Periodismo en el fuego cruzado

Por Samuel Prieto Rodríguez

Recientemente el mundo ha sido más hostil de lo habitual para el periodismo y los periodistas. El holandés Peter R. De Vries, reportero especializado en delincuencia y crimen organizado, murió en un hospital de Ámsterdam el 15 de julio, nueve días después de que fue tiroteado en plena calle pocos minutos después de que salió de comentar como lo hacía habitualmente en la cadena de televisión NOS.

La corresponsal del periódico español ABC en Cuba, Camila Acosta, fue arrestada el 13 de julio luego de cubrir desde días antes las protestas masivas contra el régimen de la isla. La policía la interceptó en la calle y la arrestó acusada por “delitos contra la seguridad del Estado”. Más tarde cateó su domicilio para llevarse sus archivos y computadora personal. Tres días después, el aparato represor cubano tuvo que liberarla por la presión internacional. Durante las manifestaciones hubo muchos reporteros agredidos por las fuerzas de seguridad como el fotógrafo de la agencia AP, Ramón Espinosa.

En el Salvador, el gobierno de Nayib Bukele ordenó el 8 de julio la expulsión del país del periodista mexicano Daniel Lizárraga, quien se desempeñaba como editor en jefe del periódico digital El Faro.

Aquí en México, el informador michoacano Abraham Mendoza fue asesinado a balazos el 19 de julio al salir del gimnasio. Esa es la muestra más reciente de que México sigue siendo el país más peligroso del planeta para el oficio periodístico.

Hasta antes de ese homicidio, el conteo de la organización Artículo 19 documentaba 140 periodistas asesinados en México desde el año 2000 en relación con el ejercicio de su oficio, 20 de ellos durante el gobierno actual.

Si esa es de por sí una cifra mucho más que indignante y escandalosa, resulta que se quedó muy corta. La propia Secretaría de Gobernación reconoció el 12 de julio que desde el inicio de esta administración en realidad van 43 informadores muertos, bueno, ahora 44 sumando a Abraham Mendoza. Más aún, siete de ellos estaban bajo el cuidado del Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. ¿Así o más patético?

RED PRIVADA

Uno de los homicidios más emblemáticos del muy riesgoso oficio periodístico en México sucedió el 30 de mayo de 1984 y el consenso general es que se trató de un evidente crimen de Estado. Manuel Buendía Tellezgirón, autor de la columna Red Privada, fue conocido como el más leído de la segunda mitad del siglo XX. Sus temas de especialidad: la presencia de la CIA en México, la ultraderecha, el narcotráfico y la corrupción en el gobierno. Todos, motivos de bastante más que incomodidad para muchos funcionarios.

La historia oficial es que al salir de su oficina en la Zona Rosa, cerca del cruce de Insurgentes y Reforma, un hombre descrito en los testimonios como alto y fornido, de corte y gorra militar, le disparó cinco veces por la espalda y escapó en una motocicleta que lo esperaba encendida y manejada por el agente de la Dirección Federal de Seguridad, Juan Rafael Moro Ávila, en la que fueron a refugiarse a las oficinas de la Dirección Federal de Seguridad a unas pocas calles de ahí. El asesino material fue encontrado tres días después en la capital de Zacatecas, muerto con 120 puñaladas.

El funcionario de más alto nivel señalado, acusado y sentenciado por ese crimen fue José Antonio Zorrilla Pérez, quien había sido titular de la DFS. Su jefe era el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, quien no fue incluido en la investigación oficial, ni el secretario de la Defensa Nacional, Juan Arévalo Gardoqui, al que apuntaban otras averiguaciones.

El homicidio de Manuel Buendía fue retomado el 14 de junio de este año con el estreno en Netflix del documental Red Privada, dirigido por Manuel Alcalá y producido por Gerardo Gatica, Inna Payán y Luis Salinas.

Lo que hace esta obra audiovisual es poner sobre la mesa los vacíos en la investigación incluyendo el hecho de que 37 años después aun no se sabe realmente con precisión ni certeza quién ordenó la muerte de Buendía y por qué. De hecho, cuestiona si todos los acusados y sentenciados participaron realmente o se trató de un montaje para dejar impunes a los verdaderos autores.

“Me pareció una historia muy importante para llevar a la pantalla porque desde mayo de 1984 han sido asesinados alrededor de 400 periodistas y 99 por ciento de los casos siguen impunes. Eso es lo alarmante y arroja mucha importancia al riesgo que enfrentan los periodistas”, dice Manuel Alcalá.

