Desafío

Veneno Puro

*Brasil en Renta

*Dictadura FIFA

*Árbitros Impunes

Termina hoy el Mundial. Setenta y cuatro mil espectadores estarán felices de haber adquirido sus boletos de acceso a módicos precios que van desde 53 mil pesos hasta 24 mil quinientos. Gangas, desde luego, porque lo más probable es que buena parte de los sacrificados fanáticos del balompié debieron comprarlos en la reventa, por cierto organizada por algunos elementos de la mafiosa FIFA, reguladora del fútbol de acuerdo a la denuncia específica del ex mandatario de Brasil, Ignacio Lula da Silva. (Algunos lectores preguntan si el nombre de esta nación debe escribirse con “zeta” o “ese”; les respondo: en castellano se utiliza la “ese”… y si se habla portugués la “zeta”).

El caso es que la administración de Dilma Rousseff, sucesora de Lula en la Primera Magistratura, se metió en el embrollo de financiar la Copa Mundial –herencia de la administración anterior por cierto quien fue la que pujó por la sede-, y unos Juegos Olímpicos con dos años de diferencia. No sé cómo van a poder solventar lo segundo si este primer evento los ha dejado casi en la ruina con millones de indignados súbditos –a quienes se impuso la carga de financiarlo todo mientras carecen de lo indispensable-, a punto de estallar por la ira y el dolor de la impotencia, acaso el peor de los males de conciencia.

Sólo en la remodelación de diez estadios y la construcción de otros dos –tras la demolición completa del escenario anterior de Natal-, el gobierno “socialista” de la señora Rousseff invirtió dos mil 600 millones de dólares además de las obras de infraestructura, bastante deficientes –hasta una autovía se derrumbó por completo sin causar, por fortuna, una tragedia mayor-, tan efectivas que los visitantes futboleros debieron caminar hasta cinco kilómetros para poder llegar a los campos del balompié, constituidos como los modernos templos para el desfogue masivo en estos días de necesaria catarsis con la cual se suavizan las tensiones. En el caso de los mexicanos, los goles fueron frustrantes ante la temprana eliminación de nuestra selección, injustamente. Me sumo al grito, quince días después del despojo: “No fue penal”.

Las grandes ganancias fueron para los prestadores de servicio quienes, por ejemplo, se dieron vuelo cobrando tarifas fuera de toda proporción con un pésimo trato a pesar de la calidez de algunos naturales de esas tierras “conquistadas” por Portugal en una afanosa competencia con España. Les quedó el idioma y, a diferencia de los pueblos hispanos, la satisfacción de que sus orígenes europeos no los afrentan sino que los de allá admiran la pujanza del gigante sudamericano y se enorgullecen de él. A nosotros hay quienes todavía pretender mirarnos sobre los hombros; menos mal que ya vamos aprendiendo las lecciones para ponerlos en su lugar como hubieran deseado los tlatoanis vencidos por las traiciones y los armamentos desconocidos capaces de matar sin siquiera llegar a la lucha cuerpo a cuerpo. ¡Y, además, los caballos, mismos que fueron vistos como pegazos enviados desde más allá de las nubes en donde comienzan los misterios!

Pues bien, de acuerdo al astro Maradona, la FIFA obtuvo ingresos, cuando menos, por cuatro mil quinientos millones de dólares durante el mes mundialista. Tenemos la impresión de que la cifra es corta considerando los negocios laterales mucho más redituables, por ejemplo la reventa organizada, que produjo entradas ilegales que nadie se atreverá a investigar. Les aseguro que todo quedará en la queja de Lula da Silva a quien le habrán pedido “comedimiento” para evitar escándalos mayores a la vista del mundo. Me atrevería, por tanto, a “doblar” la cantidad expuesta cuando menos. ¿Y para qué se recauda toda esta inmensa fortuna?¿Alguna causa altruista como las que sí aceptan realizar algunos futbolistas de elite? Pues no. Va a parar a unas arcas que nadie conoce, como las reservas en lingotes de oro de las bóvedas de Fort Knox, para beneficio no de los empleados de la organización, digamos el corrupto Joseph Blatter, nacido en Suiza en 1936, quien funge como secretario general y puede hasta vender sedes a los poderosos jeques sin limitaciones económicas. Menos mal que la trama salió a la luz pública y no se oculta como tantas otras.

