Laberintos del Poder: El Presidente va por todo en las elecciones

Por Emilio Trinidad Zaldivar

Andrés Manuel López Obrador se divierte. Se le ve en el rostro. Disfruta la desnudada que les ha dado el cínico, deshonesto y traidor de Emilio Lozoya Austin a Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, entre otros.

Él, el ex ladrón de Pemex, se benefició de esos recursos provenientes de arreglos ilegales. Lo gozó. Adquirió propiedades, gastó, paseo, y cuando lo detuvieron, decidió embarrar a aquellos de los que había sido cómplice.

Su padre, Emilio Lozoya Thalman y hombre de los afectos desde la juventud de Carlos Salinas de Gortari, fue quien lo obligó a declarar todo el cochinero que armaron él y sus ex jefes para intentar negociar su sanción y pena por pagar.

En su balconeada, lo mismo hay priistas que panistas prominentes, que según comentó el Presidente López Obrador, deberán presentarse para declarar.

El tabasqueño tiene su plan y lo lleva poco a poco hacia los terrenos que él quiere para recuperar adeptos, simpatías, seguidores, popularidad, terreno perdido.

Sabe que su gobierno está siendo sumamente criticado por tantas torpezas, errores, abusos, distracciones, golpes bajos entre unos y otros de sus colaboradores; por una crisis económica que no cederá ante una pandemia que aunque niegue crece. Por una inseguridad que galopa por todo el territorio nacional y por un desempleo que día con día se incrementa.

Las elecciones que vienen serán su prueba mayor y no está dispuesto a perder la mayoría en San Lázaro y buscará ganar gubernaturas, ayuntamientos y Congresos locales, para transitar en la segunda mitad de su mandato como lo ha venido haciendo hasta hoy: con el Poder Legislativo a sus pies y gobernadores de su partido y hasta del PRI agachados y sumisos.

Quiere más cargos surgidos de Morena. Quiere mayor poder. Su futuro está en verdadero riesgo si sigue por terreno minado que él mismo detona y complica.

López Obrador tiene claro que de ser detenidos, procesados y declarados culpables los políticos delincuentes del pasado, como Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray, ex diputados y ex senadores, recuperará reconocimiento y respeto de muchos que creemos va de tumbo en tumbo en un gobierno sin pies ni cabeza.

Sabe que sería el primer Presidente -si se logra probar como Lozoya afirma de tener grabaciones, pagarés y diversos documentos que acreditan los ilícitos- en detener a algún antecesor y eso, lo llevaría a otros escenarios y lo colocaría por las nubes de las que se ha venido cayendo con celeridad.

En la campaña por la presidencia que a base de billetazos ganó Enrique Peña Nieto, no solo robaron y sobornaron a legisladores y funcionarios, sino también compraron a columnistas y directivos de medios, que recibían carretadas de dineros de manos de David López Gutiérrez, entre otros comunicadores, que también se despacharon con la cuchara grande durante la campaña y todo el sexenio.

Enrique Peña Nieto y sus colaboradores deberán pagar por sus fechorías si es que López Obrador quiere recuperarse de sus equivocaciones, de su arrogancia, de su soberbia, de su necedad.

México sí fue saqueado. Todos lo sabemos. Todos lo padecemos. Se hicieron mucho más ricos de lo que ya eran esos tramposos tolucos que decidieron actuar como si el país les perteneciera.

En el Estado de México robaron a diestra y siniestra y nadie les dijo nada. Se convirtieron en gobierno federal para hacer lo mismo que allá pero en proporciones mayores. No tenían llenadera y no sabían hacer otra cosa.

Peña Nieto, Videgaray, Miranda Nava, Alfredo Del Mazo Maza, Eruviel Ávila, Alfredo Castillo, el supuestamente fallecido Gerardo Ruiz Esparza, y otros “distinguidos” priistas como José Murat, deberían pagar por el daño y los saqueos a la nación.

López Obrador sabe que de ir administrando estos temas de escándalo de aquel PRI, abonará a su causa y a la del partido de su propiedad. Es marrullero. Lo sabe hacer muy bien.

Sabe que eso, las comparecencias a declarar de esos ex altos funcionarios y sus probables fincamientos de responsabilidades, al único que benefician es a él y a su credibilidad hoy menguada.

Por eso ríe, se divierte, disfruta el show que se viene haciendo con los ladrones del pasado porque eso es oxígeno para sus planes y su muy debilitada imagen.

Ojalá y sí podamos ver algún día a un ex Presidente tan tramposo como Enrique Peña Nieto tras las rejas. Eso sentaría precedentes y los siguientes lo pensarían dos veces.

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