PEGASUS, EL FUEGO ATIZADO

Otra historia que también ya conocíamos aunque seguimos sin saber su dimensión real y mucho menos su verdadero fondo es la del espionaje desplegado por el gobierno mexicano el sexenio pasado contra periodistas, activistas, empresarios, líderes sindicales, políticos y cuanto personaje fuera incómodo. La herramienta para ello, el software israelí Pegasus.

Amnistía Internacional y la organización francesa Forbidden Stories hicieron una investigación que publicó The Washington Post y otros 16 medios en el mundo, el domingo 18 de julio. De una lista de 50 mil números de teléfono móvil espiados con ese malware en más de 50 países, 15 mil se concentran en uno solo: México.

Solo fue posible identificar a los titulares de mil de esas líneas en los 50 países. Entre ellos hay varios integrantes de familias reales árabes, al menos 65 altos ejecutivos de empresas, 85 activistas de derechos humanos, más de 600 políticos y funcionarios gubernamentales incluidos jefes de Estado y de gobierno, ministros y diplomáticos. Claro, también 189 periodistas entre quienes figuran reporteros, editores y directivos de Associated Press, CNN, Financial Times, France 24, Reuters, The Economist y The New York Times.

Eso comprueba que el propósito original de Pegasus, diseñado por el corporativo israelí NSO Group, de utilizarse únicamente para la investigación de terroristas y el crimen organizado, está muy lejos de ser cumplido.

Desde 2016 y 2017 también se incluyen 25 periodistas mexicanos como Cecilio Pineda Birto quien fue asesinado en la sierra de Guerrero hace cuatro años; Azam Ahmed, corresponsal de The New York Times; Carmen Aristegui; Andrés Villarreal; Ismael Bojórquez; Rafael Rodríguez Castañeda, exdirector de Proceso, y otros colaboradores de esa revista como su hoy director, Jorge Carrasco Aráizaga, Alejandro Caballero, Arturo Rodríguez García, Jenaro Villamil, Álvaro Delgado y tres fundadores de Quinto Elemento Lab: Marcela Turati, Alejandra Xanic von Betrab e Ignacio Rodríguez Reyna.

También Luis Hernández Navarro y Josetxo Zaldúa de La Jornada, y columnistas como Salvador García Soto, Ricardo Raphael, Raymundo Riva Palacio, Yuriria Sierra, Ricardo Alemán, Pascal Beltrán del Río y Pablo Hiriart.

Si bien en el caso mexicano todo ese espionaje sucedió durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, es fundamental decir que en su guerra contra los medios que no se alinean con la visión del mundo según el ganso, el actual presidente de México, López Obrador, los etiqueta como chayoteros, pasquines inmundos, hampa del periodismo y otros epítetos pero no ha presentado prueba alguna de que Pegasus haya dejado de utilizarse y mucho menos con esos fines de acecho. Tampoco hace transparente si los contratos con NSO Group siguen vigentes aun cuando él mismo y su círculo cercano fueron vigilados con ese malware.

En vez de eso la Unidad de Inteligencia Financiera está participando en la explotación política de los detalles más dramáticos como la lista de “los maléficos” encabezada por el número celular del ahora primer mandatario que entonces aparecía en la lista con el nickname indicativo de “el gallo”. Claro, también es muy importante poner en evidencia toda la podredumbre de los gobiernos anteriores pero ¿cuándo dejará de quedarse todo en el nivel de la politiquería y se llegará al verdadero fondo hasta desenterrar el trasfondo?

SOLICITUDES DE ELIMINACIÓN EN TWITTER

El 14 de julio, Twitter actualizó la información de su Centro de Transparencia. La nota es que las cuentas de 199 periodistas y medios de comunicación verificadas de todo el mundo fueron sujetas a 361 solicitudes legales de eliminación de contenidos en el segundo semestre de 2020, un aumento del 26 por ciento en comparación con el periodo anterior.

El ejercicio de transparencia, sin embargo, se quedó a medias porque la red de microblogging no quiso dar detalles sobre qué países presentaron las peticiones ni cuántos de esos requerimientos terminaron siendo exitosos.

Twitter suele ser el campo de batalla más político entre todas las redes sociales, por ello los encontronazos entre el poder y los periodistas se dan normalmente ahí más que en otras plataformas.