Se fue el Mundial y las finales fueron las esperadas: jugarán los mismos que llegan siempre a estas instancias, con favoritismos excepcionales a determinados equipos –pero el diablo mete la cola y pese al aliento artificioso a los anfitriones, éstos perdieron a su estrella Neymar antes de las semifinales-, y sentencias amañadas contra otros: por alguna razón extradeportiva, que es difícil entender por cuanto dejan las cadenas de televisión mexicanas a la FIFA ávida de ingresos, nuestros jugadores no pueden –o no deben- pasar de la llamada “ronda de dieciséis”, aunque nos otorguen el sitio preferente de “décimos” en la contienda, sólo debajo de la también eliminada injustamente en esta instancia, Chile, con toda la cizaña imaginable sobre el césped. Pero los espectadores se quedaron para ver una emisión más de los mismos duelos con arbitrajes menos escandalosos, claro, y un público que se cree en la autenticidad de los resultados como si nada hubiera inducido a ellos fuera de los estadios.

La satisfacción para los inversionistas mexicanos fue el empate “glorioso” del “Tri” con el anfitrión en una jornada de sobresaltos en las que nuestro guardameta, Memo Ochoa, se convirtió en aspirante a ser esfinge sobre algunos de los nichos vacíos –por robo de los bronces anteriores- en el Paseo de la Reforma; y otro debe ser para “El Piojo” ya que todavía no se honra, como es debido, al “grillito cantor”, el inolvidable y talentoso Cri-Cri. Veremos dentro de unos años a quien se recuerda pasada la apoteosis momentánea y la imagen de “dignos” derrotados que siempre envuelve al equipo acaso para resaltar la ominosa y equivocada percepción de que formamos un conglomerado de conquistados y no de conquistadores, olvidándose que México nació después de la Colonia y, como nación, jamás ha sido conquistada, sí invadida con resultados poco gratos para los agresores, por ninguna potencia.

En ello sí nos va la dignidad, no en cuanto a lo que hagan veintidós botines sobre los bien humedecidos campos de fútbol, alrededor de los cuales las protestas sociales fueron, poco a poco, acallándose a medida que la “verde-amarela” avanzaba; luego se oscureció el panorama con la lesión de Neymar causada por una salvajada del colombiano, Camilo Zúñiga, quien no recibió una sanción tan tremenda como la que retiró del evento al uruguayo Luis Suárez luego de morder al defensa italiano Giorgio Chellini quien, al saber de la suspensión de su adversario, clamó perdón para él. Esto es: no hubo ni lejana equidad en las coerciones de los administradores del torneo ni tampoco árbitros capaces de detener la violencia y los efectos de la misma durante los encuentros. En un solo partido, el de Brasil contra Colombia, se registraron cincuenta y cuatro faltas y el silbante español, acaso imbuido en los fastos monárquicos tan de moda en una nación en crisis, apenas sacó alguna tarjeta amarilla, esto es de amonestación, cuando faltaban quince minutos para el final de una batalla más propia de las trincheras las líneas de la Primera Guerra Mundial.

     Lo extraño de todo esto es que, como sucede con los jueces de plazas en los toros, las decisiones de los llamados “árbitros” son inapelables, no puede lucharse contra ellas a riesgo de ser convertidos los actuantes en poco menos que espectadores –a Suárez le tienen prohibido entrar hasta los estadios en donde se muerde bastante más-, por el atrevimiento de cuestionar las decisiones de estos entes inalcanzables, absolutos, intocables. Vamos, digamos como los jueces del Tribunal Electoral cuyos dictámenes siguen siendo, con reformas que van y vienen, “inatacables”, casi iguales a la infalibilidad del Papa Francisco que no niega su predilección por cuanto hagan sus “albicelestes” para bien o para mal. Sólo falta que los canonicen al vapor con el propósito de ser elevados a los nichos a donde los mortales comunes no pueden llegar. ¡La mano de Dios, nada menos! Y con Messi de monaguillo.

