LA HORA DE GOBERNAR.

Para Claudia.
Gracias por hacerme feliz,
en medio de esta infeliz tormenta.

David Hume, el gran filósofo escocés, dijo en cierta ocasión que “Nada resulta más sorprendente, para el que examina los asuntos humanos, con mirada filosófica, que la facilidad con que la mayoría es gobernada por la minoría”.

No cabe duda que ese fenómeno sorprende no solo a los analistas, sino a cualquiera que vea fríamente la realidad de este país, pues es curioso el ver que el presidente de la república, ha logrado sacar adelante “sus reformas”, que debemos reconocer que nos hacen vislumbrar la esperanza de un mejor futuro, pero igualmente debemos reconocer, no son, ni eran, en la elección del dos mil doce, las prioridades de una población empobrecida, hambrienta y que nadaba en sangre.

Y es que, el tema de estas fechas, es sin duda, la promulgación de las leyes secundarias en materia energética, que caprichosamente, coincidió con la entrada en vigor de las leyes secundarias de telecomunicaciones.

Ambas reformas tienen grandes aspectos positivos, pero estos se han ubicado, principalmente, en un sentido económico. Ambas en lo personal, me han sido muy redituables, pues como socio de una empresa de Ingeniería Financiera y al ser parte de algunos fondos de Inversión, el alza de las acciones de muchas empresas relacionadas a la industria energética y las del sector de telecomunicaciones, representaron importantes utilidades; sin embargo, en el aspecto social y político, las reformas del presidente Peña Nieto adolecen de ciertos vicios y deficiencias, tal vez el problema más grave, es que carecen del consenso social, puesto que son frutos de una negociación cupular.

Es muy raro y síntoma de que algo anda mal en el sistema político del país, que las reformas obtengan tan cómoda mayoría en el congreso y carezcan del respaldo social que pudiera darles un poco de la legitimidad perdida a menos de esos mercenarios, en que se han convertido los legisladores. Hombres y mujeres, que vergonzosamente le pusieron un precio a su voto, precio que pagamos todos los mexicanos, una parte al aprobar la reforma fiscal y otra, en plena discusión de la reforma energética.

Los ciudadanos hemos visto traicionado el voto y menospreciada la confianza en el legislador, que se olvidó de que tiene la función de representante popular. La sociedad en su mayoría, se manifestó en contra de las reformas fiscal, energética y de telecomunicaciones, en gran medida, porque exige que se le escuche; pero también, porque vemos que el gobierno mostró su incapacidad, desde el momento mismo en que, contando con la aprobación de la reforma educativa, no pudo lograr una completa implementación de la misma, e incluso, al ver el triste papel que hicieron, al sentarse a negociar con la CNTE y ceder a muchas de sus demandas.

Hoy nos presume el gobierno que ha concluido la fase más importante del ciclo reformador que iniciaron y que, ahora sí, los mexicanos veremos los frutos de la reforma.

Palabras de mentirosos, que se acercan al momento en que serán exhibidos. Peña Nieto ha apostado su capital político a un programa de reformas que no han dejado resultados visibles y que, por el contrario, nos muestran que el poder, en todos sus niveles y en todas sus esferas, se ha alejado del sentir del ciudadano.

En materia económica, cada vez se hace más evidente que el presidente y su equipo, no han tenido la capacidad, ni siquiera, para mantener el ritmo de crecimiento del sexenio calderonista.

Y es que el gobierno, equivocado en su estrategia, ha pretendido establecer su base de crecimiento, en las exportaciones, olvidándose de que el 60% del PIB, lo conforma el consumo interno y este se encuentra cada vez más golpeado, como consecuencia de la poca confianza del consumidor en la economía nacional, la poca fe en las estrategias de Enrique Peña Nieto y, principalmente, por una reforma fiscal excesivamente recaudatoria, que ha causado un daño terrible a la economía, a las empresas, al empleo y al consumo, pero que paradójicamente, ha elevado notablemente la recaudación.

Es muy curioso ver que las finanzas del gobierno están sanas, a pesar del bajo crecimiento, fenómeno que se justifica con la alta recaudación. Es decir; el gobierno está recibiendo más, pero de los mismos, no importa que estos mismos, cada vez tengan menos.

Y esta recaudación record, no la logran de buena voluntad, pues se ha desatado una campaña de verdadero terrorismo fiscal en contra de los medianos y pequeños sectores de la economía, a la vez que, mediante diversos instrumentos, permite la evasión fiscal de grandes contribuyentes, que han visto reducidos sus créditos fiscales en 80%.

