Me siento orgullosa de mis santos

La Habana (PL) Fue una mulata total, con cuerpo de sirena, al menos eso dicen las fotos de los años cincuentas, cuando apareció en el panorama musical cubano. Era el guaguancó hecho cuerpo de mujer. Aquel cuerpo escultural le había dado la voz al guaguancó y le había dado su cabeza y su gracia para llevar la corona de Reina (1).
Podría vivir en  México, Venezuela, Estados Unidos,  España, pero tiene bien arraigado el concepto de que el artista es de un solo lugar, no de muchos. Y ese lugar es su tierra, la tierra que lo vio nacer.
Han pasado más de  40 años desde su primera aparición en un escenario. Su voz y sus canciones son dos realidades indiscutibles.
Habíamos hecho la cita por teléfono. La única condición que me puso para concederme la entrevista fue que llevara una botella de ron. Demoré unos días y, finalmente, pude complacer su petición.
La visité en  su apartamento del piso 18 en el edifico de Línea y F. Vivía sola, rodeada de sus santos y del polvo del recuerdo. Una de las habitaciones parecía un museo, con cortinaje de tela de Damasco rojo, alfombra, un piano de media cola, un tocadiscos de los años cincuenta y dos o tres carteles anunciando actuaciones de la Reina.  A su casa entraban solo unos pocos a esas alturas de su vida.
Al penetrar  pude observar fotos de Fidel, Che, Celia Sánchez, Juan Almeida, junto a imágenes de  la Caridad del Cobre, Santa Bárbara y San Lázaro.
Sin maquillar, con el cabello recogido, inquieta, Celeste Mendoza Beltrán me habló de muchos aspectos de su  vida.
Nunca había hablado con ella. La observé detenidamente: labios gruesos, ojos salientes, cuello alto, caderas anchas, sonrisa que a veces se convertía en un rictus. Carcajada estrepitosa, ardiente.
Me invito a un traguito, a café, me tuteó. Ella se sirvió en un jarrito que le regaló Benny Moré. Habló de sí misma con toda sencillez, para romper la frialdad de todo primer encuentro.
Parecía agitada. Me aclaró: «Tengo los nervios de punta, pues me encontraba en la cola de la pizzería cuando pasó en bicicleta un negro  alto, guapo, que se ve que tuvo sus 15 y me dijo «reina» y yo le pedí que me llevara. Así, emparrillada vine para la casa, pues no me gusta quedar mal con nadie, y menos con los periodistas».
Cuando  le pregunté sobre diversos comentarios que hay en la calle en relación con su persona, Celeste me escuchó sonriente y  estalló en carcajadas.
Es una mujer llena de recuerdos, de sorpresas agradables. Es una mujer que ha vivido y vive plenamente.
Me explico que en la casa de sus familiares en Santiago de Cuba, como en la mayoría de los hogares orientales, se venera a la Caridad  del Cobre, patrona de Cuba.
Vivía orgullosa de recibir las hermosas flores que le enviaban Fidel y Raúl Castro, cada 6 de abril, aniversario de su llegada al mundo. Esos detalles la animaban en medio de la soledad en que vivía. Mirándome con su nerviosa y expresiva cordialidad, con su desbordante vitalidad que siempre ilumina su rostro, con su sonrisa de niña traviesa, me despidió entonando a ritmo de guaguancó:

Cuba, Cuba, mi tierra querida
vergel bello de aromas y flores
cuyo cielo de puros colores
adorarte por siempre juré.

LB: ¿Cuénteme algo de su infancia?
CM: Nací el 6 de abril de 1930 en el barrio de Los Hoyos, en Santiago de Cuba.  A los 11 años vine para La Habana.
LB: ¿Cuándo comenzó a interesarse en la música?
CM: Desde muy pequeña me empezó a atraer la música. No se me olvidará que me sentaba en la puerta de mi casa. En la esquina estaba la carnicería -aún existe- de Perucho, un negro más buena persona que el carajo. Se formaban tremendas rumbas los sábados y los domingos. Eso era muy grande. Con un cajón de bacalao, dos cucharas, y la clave era otra cuchara con una botella. En unos calderones grandísimos se hacían chicharrones, ahí mismo en la calle. Los litros de ron blanco y cerveza que se consumían era lo más grande de la vida.
