LOS AVATARES DEL PERIODO ESPECIAL – POR OSMAR ÁLVAREZ CLAVEL

(En Italia la cosa debe estar muy mala porque el italiano ya no bota la basura a diario si no cada tres días que son los días que viene la mujer que limpia que antes venía todos los días. No le he preguntado por qué, porque no tengo confianza con ella aunque tiene cara de buena gente y porque por lo que veo en la televisión, las pocas veces que la veo y por lo que leo en los periódicos, las pocas veces que los leo, la cosa estás mala en todas partes en Italia, en Grecia, en el yuma y aquí mismo, para no ir muy lejos. Nada, que la cosa está que arde.
Déjame apurarme porque ahí viene el periodista que se ha empeñado en hacerme una entrevista, dice que porque se lo orientaron, que hay que convertir en héroes a la gente que hace cosas como las que yo hago. Yo no entiendo mucho del asunto, pero hasta donde sé en los periódicos se ponen a los ganadores, a la gente importante o los que hacen cosas grandes. Así que no entiendo como un tipo como yo, que lo único que hago es levantarme temprano para barrer la calle antes que salga el sol y cuando se va la tarde para que la noche encuentre al centro de la ciudad limpio… No entiendo como este señor va a ser de mí un héroe.
Pobre hombre, tremendo trabajo le han puesto, por eso le voy a dar la entrevista; me da pena con él y no quiero que entienda mi negativa como una forma de orgullo, que si hay una cosa que no soy es orgulloso, porque en realidad no tengo ninguna razón para serlo.
Además, si este señor le dice al jefe que fue quien me eligió para la entrevista, si le dice que me negué, eso me puede traer problemas y ya me basta con los que tengo con mi mamá, que está vieja y peleona y en mi casa con mi mujer, que aunque no está vieja pelea igual).

-Le voy a dar la entrevista, señor, pero con una condición: yo le hablo de lo que usted me pregunte, de lo que usted quiera siempre que esté a mi alcance y usted escribe lo que le parece. Pero, nada de fotos.
Al principio creí que era una broma, pero veo que de verdad usted quiere que yo responda sus preguntas. Dudo mucho que yo pueda decirle algo interesante para usted o para quienes leen sus escritos. No creo que a nadie se le ocurra publicar esta entrevista en ningún periódico. Pero, de todas formas voy a cumplir con usted y con el jefe que nos prestó su oficina…Bueno, como usted está de acuerdo, pregunte lo que quiera.

-Bien, mi nombre es Jesús Perdomo. Comencé a trabajar en la Cartonera. Salí del politécnico y me mandaron a trabajar allí, como mecánico. No me iba mal, ni tampoco bieeen; pero se vivía.
Entonces viene mi hermano mayor, el Negro, y me embulla. Resulta que estaban dando unos cursos del CAME y nos apuntamos y nos seleccionaron. Y mira lo que es la vida: mi hermano fue el de la idea, él buscó unos socios y lo cuadró todo y a mí me mandan para Alemania y a él para Checoslovaquia. Quizás como no tenemos el mismo apellido, no se dieron cuenta que somos hermanos y nos mandaron para países diferentes. Pero así y todo nos fuimos.
Bien, tuve tres años y pico en Alemania y no me fue mal. Al final me compré una moto ETZ y mi hermano se compró una Jagua. Yo tenía una alemanita, un poco anticubana en política, pero me ayudaba. Al principio la familia no me quería ver ni en pintura, pero al final querían que volviera y yo le prometí que terminada las vacaciones, regresaba: se la dejé en los callos, todavía me están esperando.
¿Qué por qué no volví?
Mire usted. Una cosa es ir a un país extranjero a buscarse unos pesitos y de paso aprender algún oficio y otra cosa muy distinta quedarse a vivir allá. Es cierto que algunos muchachos volvieron y unos pocos se quedaron definitivamente. Pero yo no puedo vivir en otro lado que no sea este. Ni siquiera en la poma, ni en la capital puedo vivir. Lo mío es aquí. Mi hermano hizo lo mismo y aquí estamos y no se ha muerto nadie.
