La guerra de EE.UU. contra el Estado Islámico: retos y desventuras

La Habana (PL) El plan del presidente Barack Obama para derrotar a la organización yihadista Estado Islámico (EI) obtuvo en los últimos días un creciente número de críticos y detractores que lo califican de incompleto, incluso algunos se atreven a vaticinar su fracaso.
El jefe de la Casa Blanca anunció el 10 de septiembre que Estados Unidos incrementará los golpes aéreos contra esos fundamentalistas en Iraq y realizar también bombardeos dentro de
territorio sirio en un nuevo intento para cumplir su viejo sueño de poner fin al gobierno del presidente Bashar Al Assad.
Como parte de este plan a largo plazo, la Casa Blanca pretende, además, que el Congreso apruebe 500 millones de dólares adicionales para el entrenamiento de las bandas armadas que intentan derrocar por la fuerza al gobierno de Damasco.
La mansión ejecutiva asegura que tiene la autoridad legal que necesita su plan de expansión de la campaña bélica contra el EI, pero reconoce que requiere la cooperación del Congreso para obtener los fondos imprescindibles para las bandas armadas antigubernamentales sirias.
Obama rechazó caracterizar esta contienda como «una nueva guerra» y la definió como una operación antiterrorista a largo plazo para degradar y destruir al EI, parecida a las que se llevan a cabo en Somalia y Yemen contra la red extremista Al Qaeda y sus entidades afiliadas.
El mandatario y sus asesores reconocieron en reuniones con líderes demócratas y republicanos del Congreso que esta campaña tomará años y
probablemente continúe después de que Obama deje su cargo en enero del 2017.
Desde el 8 de agosto, la aviación militar norteamericana ha realizado más de 150 ataques aéreos contra agrupaciones del EI en suelo iraquí, cantidad calificada de insuficiente por muchos de los llamados «halcones» en el Congreso y el Ejecutivo.
Como parte de la nueva estrategia, Estados Unidos prevé apoyar a las fuerzas que combaten a los extremistas en el terreno y para ello Obama ordenó el envío de 475 militares adicionales a Iraq, los que no cumplirán misiones combativas.
La tarea principal de este personal es facilitar entrenamiento, equipos e información de inteligencia a las unidades locales y alrededor de 200 de ellos serán asignados al Comando del Componente Terrestre de las Fuerzas Conjuntas, especie de puesto de dirección avanzada en el terreno.
Una vez que arriben estos militares, se elevará a unos mil 600 el total de efectivos norteamericanos en territorio iraquí.
En ese sentido, expertos en temas castrenses citados por el diario The Washington Times el 12 de septiembre consideran que las operaciones bélicas que pretende realizar Obama contra el EI están condenadas al fracaso, porque no prevén el empleo de unidades terrestres.
Los golpes aéreos resultan insuficientes, porque es vital introducir al menos pequeñas agrupaciones de las fuerzas de operaciones especiales para aniquilar a los principales líderes de la organización yihadista en Iraq y Siria, añade el artículo.
«Es una pérdida de tiempo, no hemos aprendido nada en los últimos 80 años sobre este tema, el poderío aéreo no va a cumplir por sí solo esta tarea, porque mientras no haya unidades combativas terrestres, el EI continuará su accionar», dijo al Times el exoficial de la CIA Larry Johnson.
Según Johnson, quien también trabajó como especialista en antiterrorismo para el Departamento de Estado, «los yihadistas se ajustan a las nuevas condiciones y se mezclan con la población civil, lo que dificulta la precisión de los ataques de la aviación».
Los militantes del EI están tan dispersos entre los habitantes de Mosul, Fallujah, Ramadi y otras ciudades iraquíes, que para eliminarlos hay que emplear unidades que actúen cuadra por cuadra, acciones difíciles de ejecutar por las fuerzas de seguridad iraquíes, dijeron otros expertos al Times.
