer las penalidades, tema que ya sido tratado en distintos foros, sin llegarse a una conclusión, inclinándose algunos sectores oficiales a que, para reducir la delincuencia de jóvenes y adultos, hay que crear más centros recreativos en donde los chavos y chavas puedan dar rienda suelta a sus ímpetus.

Por otra parte, los hay que achacan tanta delincuencia entre menores y adultos, a la falta de trabajo, señalándose que la ociosidad trae malos consejos y malas compañías.

Mientras se encuentran los caminos para combatir este fenómeno social, la realidad es que ya cualquiera puede ser un ratero. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018) www.intersip.org

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