Tal parece que el gobierno de la república tiene especial interés en la persecución fiscal que ha iniciado, porque sabe que si los pobres empiezan a dejar de pagar sus impuestos, los ricos tendrán que empezar a pagar los suyos.

La reforma energética representa un cambio fundamental en la forma de financiarse del gobierno, que no solo obtendrá menores ingresos fiscales, sino que cargará con el enorme pasivo laboral de PEMEX y CFE.

Carentes de estrategia, los funcionarios públicos se van por la fácil, pues lejos de innovar para generar crecimiento, estimulando la economía y que a mayor crecimiento, mayor recaudación, la burocracia ha decidido que, para cubrir el hoyo fiscal que dejará la reforma en la tasa tributaria de los hidrocarburos, que se acudirá al pago de dividendo de Petróleos Mexicanos, que como empresa del estado, lo entregará en su totalidad a la Secretaria de Hacienda. Se ordeña la misma vaca, sólo se cambia de ubre.

Y el discurso es muy optimista, pero la realidad cambia brutalmente este optimismo. Para esta misma semana, se espera que el INEGI reporte el desempeño del PIB en el segundo trimestre del 2014, y si no hubo un crecimiento de por lo menos el 2%, la perspectiva anual volverá a bajar y no parece que desde la secretaria de Hacienda pueda venir la solución. El Banco de México se ha adelantado al recorte de la perspectiva de crecimiento y aunque tal vez vuelva a recortar la tasa de referencia, los efectos de la disminución de esta, se verán en 6 meses, con lo que, económicamente, 2014 será otro año perdido.

Y si así nos va en asuntos de dinero, los otros dos lastres que arrastra este gobierno, son una arraigada corrupción y una terrible inseguridad.

El sistema corrupto, tradicional del PRI, ahora ha estigmatizado a todo el sistema político. Los diputados reciben bonos millonarios, disfrazados de subvenciones, tienen preferencia en el gasto de las partidas donde han gestionado los moches, del dinero público se pagan viajes y fiestas, como en el penoso caso de algunos legisladores panistas, que son la evidencia de que, desde 2012, el PAN ha perdido el poder y también ha perdido el pudor.

Dios los hace y ellos se juntan. No importa el color o el partido, un legislador defiende a otro, de lo que es indefendible, pues como decía Mark Twain: “Al paraíso se va por el clima; al infierno, por la compañía”. Tiemblan los políticos, pues no saben si ellos estarán en el siguiente video, ya sea con el crimen o en pleno festejo. Al político de hoy, si no se le exhibe con los hombres malos, se le exhibe con las chicas malas.

Y es que no hay quien pueda declararse libre de culpa. Andrés Manuel López Obrador, el mesías de muchos, cambió la honestidad valiente, por el silencio cobarde. Su cruzada en defensa del petróleo, se extinguió como un hielo en una copa de whisky y su partido, parece ser la quinta columna de la izquierda, en beneficio del presidente de la república.

Y es que la política del país, se ha reducido a discursos fantásticos que rayan en lo absurdo. No es posible entender que si todo está bien, todo este tan mal.

La sociedad vive presa del miedo y del terror. Los números oficiales, que aseguran una baja en los crímenes, contrastan con la realidad que vivimos. Nos dicen que bajan los homicidios dolosos, pero aumentan los muertos en pleitos de cantina o los crímenes pasionales. El discurso es solamente, atole con el dedo.

El gobierno no ha sabido afrontar el problema. No se resuelve nada enviando comisionados que institucionalizan a unos delincuentes, para combatir a otros y encarcelan al que se les rebela.

El caso de Michoacán es la muestra de lo acertado que fue Adlai Stevenson, cuando dijo que “la tragedia de nuestra época, es el clima de miedo en que vivimos. Y el miedo, produce represión”.

Los discursos se han centrado en recuperar el estado de derecho y el orden constitucional, pero como decía Learned Hand, “la libertad está en nuestros corazones. Y una vez muerta ahí, ninguna Constitución puede salvarla”.

Los ciudadanos no se pueden sentir libres, con una delincuencia rapaz, un gobierno corrupto, y las calles llenas de militares, que no tienen una estrategia definida.

Eurípides dijo, atinadamente, que “el rey debe tener presente tres cosas: que gobierna hombres, que debe gobernarlos según la ley y que no gobernará para siempre”. Enrique Peña Nieto, debería de atender a esto, frenar su ímpetu reformador, controlar sus ganas de legislar y darse cuenta que es la hora de gobernar y que la gente ya no puede seguir con los bolsillos vacíos y aprendiendo a nadar en sangre.

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