Compromiso sin obligaciones
Por Guillermo Robles Ramírez
Un problema social que se ha convertido en debate es el tema del matrimonio. Los abuelos y algunos padres de familia, consideran que los jóvenes han perdido el significado del mismo.
Antes, en la antigüedad significó como una condición en la que una mujer fue dada a un hombre casi como propiedad y a menudo como parte de una política social o arreglo comercial de algún tipo o para mantener las riquezas entre familias de abolengo. Durante ese período el matrimonio era como la institución permanente que, una vez suscrito, no puede ser disuelto, excepto por la muerte de uno de los cónyuges.
En otro tiempo se conceptuaba como un acto para engendrar y criar a hijos, otros lo consideraban como una idealización de un vínculo afectivo basado en el amor, pero existe de todo, por lo que hay quienes consideran algo necesario para dejar un linaje de apellido entre sus hijos, nietos, etc., para una forma de no dejar de existir.
En la modernidad cambió mucho su concepto, pasando a ser un encuentro de igual a igual, en lugar de la subyugación de uno a otro.
Nuestra sociedad parece decidida a redefinir el matrimonio, como una alternativa que empieza a pasar de moda e inclusive como algo que estorba en la vida profesional de la juventud o algo anticuado y cursi: “hasta que la muerte nos separe”.
Las personas siguen haciendo su vida cotidiana y sin límites, es decir, se consigue una pareja, se gustan, viven juntos, tienen hijos, van al mandado juntos, se divierten y todo parece ser compatible, existiendo amor o cariño, pero ninguno de los dos tiene planes de casarse.
En los últimos años, la población coahuilense ha crecido casi por arriba del diez por ciento; sin embargo, la cifra del matrimonio se ha reducido cada año, con una tendencia constante muy por arriba del 18 por ciento menos y aún más los divorcios han crecido en un 40 por ciento en los últimos años.
Se tiene una creencia equivocada con respecto solamente el matrimonio permite el nacimiento de hijos, se pensaría que la población coahuilense, bajo estas circunstancias estaría disminuyendo, pero los indicadores demográficos dicen todo lo contrario hacia una tendencia hacia arriba de manera muy acelerada.
En pocas palabras cada vez hay más personas, pero menos eligen casarse y cerca del 40 por ciento de las parejas que se casan deciden divorciarse, por cualquier circunstancia sin hacer el mínimo esfuerzo por recapacitar sobre el concepto del matrimonio, pasándolo a ver como algo conceptual estrictamente en términos legales.
En el Código Civil de Coahuila subsiste una afamada, pero poco demandada opción de matrimonio: El Pacto Civil de Solidaridad.
Esta figura, que saltó a la fama porque permitió que en Coahuila se diera la primera unión de personas del mismo sexo, no resultó ser tan socorrida como se esperaba, para un grupo minoritario que se consideraba que acudirían miles de parejas.
Tan solo en los primeros dos meses de su existencia, se habían solidarizado o pactado siete parejas, todas del mismo sexo masculino y solo dos pertenecientes a Coahuila.
El fracaso del Pacto Civil de Solidaridad, que con buenas intenciones de crear igualdad y derechos ante matrimonios heterosexuales, deja ver que las personas en Coahuila no han encontrado aún una forma de convivir con sus parejas. El matrimonio se reduce cada vez más, el divorcio aumenta y el pacto tampoco fue una opción.
Todo indica que tendremos un estado y un país donde la relación familiar se basa únicamente en la simple condición de vivir juntos dos o más personas, sin necesidad de lazos legales y mucho menos religiosos. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México, Presea Trayectoria Humberto Gaona Silva 2023) www.intersip.org
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