Árabes, takfiristas y la complicidad con Israel

Por Ulises Canales*

Beirut (PL) La conocida connivencia de ciertos regímenes árabes con grupos extremistas empeñados en derrocar al gobierno sirio cobra más connotación cuanto más aflora la complicidad de actores regionales con Israel para desarticular al llamado Eje de la Resistencia.

Cada vez más se divulgan en medios noticiosos de Medio Oriente informaciones acerca de los nexos de organizaciones extremistas como el Frente Al-Nusra e incluso el Estado Islámico o DAESH, en árabe, con servicios de inteligencia y mandos militares sionistas.

En un revelador reportaje incluido en el programa de coyuntura «Línea de Fuego», el canal Al-Mayadeen TV mostró documentos e imágenes que dan fe de que servicios de inteligencia occidentales, sobre todo estadounidenses, y árabes, en particular sauditas y qataríes, trabajan de modo coordinado.

En su cuarto capítulo «El Golán … el secreto y el enigma», el referido programa citó datos que pusieron al descubierto la magnitud de la coordinación entre los mencionados grupos armados «takfiristas» (terroristas islámicos sunnitas) e Israel a través de dos centros de operaciones regionales.

Ammán, la capital de Jordania, acoge al Centro o Comando de Operaciones Conjuntas que tiene la misión en el frente sur de Siria, mientras que Adna, en Turquía, sirve de base al centro similar para la región norte del país que sufre una desgastante guerra desde hace cuatro años, según Al-Mayadeen TV.

La emisora panárabe sostiene que desde el inicio de la crisis siria, en marzo de 2011, se instrumentó el contubernio árabe e internacional contra el gobierno de Bashar Al-Assad, primero orquestado bajo el nombre del movimiento popular y en el que Israel resultaba ser el gran beneficiario oculto.

El proceder solapado del Estado sionista tenía como fin evitar desacreditar al «movimiento popular» desde el comienzo, y permitir que ganara más adeptos en distintos sectores de la sociedad siria, así como más fortaleza militar para la guerra que se desarrollaba en el terreno.

El presidente de Al-Mayadeen TV y conductor de «Línea de Fuego», Ghassan Ben Jeddou, agregó que el enigma de esa complicidad quedó al descubierto y generó estupor en la opinión pública árabe por el modo en que obraba «una élite política, financiera, religiosa y de medios de información».

Sus aseveraciones fueron ratificadas el 9 de febrero por el propio ministro sirio de Relaciones Exteriores, Walid Al-Muallem, cuando afirmó que Israel «ha estado y sigue estando detrás de todo lo que acontece en Siria».

En una entrevista televisada, Al-Muallem señaló que Tel Aviv ofrece apoyo logístico y militar al Frente del Nusra y a otros grupos terroristas, y denunció que lo que Israel intenta hacer en el sur de Siria ya lo implementó en el sur del Líbano, y fracasó gracias a la resistencia de Hizbulah.

También el analista estadounidense Webster Griffin Tarpley asegura que Tel Aviv «estimula y apuntala» a Al-Nusra en la guerra contra Damasco, para lo cual ha lanzado múltiples operaciones militares dentro de Siria con ayuda de esa y otras organizaciones takfiristas.

De hecho, «Línea de Fuego» trajo a colación que tres o cuatro meses después de estallar la crisis siria y, en particular, antes del mes musulmán del Ramadán de 2011, Israel deseaba crear un cinturón de seguridad en el Golán al estilo del que formó en el sur libanés.

Tal pretensión fue abortada entonces por la reticencia árabe y estadounidense debido, por un lado, a que quienes apoyaban a la oposición siria, ya fuera la armada o no, estimaban que la entrada de Israel desde los primeros meses los colocaría en una posición muy embarazosa.

Además, ello corroboraría la aseveración del gobierno de Damasco y sus aliados acerca de que lo que sucedía -y sucede- era parte de la confrontación entre el Eje de la Resistencia y el Estado sionista.

Pero también incidió en que se malograran aquellos planes la convicción arraigada en la mayoría de países árabes y Turquía de la ineluctable caída del régimen sirio en un plazo que no excedería el mes de Ramadán de aquel año.

Ben Jeddou apuntó que la firmeza de las autoridades de Damasco hizo patente para sus adversarios que había llegado el momento de que Israel entrara en la línea de los acontecimientos en Siria. «Que entrara, pero que no se conociera cómo y cuándo lo hizo», observó.