Yo era chiquitica y me metía en la rumba, me desguasaba. Cuando se enteraba,  mamá iba y me sacaba. Yo lloraba. Le decían: «Déjela, Cecilia. Es tan simpática».
Me sentaba. Cuando ella se iba para la cocina a hacer sus cosas, yo volvía a meterme en la rumba. A veces mi tía Margarita se llevaba a mamá y la entretenía.
Mi madre me recuerda a cada rato: «Ay, hija, yo que tanto te castigué». La música la llevo en la sangre desde que nací.
LB: ¿Cuándo vino para La Habana?
CM: En 1943.
LB:  Ya en La Habana, ¿cómo se abrió camino?
CM: En 1951  me  incorporo al cuerpo de baile del cabaret Tropicana, bajo la dirección de Roderico Neyra. Allí alterné con figuras como Josephine Baker y Carmen Miranda. Ese mismo año integro un cuarteto vocal-instrumental con Omara Portuondo, Gladys León y mi hermana Isaura, bajo la dirección del pianista y compositor Facundo Rivero.
En 1953, ya como solista debuto en la televisión, en el programa «Esta Noche» en CMQ, dirigido por Joaquín M. Condall, en el que canto a dúo con Miguel de Gonzalo. Fui una de las primeras en cantar el bolero ranchera, sobre todo cuando interpreté «Que me castigue Dios», del mexicano José Alfredo Jiménez, acompañada por la orquesta de Ernesto Duarte y sus interpretaciones, de cualquier género, lo hice en tiempo de guaguancó.
En 1965 actué en el famoso teatro Olimpia de Paris. He hecho grabaciones con Los Papines y con el grupo Sierra Maestra.
LB: ¿Ganó buen dinero?
CM: Llegué a ganar en los  carnavales 2 000 diarios. Independientemente de lo que me buscaba en radio, televisión y cabaret.
LB: ¿Cuales fueron sus primeras grabaciones?
CM: «Besos brujos» y «Que me castigue Dios». Todo un éxito.
LB: ¿Quién la bautizó como  la «Reina del Guaguancó?»
CM: Doña Rita Montaner. Ella era muy  exigente. Un día me vio actuando en un cabaret y exclamó  » ÂíAl fin veo una estrella! Es la  Reina de Guaguancó». Al parecer había un periodista cerca que escuchó el comentario, pues al siguiente día un diario publicó la foto mía con el titulo: «Celeste Mendoza: Rita Montaner la bautiza como la «Reina del Guaguancó». Hasta ahora.
Al hablar de mí, Rita señaló: «Verdadera artista cubana, que expresa en lo vocal y lo coreográfico, con espontaneidad, sin dobleces, nuestra música popular y folklórica».
LB: ¿Su compositor preferido?
CM: He tenido varios que me han gustado. A la que siempre estoy recordando es a María Teresa Vera. Éramos muy amigas. Yo iba mucho a verla a su casa en Pogoloti. Bebía mucho. Durante algún tiempo trabajamos juntas en el cabaret Sierra.
Su dúo con Lorenzo Hierrezuelo era excelente. Duraron 25 años. Era muy simpática. Con sus dos trencitas y su guitarra todo el tiempo en la mano. Tenía delirio conmigo. Y yo con ella.
Una tarde me dijo que yo era la única que podía cantar lo que me diera la gana, porque no le cambiaba la letra ni la melodía.
Siempre me hablaba que cuando muriera me dejaría como herencia sus obras inéditas. Al producirse su fallecimiento no me encontraba en Cuba y nunca pude encontrar esos manuscritos.
LB: ¿Por qué  dejó de actuar durante algunos años?
CM: Lo que ocurrió es que estaba muy deseosa de tener un hijo. Tres veces hice amenaza de aborto. Prácticamente estuve los nueve meses ingresada en el hospital «González Coro».
Finalmente tuve un varón. El parto me lo hizo el doctor Oscar de la Concepción, hermano de Tabito, el que murió con el Che en Bolivia.