Bien, vuelvo a la historia. Cuando se cayó el campo socialista, regresamos; nos dieron unos meses de vacaciones y cuando se empezaron a acabar los ahorritos y las motos se hicieron populares, porque había muchas y las mujeres empezaron a darnos de lado, mi hermano y yo decidimos que había que volver a la pega y nos presentamos en el Ministerio de Trabajo.
Nos mandaron para Planta Mecánica, pero qué va: yo no daba pie con bola. Resulta que allá yo trabajaba en un torno múltiple programado y el de aquí, nada que ver, era mecánico, y todo me salía mal. Entonces pedí la baja, aunque mi hermano se quedó porque le dieron una pincha que él podía hacer con facilidad. Teníamos la esperanza de trabajar en una fábrica de carros que iban a abrir creo que en Santa Clara, en el centro del país, pero nunca la abrieron, por lo de la caída del socialismo.
¿Qué hice entonces?
Se lo digo con honestidad, porque no me gusta la mentira y le prometí hablar claro: me dediqué a tirar pasajes, en la moto, claro. Al principio me fue bien, pero la cosa se complicó. Cuando aumentaron los motores tirando pasajes la policía se puso para nosotros. A mí no me dejaban vivir, me paraban, me preguntaban, yo decía la verdad y casi siempre, así mismo, me la aplicaban. Me cayeron a multa limpia, me quitaron la licencia y faltó un tilín para que me quitaran la moto. Tuve que moverme feo, hasta mi hermano Joaquín tuvo que meterse en el problema.
Un día me puse a pensar la cosa con calma y tomé una decisión: fui a ver a mi primo Eladio y le dije que sí, que le cambiaba mi moto por una casa que él tenía y no utilizaba; si me daba unos pesitos arriba, claro.
Sí, me decidí porque en mi casa éramos muchos, yo me había casado y la moto lo que me daba era problemas. Además, estando con Eladio, estaba en buenas manos. Usted no lo conoce. Mi primo Eladio: ese sí que es un genio, ese sí merece una entrevista.
¿Qué por qué?
Usted ni se lo imagina. Anótelo ahí. Mire, resulta que Eladio también estudió en el extranjero, en la Unión Soviética. Cuando llegó lo mandaron para lo último de Siberia, para que estudiara la carrera de técnico en barrer nieve. Sí, así como usted lo oye.
Él le explicó a los de allá la situación de acá y le dieron una respuesta sencilla: o estudia lo que le dijimos o regresa a Cuba, y mi primo prefirió cumplir con el deber y se quedó y se graduó.
Usted no sabe nada. Perdón, usted no se imagina, pero Eladio es un fuera de serie. Hace poco me dijo que estaba cansado de su trabajo como inspector, pero no quería trasladarse. Tal como van las cosas y el desorden que hay en el mundo y en el clima, cualquier día de estos puedo ejercer mi especialidad; eso me dijo mi primo y me aseguró que guarda en el armario su certificado de técnico en barrer nieves, aunque de la nieve no le quedan ni siquiera los recuerdos… Mi primo Eladio, ese es un tipo para respetar.
De acuerdo, vuelvo a la historia. Bien, resulta que otra vez se acabaron los ahorritos del cambio de la moto y viene otra vez mi hermano a sonsacarme.
Fue en el 94 o el 95. En esos años todo el mundo quería estar en el turismo y como el Negro siempre está en todas, se entera de que en Cubanacán andaban buscando gente con idioma.
Nos fuimos a la escuela de turismo, y otra vez las cosas extrañas de la vida. Fui con mi hermano, llenamos los papeles y cuando fuimos a ver como quedaba la cosa, resulta que al Negro lo eliminaron en la primera vuelta y yo llegué hasta el final. Mi hermano lo que sabía era checo y como yo sabía algo de alemán llegué hasta la final, y ahí mismo me liquidaron, me plancharon.
El director en persona me dio la explicación. Me dijo que me habían eliminado porque había otros compañeros que sabían alemán y tenían nivel superior. Me dijo que era una lástima porque yo tenía un buen expediente. Yo solo le di las gracias y entonces el hombre me miró como si me hiciera una foto y me preguntó por qué yo no había buscado un certificado falso, aunque me pudieran descubrir como había ocurrido con otros aspirantes.