Algunos especialistas coinciden en señalar que para lograr una mayor precisión en los ataques, el Pentágono necesita además introducir militares que cumplan misiones como indicadores de blancos para la aviación que realiza esos bombardeos.
Por otra parte, el excoronel del Ejército Peter Mansoor, experto en contrainsurgencia, insiste en que el Pentágono debe tener asesores
directamente en el terreno, junto con las tropas iraquíes que combaten contra los extremistas y no solo en las bases de entrenamiento.
La estrategia de Obama solo funcionará si los consejeros y las fuerzas especiales estadounidenses ayudan a las unidades locales a determinar dónde es necesario que la aviación militar concentre sus
ataques, añadió Mansoor.
El general retirado John Keane estima que «si la coalición dirigida por Estados Unidos impone una campaña aérea fuerte y sostenida contra objetivos en Iraq y Siria, el EI perderá libertad de movimiento, pero resulta inevitable realizar una contraofensiva terrestre para arrebatarle el territorio que ocupa.
El académico Anthony Cordesman, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, tanque pensante con sede en Washington, señala que cualesquiera sean las necesidades de carácter táctico, Estados Unidos tiene las manos atadas para el uso de la fuerza en este conflicto, por varias causas.
Cordesman advierte que la Casa Blanca no cuenta con el apoyo político interno para desplegar sus tropas terrestres de combate, y necesitaría varios meses para desplegar y organizar una presencia de ese tipo que pueda cubrir grandes extensiones de terreno, como demanda esta campaña.
Al parecer, las intenciones de Washington están dirigidas a continuar e incrementar de forma significativa los golpes aéreos contra las agrupaciones insurgentes, pero necesita unidades en el terreno y para ello tiene la vista puesta en los ejércitos de sus socios y aliados en el Medio Oriente.
Pero medios de prensa estadounidenses coinciden en señalar que un obstáculo fundamental para el triunfo de esta nueva guerra de Obama es
el estado deprimente en que se encuentran las fuerzas armadas iraquíes, socavadas por la corrupción y las divisiones sectarias.
De acuerdo con cifras oficiales, desde el 2003 al 2011, Washington dedicó más de 25 mil millones de dólares a reorganizar, entrenar y equipar a los militares de ese país levantino, que han sido incapaces de detener la intensa ofensiva que los extremistas islámicos iniciaron en junio pasado.
Para sortear estas y otras dificultades, Estados Unidos logró que alrededor de 40 países le aseguraran, al menos de palabra, su voluntad
de participar en la contienda contra el EI, algunos con fuerzas de tierra, otros simplemente con apoyo logístico o prestando su territorio para la instalación de bases de respaldo.
Para coordinar este esfuerzo internacional, la administración Obama tiene previsto designar al general retirado John Allen, aunque su nombramiento todavía no se ha hecho público, informó el diario Stars and Stripes.
El exmilitar fue vicejefe de las tropas estadounidenses en la provincia iraquí de Anbar desde el 2006 al 2008 y después trabajó durante dos años como segundo jefe del Comando Central, entidad que supervisa las operaciones del Pentágono en el Medio Oriente, el norte de África y Asia central.
Desde el 2011 al 2013 estuvo a cargo de las tropas norteamericanas y de los aliados de la OTAN en Afganistán y ha trabajado con altos jefes militares y civiles, en particular con el general Lloyd Austin, actual jefe del Comando Central, quien está a cargo de las operaciones
militares contra el EI.
Hay que reconocer la certeza del diario The New York Times, cuando señala que con su nuevo plan guerrerista Obama hunde a Estados Unidos en uno de los conflictos más sangrientos y fratricidas del mundo.
Según el rotativo, esta campaña será una prueba decisiva para su política de seguridad nacional en los dos años que le quedan en la Casa Blanca.
En resumen, Obama se anota un incumplimiento más de las promesas que hizo en la campaña para los comicios de noviembre de 2008 -en los que resultó electo- y en sus llamados al cese de los conflictos armados cuando recibió en el 2009 el Premio Nobel de la Paz.

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