Son tan extremas las distorsiones que ni siquiera cabe proponer la justicia. ¿Acaso existe la posibilidad de que el torpe, vendido silbante de Portugal que acuchilló a los mexicanos hace dos semanas, sea enjuiciado por su venalidad y cinismo? Pues no. Las cosas se quedan como están ara no alterar los vaivenes del torneo y que todos acepten como campeón a quien salga vencedor el día de hoy. Y serán felices los ingenuos, los mafiosos y los padrinos de éstos, muy bien camuflados dentro de algunos de los palcos de los flamantes estadios gracias a los cuales pasaron a segundo término la justicia social y el derecho: por casi un mes, la soberanía brasileña la ejerció la FIFA y Dilma pudo esconderse detrás de otros mandatarios sin ocultar sus agobios… cuando los jugadores amarillos fallaban un gol o estaban a punto de concederlo. Buena manera de llegar al clímax del poder.

Mirador

Entre todos los sucesos denigrantes observados en Brasil a lo largo del Mundial, uno, en especial, me indignó sobremanera. Incluso más que el inexistente penal –no lo hubo, caramba-, con el cual le arrebataron las ilusiones no sólo al equipo tricolor sino a millones de mexicanos crédulos; lo somos tanto que hasta pensamos en la posibilidad de un PRI renovado si retornaba al poder; o incluso llegamos a suponer que cuestionar a los involucrados en el escándalo de las telecomunicaciones, comenzando con los señores Slim y Azcárraga, era posible sin arrebatos grotescos por parte de los lacayos desnudados por la verdad. Mony de Swan, el primero, si deseamos apuntar un nombre bastante grotesco por lo demás. Puros espejismos.

Me refiero al retiro de la acreditación para poder entrar a los estadios como comentarista al histórico Diego Armando Maradona, quien, debo confesarlo, no me simpatiza en lo personal porque nunca supo ser un ejemplo para la juventud como debió serlo. Pese a ello, admitir que la FIFA actúe de esta manera, con absoluta impunidad, cercenando la más elemental de las libertades, la de expresión, con la vana pretensión de avasallar a los reporteros deportivos, quienes bajan las cabezas lastimosamente y ni siquiera refieren el suceso, para poder disfrutar de los feudos mundialistas, es tanto como acostumbrarnos a la extraterritorialidad de las mafias del narcotráfico que imponen condiciones… a las autoridades. ¿O tendrán los mismos brazos conductores, la FIFA y los capos? No me atrevería a negarlo.

Esperaba yo que ante la afrenta sufrida por uno de los jugadores más admirados –por cuanto realizó en las canchas, no fuera de ellas-, icono de los argentinos, las reacciones generales serían vigorosas y firmes, sobre todo en defensa de quien se atrevió, sabiendo quien es, a criticar a la FIFA, ¡oh, pecado abominable!, porque lo merecía ante la disparidad grotesca de sus coerciones como ya expusimos. Fue indignante y el capítulo más negro de un torneo que debe supeditarse a las reglas de los dueños del mundo, no sólo del balompié.

Por las Alcobas

Brevemente porque ya nos extendimos, subrayo que contra lo que se cree, el árbitro no es quien funge como juez para solventar una diferencia, de acuerdo a la acepción más cercana, sino ha quedado como el autócrata que impone sus decisiones con un talante bastante penoso, con la mandíbula batiente y una pose de estatua de los tiempos de Julio César –el romano, no el arquero-.

Pues bien, es evidente que no hemos entendido que árbitro es la médula de otro término, precisamente arbitrariedad, definida como una “actuación contraria a la razón, la justicia o el derecho”. Sólo así podríamos entender el deplorable ejercicio de los silbantes en el Mundial peor organizado de la historia.

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Web: www.rafael-loretdemola.mx

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com

LA MEJOR ENSEÑANZA QUE NOS LEGA EL MUNDIAL 2014 ES LA NOTORIA IMPUNIDAD DE QUIENES LO ORGANIZARON CONTRARIANDO LAS REGLAS ELEMENTALES. ¿LA TECONOLOGÍA, TAN EXALTADA, SÓLO DEBE SERVIR PARA SABER SI LA PELOTA SE PASÓ DE LA RAYA? SI YA ESTAMOS EN EL TERCER MILENIO, ¿QUÉ IMPIDE UTILIZAR LAS MISMAS HERRAMIENTAS PARA ANALIZAR LA JUSTEZA DE LAS DECISIONES ARBITRALES, MEJOR DICHO ARBITRARIAS?

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