Le contesté que en primer lugar no era dinero lo que me sobraba y en segundo, que nunca me ha gustado meterme en problemas con la justicia. Entonces el hombre me hizo un interrogatorio – se ve que había leído bien los papeles que entregamos- , me pidió la dirección y me dijo que antes de terminar el mes me citarían.
Yo no le hice el menor caso, pero el hombre cumplió y no solo eso, me propuso una plaza y yo acepté sin pensarlo y terminé por ser el chofer de Manuel, que así se llama el que era director, Manuel Gómez, tremendo tipo.
No me digas, ¿de verdad?… Ya sabía yo que lo había visto a usted en alguna parte: ¡Qué chiquitico es el mundo! Claro, ya caigo, tuve que verlo en algunas de sus visitas, o en los cursos, porque en ese tiempo yo era el chofer de la escuela. Yo sabía que su cara me era conocida. Lo que pasa es que varios de la universidad iban a la escuela a dar cursos, al director le gustaba el asunto. Llegaban daban su charla y todo terminaba en el buffet. Todo elegante, menos para mí que tenía que esperar hasta las mil y quinientas y luego llevar al profesor o a la profesora para su casa. De usted no me acordaba bien porque nunca me tocó llevarlo.
Sí, con mucho gusto le habló de Manuel, si a usted le interesa. Empiezo por la parte fea: le digo que el jefe era un taco, un tipo inteligente. Se lo digo yo que no entiendo con nadie, y eso que me sacó de la pincha, del trabajo…
Mire, el dire como le decíamos, era un tipo del carajo… Perdón, pero así era cuando yo trabajé con él. Con él ni bromitas, ni traguitos. Un día dejé de trabajar y cuando me pidió explicaciones; le dije que fue por cumplir con lo que dice el cartel que pusieron en la carretera que dice: si maneja, no tomes y si toma, no manejes. Y como aquel día yo tomé en cantidades infrahumanas, no fui a trabajar. Por un poquito me mata. Pero no pasó nada y seguimos juntos hasta el día en que pasó lo que pasó.
Si, ahora le cuento. Aquel día el hombre estaba contento, vaya usted a saber por qué. Me dice que va para una reunión y que venga a recogerlo al mediodía. Pero me retraso. Y no sé si lo dije, el hombre tenía un defecto: no me dejaba hacer el pan. Imaginen quién vive con lo que te pagan. El hombre se metía en sus reuniones acaba a las mil y quinientas y yo ahí, espera que te espera. Entonces, a veces, mientras el resolvía con su gente los problemas del país; yo me iba a resolver los problemas de la gente de carne y hueso, tiraba mis pasajitos. Cobraba poco, porque nunca he sido abusador, y daba el servicio.
Aquel día la reunión terminó antes de tiempo y el hombre salió molesto y cómo llegué tarde, me sancionó. Pero, no le guardo rencor, porque cuando yo tenía problemas él me tiraba un cabo. Por eso me pesó cuando me sancionó. Parece que a él también le pesó, porque a los pocos días me mandó a buscar para que trabajara como mecánico en un taller. Yo se lo agradecí, pero no fui. Porque yo soy un tipo con vergüenza. Además, no estudié mucho, no soy ingeniero, pero se defenderme en la vida, no soy bruto y la grasa mancha.
Manuel era demasiado serio. Un día me dice: ven acá, Perdomo, a ti te dicen el decono, ¿se puede saber por qué? Yo le digo: dire, usted es quien tiene la culpa de que me hayan cambiado el nombre; me dicen el decono si, el decojonao; y el hombre arranca a reír y busca una libretica, que eso de apuntar cosas le encanta. Y como está contento le digo que todo empezó desde que él echó el discursito sobre las malas palabras. Ahora cuando los novatos cocinan y el arroz es pura melcocha te dicen: señor Perdomo, esta comida esta de inga, de inga, asere. Hasta las mujeres se contagian. Te pegas al cuerpo de una niña sabrosa y va y te dice: señor Perdomo, por favor, tome distancia no sea mari. Usted ordena y ellos callan, pero por detrás se burlan, que la gente es de tranca jefe, le digo.