Aunque la actuación pública de Tel Aviv no es secreta para nadie, al inicio adoptó la forma de ayuda humanitaria y con posterioridad se amplió a la colaboración en materia de seguridad y logística con incidencia en el área del Golán sirio, en ambas partes de la frontera.

El programa mostró imágenes del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y otros jefes militares visitando, en hospitales de Israel, a yihadistas de Al-Nusra heridos en los enfrentamientos con el ejército de Damasco.

Si bien los hechos hablaron por sí solos, se trató a toda costa de mantener los tentáculos israelíes ocultos en el contencioso y silenciado para la opinión pública árabe, mientras grupos violentos operaban en nombre de la Jihad o guerra santa, del Islam y de una supuesta revolución popular.

¿Quién está detrás de ellos?, ¿quién los entrena y los dirige?, ¿quién planifica sus acciones, los financia, les brinda cobertura informativa, política y filosófica? y ¿a qué intereses favorece a fin de cuentas?, suelen ser las interrogantes más frecuentes y menos respondidas.

Según Ben Jeddou, un respetado analista de temas políticos y estratégicos de Medio Oriente, el Comando de Operaciones Conjuntas de Ammán garantiza el entrenamiento de los combatientes, su auspicio, y luego los introduce en Siria de manera absolutamente clandestina.

Entre las precauciones más importantes está evitar que los secretos de esa suerte de cámara de conspiración lleguen a los medios de comunicación o a los «predios de la alianza de la resistencia» árabe contra Israel.

Asimismo, ambos centros coordinadores utilizan el financiamiento y la planificación de acciones de los yihadistas como medios para dirigirlos, básicamente con militares y oficiales de inteligencia a condición de trabajar para mantener al DAESH alejado del Golán.

Para ilustrar el engrasado engranaje de esa «maquinaria», Ben Jeddou citó como ejemplo la simultaneidad de un hecho acontecido en Siria, específicamente el control del Frente Al Nusra en el paso de Quneitra, y el ataque del EI a la ciudad de Mosul, la segunda más importante de Iraq.

De acuerdo con datos confirmados, DAESH no controló Mosul solo, ni por decisión propia ni por la sabiduría de sus jefes, sino que hubo una decisión árabe, regional e internacional, y eso fue consecuencia de una traición y no por el enfrentamiento cara a cara, aseveró el titular de Al-Mayadeen TV.

Al respecto, Tarpley indicó que en coordinación con Al-Nusra, filial siria de Al-Qaeda, Israel atacó objetivos de la resistencia libanesa y de militares iraníes que asesoran al Ejército de Al-Assad, pero Washington, Tel Aviv y sus «aliados extremistas árabes wahabitas» han hecho patente su incapacidad.

Sin dudas, para El Líbano y, en particular, para el movimiento Hizbulah el Golán les atañe de modo muy cercano, sobre todo después de que un ataque aéreo israelí mató el 18 de enero a seis combatientes de la resistencia y a un general iraní en Quneitra, según se supo después, por una traición.

En este contexto tiene serias lecturas la coincidencia de la agresión a Quneitra, la promesa del Frente Nusra de liberar el que llama Vilayato de El Líbano, y la escalada de las acciones de los grupos armados en la zona montañosa de Arsal y Ras Baalbek (noreste libanés).

Se asocia, además, el reinicio del abordaje del tema de los carros bomba y de la existencia de suicidas específicamente en los suburbios del sur de Beirut.

Analistas consultados por Prensa Latina coincidieron en que en el Golán se juega hoy un partido decisivo para la suerte del gobierno de Damasco en tanto se pretende establecer una nueva franja fronteriza que proteja la seguridad de Israel, separándolo de los combatientes de la Resistencia en el lado sirio.

Para Ben Jeddou, lo que media entre la zona del Golán liberado y la parte ocupada es un nuevo ejército de Lahad (Antoine Lahad, jefe del Ejército del Sur libanés, dirigido y financiado por Israel) que controlaba la región meridional para mantener a salvo a los sionistas de las operaciones de la Resistencia).

Esa labor la ejecutó antes el general desertor del Ejército libanés Saad Hadad, el lacayo de Israel en El Líbano Sur.

Pero en el Golán, lo agravante y más preocupante resulta que «no es un ejército sirio de Lahad, sino un ejército árabe de Lahad», en tanto lo apoyan gobiernos de la región alineados a potencias reaccionarias occidentales.

* Corresponsal de Prensa Latina en El Líbano.

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