LB: ¿Tuvo problemas con funcionarios?
CM: Hijo ¿quién no tiene problemas con los burócratas? Incluso me tuvieron cerrada durante bastante tiempo. Con quien no he tenido ningún tipo de problemas es con la Revolución. LB: ¿De qué manera la cerraban?
CM: Cuando los empresarios peguntaban por mí, le decían: Pobrecita, está loca, se  encuentra ingresada, ha perdido la voz». Esto último se lo dijeron a los japoneses. En todos los sistemas hay hijos de puta.
LB: ¿Cómo fue el asunto con los japoneses?
CM: Cuando los japoneses llegaron a La Habana -1992 – se interesaron por mí. Les respondieron que no se preocuparan de buscar a Celeste Mendoza, porque ella no tenía voz.
En esos momentos en el Japón estaba circulando un disco compacto con una selección de mis interpretaciones. El japonés tomó el compacto, miro la fecha de producción y comentó que no era posible que en tan poco tiempo hubiera perdido la voz. Ellos mismos se dieron a la tarea de localizarme. Y me encontraron.
LB: ¿Llegó a realizar el viaje?
CM:Resultó una gira muy exitosa. Hacia muchos años que no actuaba en el exterior.
LB: ¿Cómo se ve Celeste Mendoza después de tantos de carrera artística?
CM: Chico, requetebién
LB: ¿Tenía amistad con Odilio Urfé?
CM: Yo le decía papá Urfé. Ese negro era un genio, de ese tipo de genio que nunca debería morir. Era musicólogo, pianista, profesor y director de orquesta. Fundó el Instituto de Investigaciones Folclóricas. Sentado en el piano había que decirle usted. Tenía unas manos de oro.
LB: ¿Toca algún instrumento?
CM: ÂíY cómo me gustan! De los musicales las claves y las tumbadoras.
LB: ¿Que me dice del resurgimiento del bolero?
CM: ÂíBuenísimo! Es necesario que la juventud conozca de todo. Tampoco estoy en contra de la música extranjera. Son etapas distintas.
A muchos jóvenes les gusta el brinca-brinca. Eso no es malo. A mi no me gusta; debe ser por la edad. Lo importante es que también entiendan lo que es la letra de un bolero. Lo que ocurre es que la divulgación de lo nuestro, de lo criollo, no es la mejor.
LB: Aparte de guaguancó, ¿qué más le gusta cantar?
CM: Yo canto de todo, pero siempre con el estilo del guaguancó. Todos los arreglos que tengo  de Enriqueta Almanza son con sabor a guaguancó, para no perder la línea.
LB: ¿Su guaguancó preferido?
CM: Me gustan todos los guaguancoes. En especial hay tres: Papá Oggún y El poder mayor, de Ignacio Piñeiro, y En la cumbre, de Elia Julia Díaz.
LB: ¿Se siente olvidada?
CM: A veces, por momentos, pero me vuelve la alegría cuando veo cómo la juventud me conoce.  En ocasiones vengo por la calle entretenida y los muchachos, al verme de lejos, agarran algo y empiezan a tocar bam… bam… bam… a ritmo de guaguancó.
Eso me emociona mucho porque mis interpretaciones raramente las trasmiten por radio, y para la televisión hace tiempo que estoy muerta.
LB: ¿Con quién vive?
CM: Hace muchos años que estoy divorciada. Vivo aquí solita con mis santos y mi teléfono.
LB: ¿Tiene hecho santo?
CM: Sí. Me siento orgullosa de mis santos.
LB: ¿Qué santo la protege?
CM: Yemayá -virgen de Regla – con Aggayú, el papá de Changó, que en la religión católica es San Cristóbal.
LB: ¿Sus creencias le han creado algún problema?
CM: No, no. Nunca escondí mis santos. Además, aquí todo el mundo camina: ya sea para un lado o para otro
LB: ¿Es fanática?
CM: No lo soy. Al igual que el miedo mata a la persona, el fanatismo en la religión también mata; yo no puedo querer a mis santos con fanatismo.
LB: ¿Por qué bebe tanto?