En el álbum de la conspiranoia gubernamental no solo hay periodistas y la moralmente derrotada mafia del poder sino todo personaje o empresa que sea señalada y reprobada desde el yacimiento gansífero. Recordemos que apenas en enero de este año cuestionó a la propia Twitter por su director de políticas públicas en México y Latinoamérica, Hugo Rodríguez Nicolat.

“Aquí quiero aprovechar: El director de Twitter en México era militante o simpatizante muy cercano al PAN, el que actualmente maneja Twitter, fue hasta asesor de un senador famosísimo del PAN. No sé si… ¿No tienen ahí la…? Porque me encontré eso y como mi pecho no es bodega… Sin embargo, sólo esperamos que haga su trabajo de manera profesional, que no promuevan la creación de granjas de bots”.

Claro, Twitter reviró pero con el cuidado corporativo de no caer en el intercambio de reproches y reclamos.

El exabrupto presidencial y la respuesta de la plataforma aludida habrían quedado como un incidente más de muchos si no hubiera sido porque echó a andar toda la maquinaria del Poder Ejecutivo y el Legislativo en un esfuerzo por regular las redes sociales, es decir, coartar las libertades digitales.

Afortunadamente, luego de múltiples protestas, señalamientos y pronunciamientos, esa intentona quedó solo en eso. Pero dejó más al descubierto la esencia real de este gobierno.

¿EL DESPERTAR DE UN GIGANTE ADORMECIDO?

Tenemos claro que el periodismo está pasando por una de sus crisis más fuertes dada la evolución de los medios de comunicación y el cambio continuo y vertiginoso en la forma de consumo de contenidos. Comercializar espacios publicitarios con las audiencias tan pulverizadas es mucho más complicado. Vender suscripciones se vuelve cada vez más complejo dado que los consumidores tienen muchas más opciones, incluyendo varias no periodísticas y sí muy poco o nada confiables en las redes.

La televisión y la radio continúan siendo mucho más poderosas que otros medios aunque ya no son lo que solían.

De por sí, los salarios de los periodistas en general nunca han sido remuneradores salvo para una élite muy pequeña como la que hay en casi todos los ámbitos profesionales. La situación financiera de los medios ha impactado fuerte en recortes de personal, sueldos todavía más bajos y cargas de trabajo más pesadas.

Ahora el siguiente problema es que esos salarios tienen que volverse competitivos muy pronto porque los niveles de especialización que exige el oficio son cada vez más altos y construir y sostener equipos sólidos está volviéndose una imperiosa prioridad.

El estudio “¿El despertar de un gigante adormecido?”, hecho en México por la World Association of News Publishers, el Facebook Journalism Project y el Tecnológico de Monterrey, encuestó a 32 medios regionales y 19 locales digitales sobre cuatro enfoques: el modelo de negocio, la composición de la redacción, la organización de la empresa y el conocimiento de las herramientas digitales.

Con respecto al modelo de negocio hay un consenso amplio sobre que la baja pronunciada en las ventas de publicidad impresa es bastante más amplia que el alza en la digital. La gran mayoría de los directivos tiene claro que debe cambiar la estrategia financiera y diversificar sus ingresos tan rápido como en los próximos tres años.

La cuestión es: ¿cómo debe cambiar? Los experimentos actuales y las expectativas tienen algunas opciones: comercio electrónico, donaciones, e-learning, marketing de contenidos, newsletters, organización de eventos y conferencias, servicios comerciales B2B y sindicación.

Otra fuente de ingresos no explotada intensamente en los medios que fueron parte del estudio es la publicidad programática. Para el 37 por ciento de los regionales y el 33 por ciento de los digitales representa apenas el 10 por ciento o menos del total de la publicidad digital. Este desarrollo tan escaso se correlaciona con el poco conocimiento de algunas de las herramientas disponibles, incluso gratuitas, que son claves para la monetización por esta vía.

En los medios mexicanos encuestados faltan los equipos humanos que ya existen en medios líderes en transformación digital como los de análisis de métricas/audiencias y de nuevas narrativas audiovisuales, por ejemplo. Entre las razones se señalan la falta de capacitación y la dificultad para retener talento, lo que nos lleva de regreso al asunto de la necesidad urgente de tener salarios competitivos.

La cosa no está nada fácil. El periodismo está en el fuego cruzado. Ataques por muchos frentes y exigencias de especialización cada vez más fuertes, que en la mayor parte de los casos no tienen que ver directamente con el oficio sino con la infraestructura para mantenerlo rentable.

Colaboración de Latitud Megalópolis

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