Me dolió cuando me sancionó, pero así es la vida. Yo estaba bien, me daban poca propina, pero la comida en la escuela era muy buena y cuando iba a las actividades el dire siempre me daba alguna cerveza de latica y yo se la traía a mi mujer porque soy ronero y en el hotel los muchachos me decían chófer acércate y me daban algo de ron del bueno y yo me lo tomaba con moderación, claro. Había que trabajar bastante pero para mí eso es lo de menos: de verdad que me metí la pata, pero así es la vida…
¿Puede contarle una cosa fea de Manuel que al parecer es su amigo?
OK, con mucho gusto, pero esta parte no la ponga en la entrevista.
Mire, resulta que le dije una mentira al principio, pero fue casual, no me di cuenta porque en realidad esta es la primera entrevista que me hace un periodista, pero no es la primera entrevista que me hacen…
Le explico. Yo tenía más de un año de trabajar en la escuela y me entero de que hay una comisión para analizar un asunto un poco extraño; parece que al dire alguien lo acusaba de embolsillarse los recursos del estado, parece que fue cuando lo del ciclón, cuando él decidió mandar un grupo de cosas de la escuela para la gente del poblado: sábanas, toallas, materiales de aseo y limpieza, esas cosas. Yo lo vi todo, participé en la entrega y todo estaba claro. Sin embargo, le quisieron armar un número ocho y dos de la comisión vinieron a entrevistarme, por eso le digo que esa fue la primera entrevista y no ésta, solo que aquella no era para sacarla en los periódicos sino para joder al dire, perdón, pero eso fue lo que yo pensé. Al final se cogieron el dedo con la puerta.
Mire, lo recuerdo como si fuera ahora. Los del dúo me preguntaron sobre la economía de Manuel, si yo había visto algo extraño. Le dije que no. ¡Y qué no sabe un chofer de jefe! Un buen chofer de jefe no es el que mejor maneja, sino el que menos pregunta, el que sabe a dónde hay que ir y cuándo callar, eso le dije.
Y como volvieron con el estribillo le aclaré que el jefe nunca estuvo nadando en plata. A veces estaba liso, sin un centavo y yo le regalaba su cajita de cigarros, no por guataquería sino porque yo no fumo. Cuando salía con la mujercita – la de la escuela, no la de la casa-, compartían hasta el pago. No recuerdo el nombre, ahora las mujeres se pegan unos nombres… Se lo digo yo que para esas cosas soy un bicho: jamás lo vi en un movimiento extraño. ¡Y mira que yo he visto cosas! Eso fue lo que le dije, y me dejaron tranquilo.
¿La familia? ¿Le hablo sobre mi familia?
Nosotros somos pocos. Mi mujer, que pelea por cualquier cosa y yo más o menos la comprendo. La cosa está dura: ¿por qué usted cree que ahora las iglesias se llenan los domingos?…
De acuerdo, vuelvo a lo de la familia. Mi mujer es buena lo malo es que hoy está de acuerdo con una cosa y mañana esa misma cosa le parece mala… Claro que sí, tengo dos hijos. Del varón no me gusta ni hablar. Imagínese que estudió para artista y se pasa la vida en las musarañas, oyendo música, sentado frente a una cartulina, según él para pintar un cuadro; pero la concreta es que se pasa el santo día sentado esperando que le pongan la comida en la boca: es un tarajayú. Yo no sé a quién salió, porque su madre es una mula trabajando, es un tren, y yo, ni hablar. A lo mejor se debe a lo que estudió y la culpa la tiene mi mujer que se empeñó en que el muchacho estudiara para artista para tener una gente grande en la familia y mire lo que ha pasado. Imagine usted, cuando se ha visto que un muchacho humilde estudie cosas del arte o lo que es lo mismo, que estudie para vago autorizado.
Mi hija, ¡ahí si hay! La niña es una mujercita para respetar. Fíjese que hay que regañarla para que suelte los libros de enfermería. Esa hasta doctora no para, ojala que dios me le de salud y que a mí me alcance la vida para ayudarla.
Claro, es verdad que no le dicho casi nada de este trabajo y es por eso que usted me hace la entrevista, pero eso es lógico. No vaya a creer que estoy aquí porque me gusta barrer, aunque cualquier trabajo es bueno. Para mi trabajar es lo mismo que respirar, pero lo que me gusta es el timón.
Bien, le cuento cómo llegué aquí. Esta vez fue mi otro hermano, Joaquín, el más inteligente y preparado de todos nosotros. Ese hermano mío es un taco, como Manuel y Eladio.