CM: ¿Y quién te dijo que yo bebo mucho? A mí como buena oriental me gusta tomar. Aunque no te puedo negar que a veces se me va la mano.
LB: ¿Es para olvidar?
CM: ÂíQué coño voy a olvidar! Deja la gracia para otra gente. Yo no tengo nada que olvidar. Nada me perturba el sueño. Mi novio se llama Oscar David, que es mi hijo, que lo parí.
LB: ¿Cuántas veces ha estado enamorada?
CM: Enamorada, enamorada, una vez nada más. El amor de mi vida fue Exo Alarcón González. Nos casamos. Con el tiempo nos divorciamos.
LB: ¿Es verdad que estuvo presa?
CM: Esa es una gran cabronada. En ningún momento he estado detenida. Sí alguna vez he estado presa, es de mis propios sentimientos.
LB: Se dice que agredió a puñaladas a su marido.
CM: En primer lugar, no he tenido un solo marido, he tenido varios maridos. Cuando decido romper, rompo. Eso sí: no se  han podido llevar ni un tenedor de esta casa. No he tenido necesidad nunca de llegar a dar puñaladas.
LB: También hay habladurías de que ha estado loca.
CM: Bueno, loca siempre he estado. ¿Quién no tiene algo de loco? Mi locura verdadera es la Revolución. Si por defender a Fidel dicen que estoy loca, entonces si estoy loca. Me importan tres cojones lo que cierta gente pueda decir de mí.
LB: ¿Dígame una de sus virtudes?
CM: No recordar las cosas desagradables.
LB: ¿Qué piensa de los artistas que abandonan su patria?
CM: Son unos hijos de mala madre, unos ingratos y unos comemierdas.
Nunca van a tener allá afuera lo que tenían aquí. Algunos en su patria eran figuras. En el extranjero no son nadie. Al que no respeta ni quiere a su bandera, cómo van a creerle que puede querer a la de otro país.
LB: ¿Mantuvo amistad con Benny Moré?
CM: Mucho más que amistad, el Benny era mi hermano. Hoy es un hermano espiritual porque él fue palero. Él sabe que dio su caída. Nos quisimos mucho. Durante varios años trabajamos juntos.
Recuerdo una tarde que estaba  sentada en el portal de la casa de mi madre. Ella me estaba preparando un enchilado de cangrejos moros. Me encantan. Llovía finito. Escuché el ruido de un automóvil. Para molestarme mi esposo me comentó que me venían a buscar. Le respondí que no era posible pues estaba de vacaciones. Hacia solo cuatro días que acababa de regresar de Panamá.
Efectivamente, me venían a buscar. Se trataba de Alipio García, dueño del cabaret Ali Bar, que me traía un recado del Benny, en el cual este me pedía que lo sustituyera esa noche en el show.
Me preocupó aquel mensaje. Le pregunté si el Benny estaba enfermo o si tenía algún problema personal. Me respondió que no. Lo que ocurría era que el Benny estaba jugando dominó y dijo que hasta que no le saliera el doble nueve no había quien lo levantara de su silla. Era un enfermo al domino.
LB: ¿Hasta qué año trabajaron juntos?
CM: Hasta mediados de los años 50 cuando el Benny se fue de Ali Bar.
LB: ¿Qué  ocurrió?
CM: Lo que realmente ocurrió nunca me lo reveló. Recuerdo que una noche, cuando me encontraba con mi esposo en la barra del cabaret, veo al Benny salir cabizbajo de la oficina de Alipio.
Se me acercó y  me dijo que se iba. Aquello me sorprendió. Le pregunto: «¿Qué te ha pasado?» Solo me respondió: «Yo te juro por Santa Bárbara que más nunca piso el Alí Bar. Yo lo compro, pongo a quien lo atienda, pero pisarlo más nunca». Y se murió sin volver ni siquiera a pasar por la puerta de dicho cabaret.
LB: ¿Usted que hizo?
CM: También me fui, y nunca más volví al Ali Bar. Lo único que deseo es que a Alipio, ese desgraciado, Dios lo tenga donde crea deba tenerlo.
