Reconocimiento cero

Por Jafet Rodrigo Cortés Sosa

Si alguna vez han leído El Ruiseñor y la Rosa, se darán cuenta lo difícil que es entregar la vida por una causa; a veces esa causa es creación, otras, emprendimiento, que en sí se puede considerar como otra forma de dar vida.

En la Obra de Oscar Wilde se presenta una causa, el amor –o lo que se podría creer que era el amor- de un joven hacia una muchachita, y su dolor de no poder regalarle una rosa roja para decirle lo que sentía, ser correspondido.

Aquella pesadez en el pecho, fue escuchada atentamente por un pequeño ruiseñor, que sucumbió a las súplicas sinceras y entregó su vida para pintar con sangre una de todas las rosas blancas del rosal. El pago para ese pequeño creador, fue la muerte, y el producto final de su sacrificio, terminó lamentablemente tirado en la basura, al no haber sido recíproco el amor de aquel joven.

Con este cuento se podría describir prácticamente el valor del trabajo –no sólo creativo-, dar la vida por algo en lo que se cree, esforzarse, depositar habilidades y talentos para que algo más nazca, y recibir a cambio el silencio, la injusticia, la indiferencia, el desprecio que prolonga la muerte. Reconocimiento cero.

EFECTO CANGREJO

Por qué es tan difícil que la gente apoye los proyectos de los demás, sean amigos, familiares, conocidos o completos extraños; por qué es tan complicado que la gente reconozca y valore el esfuerzo que hacen los otros.

Lo anterior podríamos llamarlo “efecto cangrejo”, fenómeno donde el mundo observa desde las sombras, esperando nuestras equivocaciones, desistimientos, fracasos, para echarnos en cara un sinfín de “te lo dije” que tenían guardados para la ocasión.

A veces a los hombres y mujeres cangrejo, no solo les basta con dejarnos solos, también tienen la osadía de criticar lo que hemos hecho, de colocar trampas en el camino, cultivar nuestra inseguridad sobre lo que hacemos.

Lo que es curioso es que si, pese a todas las adversidades y retos, logramos salir avante, sin duda alguna, no faltarán aduladores e hipócritas que parloteen sobre su participación en el viaje, de haber confiado desde siempre en nosotros.

Pocos son los que actúan distinto, tendiéndonos la mano, buscando la manera de contribuir cuando todo está en obra negra; quizás no consuman lo que hacemos, pero se preocupan por compartirlo, para que alguien más lo vea.

TOMA TIEMPO

Crear toma tiempo, requiere esfuerzo, constancia; se convierte en muchas ocasiones en una actividad solitaria en la que pocos apoyan; una actividad, en un principio, raramente reconocida. La frustración avanza algunas casillas, cuando el silencio apabullante despierta nuestras inseguridades, que toman el control de todo.

Nos enfrentamos contra el mundo, y en múltiples ocasiones contra nosotros mismos, porque resulta que nosotros mismos no nos reconocemos, no reconocemos el valor de nuestro trabajo; no reconocemos cuánto hemos crecido desde la primera vez que inició todo. Nos sentamos, abrazamos incrédulos la soledad que nos susurra, “para, mira hacia atrás”, “observa cuánto has avanzado”.

A veces tiene que llegar alguien más y enseñarnos el valor de todo lo que hemos logrado; en ocasiones estas personas son familiares, amigos, y en otras, desconocidos que confiesan alegremente que les hemos cambiado la vida, acompañándoles con nuestro trabajo en una etapa dura en la que se sentían solos.

A veces sólo tenemos que dar esa pausa y observar el impacto que estamos generando, reconocernos, darnos ese respiro para seguir haciendo lo que hacemos.

El reconocimiento exterior toma el tiempo que necesita tomar, pero en su momento llega. Ciertas veces llega cuando ya hemos muerto y no lo podemos celebrar; terminamos sin ser profetas en nuestro propio tiempo.

Siempre buscamos trascender de cierta forma, lograr que nuestras creaciones tomen vida, adquieran su propio peso y su propio tono de voz, impostando algunas partes de nosotros. Cuando lo logramos, toman vida, se mueven con libertad suficiente como para enfrentar la muerte, ganarle la batalla; fortaleciéndose desde la voz de aquellos que les interpretan y reinterpretan, dándoles un segundo, tercer o cuarto aire.

OFRENDA DE PAZ

Vivimos cotidianamente una batalla encarnizada contra aquellos impulsos que nos invitan a convertirnos en hombres y mujeres cangrejo; una batalla que nos estanca, que no deja salir a nadie. Lucha infructífera que nos hace tanto daño.

Cuando bajemos los brazos y claudiquemos contra esos fantasmas que nos atormentan; cuando venzamos el egoísmo y dejemos de alimentar el espíritu narcisista que nos está saboteando; cuando ofrezcamos una ofrenda de paz y cambiemos, veremos cuán lejos podemos llegar si en vez de arrastrarnos todos al abismo, empezamos a acercarnos a la orilla para salir, uno por uno de este infierno.

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