LOS AVATARES DEL PERIODO ESPECIAL – PRÓLOGO

Dedicatoria.

“A quien pueda interesar”.

Este libro tiene dos nombres y una historia que contar. Primero se llamó El mundo de los Manueles; luego, Los avatares del periodo especial. Como confío en los lectores de La Gazzetta DF, les dejo la tarea de escoger el que más le agrade. El autor es un simple facilitador, los lectores deciden.

El primer nombre se explica solo, el segundo quizás requiera una aclaración. A los cubanos no hay que explicarles el significado del periodo especial, con que lo hayamos vivido y sufrido es suficiente. Fue una etapa de carencias derivadas de la caída del campo socialista. Un momento de definiciones y resistencia, de improvisaciones y sobre todo de imaginación. Un momento de crisis donde se pusieron a prueba muchos valores y donde casi nadie salió intacto.

Ahora permítanme resumir la historia del libro. Fue hace una década. Trabajaba con mis alumnos de periodismo en una indagación sobre el ensayo periodístico. De esta investigación salió un texto docente en el 2005. En aquel entonces no reuníamos habitualmente y mis alumnos siempre terminaban por cuestionar a la prensa escrita cubana contemporánea. Se quejaban de que nuestro periodismo tenía una deuda con el periodo especial, que la realidad andaba por un lado y los periódicos por otro, que dominaba la tendencia a la apología en vez de afrontar críticamente nuestro entorno. De eso y de otras cosas se quejaban, y tenían razón.

Algunos me pidieron que escribiese un libro sobre el tema y yo quise cumplir . Pero, como no podía hacerlo desde el periodismo, ni desde la historia, intenté crear un conjunto narrativo afincado en la realidad, un texto a medio camino entre la literatura y el periodismo, cuyas fronteras suelen confundirse. De ahí salió este hibrido escrito con el propósito de que los lectores cubanos no olviden aquel tiempo y que a los extranjeros les pueda ser útil para comprender la grandeza colectiva y cotidiana de un país que sabe sobrevivir y quizás ello haya contribuido a que siempre tengamos la solidaridad de mucha gente. Pero, no es un libro tremebundo, ni apocalíptico, es un sencillo grupo de narraciones para que los lectores disfruten de una realidad que merece ser disfrutada.

Pues bien, escribí el libro. Lo mandé a un concurso nacional y quedó entre los finalistas. El jurado premió otro texto, una narración excelente y yo quedé satisfecho porque fueron justos y porque habitualmente la editorial que convoca al premio publica las obras finalistas. Y aquí comenzaron los problemas.

Como el tiempo pasaba y las dilaciones continuaban, decidí entregar el texto a otra editorial , la de mi provincia, Santiago de Cuba, que ya había publicado un libro mío. Me dijeron que era muy largo. Le propuse que le arrancaran un pedazo, pero creyeron que era una broma. Y tuve que reducirlo para que se adaptara a las exigencias técnicas de las máquinas Riso, unas duplicadores compradas, precisamente en el período especial, para asegurar las publicaciones en las provincias. Pero tampoco lo publicaron. No se ponían de acuerdo. Para unos el libro tenía demasiada literatura para ser publicado como periodístico y para otros tenía demasiado periodismo para ser publicado como literatura.

Cansado de discusiones estériles, lo envié a una editorial de una ciudad vecina, que me debía un libro que ella misma premió en 1993, y me dijeron que la prioridad eran los escritores de la propia provincia.

Casi me doy por vencido. En vez de lanzar el libro a la basura lo dejé reposar. Entonces, aún no sé cómo, apareció un individuo. Se presentó como “editor independiente”. Se leyó el texto, se fue con una copia para su país, y pocos meses después me propuso un negocio, me pagaba una cantidad razonable de dólares. Pero, tuve que decirle que no. Le expliqué que si el gobierno de su país no nos quiere bien, la editorial que él me proponía, nos quiere mal. El hombre se molestó, todavía debe estar bravo; según su apreciación el texto no tenía nada de político. Tuve que decirle que casi todo libro de narrativa es de algún modo político.

Prometí no reescribir más la obra y la guardé en un rincón, hasta que me comunicaron que debía cumplir misión de trabajo en México y me dije que esta podía ser la oportunidad para que publicaran el dichoso libro. México es el lugar ideal por dos razones, porque sus lectores pueden entender la realidad cubana , pues tenemos muchas cosas comunes y por agradecimiento, pues fue aquí, en la Universidad Veracruzana, donde di mis primeros pasos como escritor, no digo que bueno o malo, porque un escritor es simplemente una persona que escribe libros. El adjetivo lo ponen los lectores.

No tuve que acudir a editorial alguna. Como parte de mi trabajo leo La Gazzetta DF. Conocí a su director, Rogelio Porras, le gustó la idea y ahora corremos juntos el riesgo de publicar en un periódico un libro como este. Gracias a la generosidad de La Gazzetta DF se publica este texto en forma seriada. No oculto una aspiración: que los lectores mejicanos se diviertan con estas páginas y que tengan más elementos sobre la idiosincrasia del cubano. Trataré de logarlo. Hay una ventaja para intentarlo: las narraciones son interdependientes de suerte que una historia explica la otra y todas se resumen al final.

Me agrada la idea de que estas modestas narraciones se publiquen acá y en periódico. Los periódicos, creo, son espacios insustituibles para la narrativa, para contar historias. Entre el temor y la esperanza se publica este libro. Ya sabemos que hay quienes cuentan historias, ahora falta saber si hay quienes las lean.

Deja un comentario

1 thought on “LOS AVATARES DEL PERIODO ESPECIAL – PRÓLOGO”

  • He leído los primeros dos capítulos y precisamente ahora, continuaré leyendo el resto. Es la fotografía del cubano y de esa etapa, perfectamente escrita, narrada, reflejada, y cuantos buenos adjetivos más le quepan…