LB: ¿Sabía el Benny de música?
CM: No sabía nada de música y tocaba maravillosamente la guitarra. Era un magnifico compositor y un fuera de serie dirigiendo la orquesta. No por gusto le decían  el «Bárbaro del Ritmo». Era un  genio natural. Benny murió con un tercer grado de escolaridad.
LB: ¿Conoces cuáles fueron sus primeros pasos?
CM: Primeramente déjame decirte que su nombre era Bartolomé Maximiliano y que muy joven se tuvo que dedicar a trabajar en tareas del campo en los ingenios azucareros. En 1940 se trasladó a La Habana y durante varios años estuvo cantando en parques y cafés.
Su primera presentación por la radio fue con el septeto Cauto en la emisora Mil Diez.
La primera vez que viajó al exterior fue a México en 1945 con el trío de Miguel Matamoros. Posteriormente se unió al conjunto de Pérez Prado. Ya de regreso a Cuba en 1950 se incorporó a la orquesta oriental de Mariano Mercerón.
LB: ¿Cuándo organizó su propia orquesta?
CM: Él creo su Banda Gigante en 1953.
LB: ¿Cómo era en el orden personal?
CM: Un amigo como pocos. Era genial. Una gente super encantadora. Muy curda. No me gusta hablar de él. Me pongo sentimental. Era palero.
LB: ¿Cuándo supo que era palero?
CM: Me enteré cuando se murió. El 19 de febrero de 1963 por todos los pueblos donde pasó su cadáver los paleros le tocaron. Tenía 44 años cuando nos abandonó físicamente. ÂíMira que clase de hombre era que a mí, su hermana, jamás me habló de ese tema!
LB: ¿Cómo veía el Benny a la Revolución?
CM: El Benny admiraba y estimaba mucho a Fidel. Fíjate que después del triunfo de la Revolución no hubo quien lo hiciera moverse del país. Él era revolucionario.
LB: ¿Sabe  si le hicieron proposiciones para que se fuera de Cuba?
CM: Constantemente le llovían ofertas de todos los lugares. Eran proposiciones muy tentadoras. Él, gran jodedor al final, vacilaba todo eso. Recuerdo que una vez me comentó: Coño, mi negra, qué poco me conocen los que quieren que abandone mi tierra. Este mulato solo viajará de aquí a su hueco en el cementerio de Santa Isabel de las Lajas». Así fue.
LB: ¿Cuál es el personaje  de la Revolución que más ha admirado?
CM: Celia Sánchez. Cada vez que cumple años de fallecida le pongo sus flores. En este último aniversario no quieras ni imaginarte como tuve que conseguirlas, pues no las encontraba por ningún lado.
El cuerpo muere y el espíritu se desprende. Yo le pido a ella. Le digo que la necesitamos más que nunca,  que su espíritu ayude a vencer la maldad, que le dé mucha vida y felicidad a Fidel. Todo esto chekeré en mano, como los santos mandan.
LB: ¿Le hicieron ofertas para que abandonara el país?
CM: Ay, muchacho, unas cuantas. Estando en México me pidieron que no regresara a Cuba. Incluso me buscaron un representante. Me daban un buen salario. Me adulaban. Me decían que iba a ser «la bárbara en México».
También Olga Guillot me envió una carta diciéndome que si me iba de Cuba me iría de lo mejor, que ya ella me tenía asegurados contratos muy ventajosos.
LB: ¿Le respondió?
CM: Con la misma persona que me trajo la carta le mandé a decir que yo era de las que no me vendía. Así sigo siendo, para que estén claros.
LB: ¿Por qué se quedó?
CM: ¿Y por qué coño me tenía que ir? Yo amo a Cuba, la amo con la vida y me siento muy feliz de vivir en mi tierra. Es verdad que la cosa está dura pero para sacarme de aquí tendrían que matarme y esto lo sabe mi pueblo, mis santos y Fidel.

1993

(1) Falleció en  la ciudad de La Habana, el 21 de noviembre de 1998, a la edad de 68 años.

* Destacado periodista cubano, autor de numerosos libros sobre temas políticos nacionales e internacionales.

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