Guillermo Robles

Pudrición del gobierno

Por Guillermo Robles Ramírez

Al menos por cuanto hace a América Latina, los fármacos de todo tipo y en especial los de enfermedades terminales, son dos y hasta tres veces más caros que en el resto de los múltiples países que integran este Continente.

Hace ya algún tiempo una organización peruana dedicada desde hace años a la investigación en materia medicinal, pone como ejemplo unos cuantos casos incluidos en su estudio denominado “The Big Pharma Proyect/La Vida Tiene Precio.

Entre esas medicinas con precios muy altos y las recomendadas por los médicos especialistas son entre otras las indicadas para controlar la diabetes, el VIH y cáncer, está el antirretroviral Reyataz que, en Colombia, cuesta 14 dólares, mientras en Perú, 24 dólares; y en cambio en México se eleva su precio más de un doscientos por ciento al venderse a 32 dólares.

Otro ejemplo es el Glivec para el cáncer, ya que en nuestro país se vende a 163 dólares; en Colombia, a 69 dólares y en Perú, 44.

Haciendo la aclaración que dicho estudio fue realizado hace cuatro años atrás y con esos precios en aquel entonces un paciente mexicano con esos males le significaría un gasto de 26 mil 269 dólares al año y con base a la cotización del dólar al día martes 14 de septiembre del presente año y de acuerdo al SAT el tipo de cambio a $19.8677 se actualizaría el costo un poco mayor de  $521,900.00 pesos; mientras que en el 2017 representaba un aproximado de 390 mil pesos, lo que queda fuera del alcance ya no de un simple trabajador de fábrica, etc., sino hasta de un profesionista.

¿Por qué esta anómala situación?: Por las prácticas monopolistas de las trece industrias farmacéuticas más importantes y poderosas del Mundo para mantener por más tiempo las patentes e impedir la entrada a México de fármacos genéricos, impidiéndose y obstruyéndose con ese esquema que los costos de las medicinas disminuyan o sean accesibles.

Una agravante más es que prácticamente la causa de este encarecimiento es la complicidad del gobierno mexicano al permitir que los precios sean fijados por la misma industria farmacéutica llevando esta anómala circunstancia al encarecimiento de esos fármacos.

Es criticable que, en un pasado, por años el gobierno federal mexicano se haya mantenido de brazos cruzados, mientras los enfermos no tenían otro camino más que acudir al I.M.S.S. o I.S.S.S.T.E., si es que están afiliados y la otra salida esperar el fin de su vida por la falta de dinero para comprar medicamentos a tan alto precio.

Pero ahora la situación actual está peor en estas dos instituciones de salud pública o gubernamental federal, ya que en un intento fallido del gobierno López Obrador, en eliminar las “dizque”, empresas farmacéuticas consentidas de sexenios pasados para la compra de medicamentos. Abrió la participación de más de 200 proveedores para abastecer de medicinas a los mexicanos de manera gratuita. Sin embargo, sucedió todo lo contrario ya que en la actual Administración de Andrés Manuel López Obrador la atención médica y la medicina bajó más del 40 por ciento y no se diga en las zonas rurales.

En pocas palabras a los mexicanos les salió más caro el caldo que las albóndigas, porque al menos en el pasado, es decir, antes del gobierno del caudillo López Obrador, los mexicanos encontraba medicamentos, aunque con algunas carencias, pero había, es decir, al día de hoy no existe medicina para los niños y niñas con cáncer, entre otras más medicinas.

Eternamente se ha hablado que en México y en otras naciones del mundo, la industria farmacéutica tiene en sus manos y maneja a su pleno antojo a los gobiernos en turno a cambio de enormes sumas de dinero que “reparten” entre las cabezas de las autoridades, y eso no ha cambiado actualmente ya que cualquier mexicano que se ha visto en la necesidad de comprar medicinas en las farmacias se ha dado cuenta que los precios de estos están por los cielos y ni comprándolos en aquellas farmacias denominados como “similares”.

Cierto o no, pero es una versión manejada por muchos años en nuestro país y con este estudio de esta organización peruana se confirma o bien da bastante credibilidad a la compulsa pública.

Se hace saber que un paciente mexicano de diabetes que requiera la insulina “Lispro” gastaría en su tratamiento solo en un año, un total de 3 mil 789 dólares, es decir, más de $75 mil 200 pesos mexicanos.

Por el mismo medicamento, en Colombia el precio es de mil 989 dólares al año y en Perú, 2 mil 942 dólares, siendo esto solo un poco de la pudrición que hay.

Esto es tan solo un poco de la pudrición que hay en nuestro gobierno central justificándose el refrán de “con dinero baila el perro”, aunque cueste vidas de compatriotas. (Premio Estatal de Periodismo 2011 y 2013, Presea Trayectoria Antonio Estrada Salazar 2018, finalista en Excelencia Periodística 2018 representando a México) www.intersip.org

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