La Felicidad una mercancía exitosa del Capitalismo

Por Arom Leamsi

La felicidad, junto a algunas otras ideas más o menos equivalentes como por ejemplo: alegría, dicha, fortuna, suerte, beatitud, gozo, etc.  Nos son tan comunes que a primera vista parece ser que tenemos claridad de lo que significan, que los conocemos bien. Sin embargo, tener una claridad plenas de estos sentimientos, parece ser que constituye uno de los grandes problemas de nuestros tiempos.

Cuando la palabra felicidad capta la atención de una gran mayoría de seres humanos, y sobre todo, cuando prolifera una abundancia de libros sobre el tema (los llamados libros de autoayuda), en los que se ofrecen centenares de recetas para adquirir la felicidad, donde se indican un sin número de caminos hacia la felicidad, son un parangón que nos indica que algo no está bien en la manera en que estamos estableciendo nuestras relaciones en sociedad.

Esto no debería de extrañarnos si consideremos que a la mayoría de niños se les enseña el concepto de felicidad desde una perspectiva mercadológica; casi todos los cuentos infantiles terminan con la frase: … Y vivieron felices, colorín colorado, este cuento se ha acabado. Esto quiere decir que desde pequeños estamos familiarizados con el concepto de felicidad, y está es el fin de nuestra existencia. Las cosas concluyen cuando encontramos la felicidad, como en los cuentos.

La felicidad es el estado natural de los niños

Entonces resulta que de adultos, la felicidad se convierte en un ideal que hay que buscar, un ideal que de entrada no se posee desde el principio. Pero si meditamos y ponemos mucha atención, nos daremos cuenta de que la experiencia de la felicidad es un engaño del capitalismo, pues la televisión nos muestra la felicidad propia de la aristocracia, de las clases altas. Se nos muestra que la aristocracia vive la felicidad en medio de su vida llena de lujos.

Resulta entonces que las clases asalariadas perciben una “vida superior” a la suya, y que además la tienen todos los días al otra lado de la pantalla de la televisión, y queriendo imitar esa vida, establecen como un ideal de felicidad esa forma de vida que ellos no poseen y que viven los monitos de la pantalla. Entonces la búsqueda de la felicidad es una cuestión de aquellos espectadores que se han creído esas mentiras pagadas.

Es interesante ver como el concepto de felicidad se fue convirtiendo en un verdadero ideal que constituye el motivo de un plan de vida, de un proyecto de vida, que también se ha convertido en otro  producto más del mercantilismo irracional de las economías de “libre mercado”. Hoy se escriben libros, se producen series y telenovelas que enseñan a conseguir este objetivo, a precios fuera del alcance de los “plebeyos”, que son quienes no poseen esa felicidad.

Y por supuesto, esto es posible en una sociedad en la que existen esos desajustes, en la que unos pocos tienen acceso a prácticamente lo que quieren, incluida la “felicidad”; y esa vida de lujos es lo que motiva en las clases bajas, pues ese deseo; una vida de lujos en la que todo es risa, fama, poder, prestigio, que es lo que se entiende por felicidad, todo esto motivado, por el engaño publicitario de la televisión.

Un salto cualitativo, una esperanza para la felicidad

Entre más cercana este una clase social, entre más acceso tenga al mercado pletórico de mentiras que ofrecen la felicidad a través de los productos milagro, que ofrecen cambiar la figura, aclarar la piel, rizar el cabello, embellecer las facciones, convertirse en estrella de revista portando la vestidura de determinadas marcas, que ven la posibilidad de cambiar de nivel de vida, ven en esa posibilidad, una esperanza de alcanzar la felicidad.

Por lo anterior, podemos concluir que la felicidad que se promueve y a la que aspiran la mayoría de las personas, es la felicidad de los plebeyos, de los esclavos, que sueñan con alcanzar esa felicidad que se compra en los mercados, y cuyos productos son una invención de la mercadotecnia, es decir, de la felicidad mercancía; que por cierto, ha sido la mejor y más exitosa de las mercancías que hoy nos ofrece el capitalismo.

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