Resulta que como ya le conté, cuando Manuel me quitó el timón me dio una oportunidad y yo no acepté y volví caer en un bache. Empecé a juntarme con los muchachos del barrio, a tomar ron de segunda, tan distinto al del turismo y cometí pifias, entonces Joaquín me llamó a capítulo y me hizo una propuesta.
Le aclaro que Joaquín fue mucho tiempo jefe en comunales y conoce bien este trabajo, tiene experiencia y tiene amigos en todas partes. Fu él quien me propuso barrer calles. Cuando me lo dijo yo di un salto y le dije que ni soñarlo, que él sabía de mi mala suerte y sabía que lo mío era el timón.
Por eso mismo, me respondió y me dio una explicación. Me dijo que yo tenía lo principal, deseo de trabajar y necesita trabajar para mantener la familia. Él me podía conseguir este trabajo y luego, si me lo ganaba, cuando hubiera un chance y se vaciara alguna plaza de chofer, él me garantizaba montarme en uno de los carros de botar la basura. Claro si yo me lo ganaba con mi actitud, cosa que él no dudaba.
Mi hermano me dio una semana para pensarlo y de paso me explicó que el salario de un barrendero era superior al de muchos profesionales. Que si aceptaba yo ganaría más que él. Al otro día le dije que sí, con una condición, que me mandaran para un lugar lejos del barrio: no quería que mi gente me vieran barriendo calles. Llegamos a ese acuerdo y los dos cumplimos.
Al principio yo me encasquetaba un sombrero de yarey para que nadie me reconociera, luego seguí usando el sombrero por costumbre, me fui habituando; y me dejaron fijo y no pasó nada.
Nunca mi hermano me volvió a hablar de subirme a un carro. A veces me entra la duda si lo de manejar fue en serio o fue un anzuelo, pero yo confío en él; además, desde hace tiempo le dije que me quedaba donde estaba. Ya no importa. Tengo diez años en este trabajo, en el mismo lugar, estoy tranquilo y me va bien. Día a día hago lo mío y de paso me busco el menudito para el diario. Hay varios vecinos que me pagan dos pesos porque bote la basura de sus casas y yo cumplo y ellos me estimulan. Además de algún modo mi sueño se cumplió: tengo un carrito, de dos ruedas y sin timón, pero carrito al fin.
Sí, creo que he respondido bastante. A lo mejor dije algún disparate, pero traté de ser claro. Dice mi hermano Joaquín que yo tengo facilidad para decir disparates, eso dice él, y mi hermano Joaquín es un taco…
Si, venga esa última pregunta: ya me estoy acostumbrando a responder.
Si, ¡qué! No me haga reír: ¿Ser jefe yo? Usted no debe estar muy bien de la cabeza, seguro fue por eso que lo mandaron a entrevistarme. Perdón, es que eso ni pensarlo es bueno…Mire, varias veces han querido ponerme de jefe de brigada. Pero digo que no, soy claro en eso. Resulta que yo ni fui de la juventud, ni soy del Partido; fui pionero porque no había que hacer selección que si no… Se lo repito, lo mío es trabajar. Yo solo mando en mi casa y a veces ni eso es fácil, si usted supiera…Aquí me siento bien. Tengo buen salario. Nadie me envidia. Nadie se mete conmigo.
Si, a lo mejor usted tiene razón, tal vez sea así. Yo cumplo con lo mío. Los vecinos me respetan y yo respeto a los vecinos sean o no mis clientes. Si eso es a lo que usted llama tener éxito en la vida, entonces va a tener que apuntarme en ese equipo.

(Menos mal que el periodista me dejó tranquilo. Mira que empeñarse en entrevistarme a mí con tanta gente importante de verdad y de mentira que hay en esta ciudad y en este mundo. Este periodista y el que lo mandó deben estar mal de la cabeza. Pero, en fin, ya le di la entrevista, ya quedé bien con él y con mi jefe. Lo demás no importa.
¡Ah, carajo, cuando aprenderé a pensar a tiempo! El periodista se fue y a mí se me olvidó preguntarle dónde y cuándo publicarán la dichosa entrevista.)

FIN DE LA PRIMERA PARTE

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