Tan mexicanos como el mole

Oír la palabra gitano, y seguramente viene a la cabeza la imagen de un adivino o tal vez usted piensa en un grupo de personas que viajan con músicos y bailarines en una de esas carretas de antes con multicolores vivos como parte de su decoración.

“Alma gitana”, dice la expresión. Hoy el día es evocadora de ideas múltiples, confusas y contradictorias.

A la persona que se la pasa leyendo la mano, predicando el futuro y echando todo tipo de magias a sus incautos clientes, con el fin de obtener de ellos cualquier beneficio a costa de engaños, la manipulación y el dominio de la mente.

La verdad acerca de los gitanos es, por supuesto mucho más compleja de lo que unos estereotipos anticuados.

Debido a los estereotipos los gitanos a través del tiempo han sido perseguidos en todo el mundo durante gran parte de su existencia, siendo personas a las que no se les suelen confiar y sin poder compartir gran parte de su historia han sido condenados por la ignorancia de muchos.

Acaso nunca le ha venido la idea del hombre y la mujer que libremente viajan por el mundo, que sin la molestia de las pertenencias y sin más ataduras que sus propios familiares hace de su vida una ofrenda de tradiciones multicolor ofrecidas del creador al experimentarse plenamente, mientras ayuda con magia gitana a cuanto semejante se cruza en su camino.

Cualquiera que sea su imagen, parecida o no a las opciones polarizadas de los gitanos se sabe muy poco y se tienen ideas muy parciales respecto a la vida de ellos.

Los gitanos no son húngaros, son tan mexicanos como el mole, los gitanos no tienen su propia religión, adoran como devotos católicos a la Virgen de Guadalupe; los gitanos no están aislados por completo del mundo y sus sociedades, usan teléfonos celulares, vehículos y cuanta tecnología pueden usar cualquier otra persona.

Siempre señalados, en ocasiones criticados, y mal entendida su forma de vivir. Estos sin extender invitación alguna de pronto vivieron lo que cualquier familia de alta alcurnia cuando están próximos a una celebración social, principalmente cuando se trata del enlace nupcial que unirá además a dos familias.

Una boda, mucha cerveza, comida típica, adornos con ese motivo, alegría desbordada y el motivo de laborar juntos bajo un mismo fin, además de música colombiana perecerían ser los ingredientes de la unión de una pareja pueblerina o de barriada; sin embargo, el jolgorio era en la comunidad gitana que se instalara para el efecto en el sector Fundadores de la ciudad de Saltillo, al igual que en otras colonias de la ciudad de Torreón, Monclova, Acuña, Sabinas o Piedras Negras.

Con diferencias en su ritual de matrimonio aquí no hay edad para ello, cualquiera que se considera mayor de edad puede buscar con quién compartir sus días. No hay una bendición católica, aquí lo que vale es el compromiso que adquieren ante el patriarca, aunque la fiesta es casi en su totalidad a la de cualquier boda común. Sólo que es la palabra empeñada a la autoridad interna la que más vale.

La celebración dura tres días, uno de ellos por el pedimento de la mujer, el segundo por la despidida que ofrecen a la novia y novio y el tercero es la celebración, que como en todos los casos se usa el atuendo blanco de la pureza y el compromiso adquirido va más allá de una simple promesa o de una hipócrita celebración protocolaria.

Para muchos de quienes oyen hablar de los gitanos, sobre todo, en una celebración, parecería venir a la mente a un personaje como los muestran en películas agitando un pandero y ataviada de la tradicional vestimenta de prendas muy color con infinidad de pendientes, collares y pulseras.

La realidad es muy diferente, a excepción de la belleza de las mujeres gitanas, la celebración es como en cualquier boda de un pueblo o de una colonia de la periferia, la diferencia es que éstas bodas sí son verdaderas y el compromiso es con una persona mayor que vive entre ellos y no dar un sí, sólo por cumplir con la tradición.

Conocer bien a los gitanos representaría una incursión a un mundo, ciertamente distinto, pero tan natural como cualquier otro. No son cosa rara, son más bien gente especial, con tantos derechos y obligaciones como cualquiera.

Solamente se selecciona una expresión cultural, el matrimonio; por ser la más representativa muestra de su forma de vida, como parte del reflejo de la verdadera alma gitana, con el objetivo de romper paradigmas o aún más frases como: “me dijeron”, “la gente platica”, o “mi comadre dice”.

Espero haber logrado poner un granito de arena para cambiar el concepto de gente especial como los gitanos.

Aunque nunca vamos a saber realmente de ellos, pero de algo si es seguro que han demostrado su capacidad de recuperación a través de siglos de persecución y muchos están orgullosos que nunca han perdido su fuerte identidad cultural mediante la asimilación en cualquiera de los países que viven ahora.

Quizás la respuesta está dentro de una bola de cristal: en manos de un gitano, por supuesto. (Premio Estatal de Periodismo 2011) www.intersip.org

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